Explorando el Pensamiento de Ortega y Wittgenstein: Vida, Lenguaje y Realidad

Idea de filosofía según Ortega:

Según Ortega, la filosofía se ocupa de todo cuanto hay en el universo, sea real o irreal. El empeño intelectual hacia ese todo, cuya misma existencia es una incógnita, es la pantonomía, y es lo que diferencia la filosofía de la ciencia, que delimita previamente los objetos de los que se ocupa. El filósofo está sometido a un imperativo de autonomía: renuncia a apoyarse en nada anterior a la filosofía que se vaya elaborando, tratando de ir más allá de lo dado y sus apariencias. Tanto la autonomía como la búsqueda de lo universal deben estar basadas en la claridad.

La vida como realidad radical

La realidad no es la naturaleza ni la ciencia, sino la relación entre un sujeto y su mundo; la realidad radical, la que es anterior y fundante de cualquier otra, es la vida humana, a la que están subordinadas tanto las cosas como las ideas.

Ortega se refiere a la vida en término biográfico: supone que un yo tiene que vivir en una determinada circunstancia, atendiendo a su entorno. El yo debe adquirir conciencia de sus circunstancias. Estas limitan el horizonte humano y le sirven de acceso al mundo. En la circunstancia hay unos elementos transmitidos por la sociedad que constituyen los supuestos de la vida humana, y que Ortega denomina creencias. Frente a estas, están las ideas. Las creencias son la vía por la que la sociedad establece la continuidad de sus creaciones, lo cual significa que la vida humana se desarrolla dentro de los límites que establece el pasado: no es la naturaleza la que nos determina a ser de una manera u otra, sino la historia.

El hombre como proyecto

El hombre es historia, vida que está por hacer, puesto que el hombre es el que tiene que hacerse a sí mismo empleando su libertad. Vivir es elegir constantemente lo que se quiere hacer con la vida. Existe la obligación de hacer algo, pero nadie está obligado a hacer algo determinado. El yo, pues, no es algo fijo, sino que se va haciendo en unas circunstancias sobre las que ejerce su libertad.

Sin embargo, el yo posee un “proyecto de vida”, que puede ser asumido o no por el propio individuo. La realización de ese proyecto o vocación permite el perfeccionamiento del sujeto, pues marca la distancia desde lo que es a lo que “tiene que ser”. Decidir lo que vamos a ser es la nota fundamental de nuestra existencia y eso supone un compromiso con el futuro; en función de este descubrimos el pasado, que nos dirá qué medios tenemos para realizar nuestro proyecto. Cuando contamos con estos, se descubre el presente. La vida es temporalidad.

La realidad tiene infinitas perspectivas, todas ellas verídicas y auténticas y, por ello, complementarias. La verdad absoluta no es sino la suma de perspectivas individuales, verdaderas parcialmente y, por eso, no está al alcance humano. La verdad en perspectiva es vista por Ortega como una función de la vida, que propone su entendimiento mediante la razón vital, que deja de lado la abstracción y busca comprender todo lo humano en su complejidad histórica.

La generación en la historia

La sociedad humana es concebida como un proyecto en el que los individuos alcanzan una cierta identidad y perfeccionamiento. La identidad es fruto de la pertenencia a una misma generación. Las generaciones marcan el ritmo de la historia, que se mueve según estas se suceden.

Aunque los individuos se presentan formando parte de una generación, la sociedad no integra a todos los individuos como iguales. Quienes se conforman con pensar lo que la gente dice, pertenecen a la masa, pero los que buscan hacerse con su propia opinión pertenecen a la élite. Esta élite despierta en los demás el deseo de perfección y seguimiento, pero cuando no es así, cuando se produce la “rebelión de las masas”, el proceso de perfeccionamiento social entra en crisis y la sociedad carece de liderazgo.


El Tractatus: de la lógica al significado

No es posible salir de la lógica, puesto que no se puede pensar ilógicamente. La lógica conecta con el mundo a través de los nombres y proposiciones del lenguaje. Los nombres hacen referencia a los objetos simples. La proposición tiene sentido, pero su determinación requiere su análisis hasta establecer la verdad o la falsedad de las proposiciones elementales que la componen. El sentido de estas se muestra por sí mismo. La proposición representa la realidad: si se corresponde con ella, será verdadera, si no, será falsa. Lo que tienen en común estas figuras con la realidad es su forma lógica.

Del lenguaje a la realidad

Lenguaje y realidad tienen la misma estructura, determinada por la lógica. La realidad incluye la totalidad de los hechos, tanto los existentes como los no existentes, aunque posibles. Los hechos del mundo abarcan la existencia de uno o varios estados de cosas o combinaciones de objetos.

La filosofía como actividad

La filosofía se ocupa de aclarar los problemas del lenguaje. Esta actividad clarificadora se manifiesta delimitando el campo de lo que pertenece a las ciencias naturales, estableciendo los límites de lo que puede pensarse y de lo que no puede pensarse.

Como los límites de lo impensable sólo pueden ser establecidos desde lo que puede decirse, el método de la filosofía consistirá en demostrar que las proposiciones ajenas a la ciencia carecen de sentido por la falta de referencia de algunos de sus signos. Esto se aplica a la metafísica y a los problemas tradicionales de la filosofía, que tienen su origen en una mala comprensión de la lógica del lenguaje.

El mundo de lo místico

Además de las tautologías y las contradicciones, que no dicen nada acerca de la realidad, de las proposiciones filosóficas, destinadas a aparecer y desaparecer al aclarar el lenguaje, y de las proposiciones de las ciencias, que describen la realidad, en cualquier lenguaje natural existen una serie de proposiciones que constituyen lo que Wittgenstein llama “lo místico.”

Del Tractatus a las Investigaciones

Las Investigaciones filosóficas vienen a corregir algunas de las tesis fundamentales del Tractatus. El paralelismo entre lenguaje y realidad es sólo un fenómeno del lenguaje. Cualquier oración posee un sentido y, por lo tanto, un orden perfecto.

Desde esta nueva perspectiva, una proposición es cualquier expresión del lenguaje ordinario. Lo importante no es el significado de las palabras, sino el uso que hacemos del lenguaje. Los usos cambian y adoptan múltiples formas, pero todos son válidos.

Los juegos del lenguaje

En las Investigaciones filosóficas, el lenguaje es concebido como un juego en el que tomamos parte, que genera ciertas expectativas recíprocas en quienes lo usan y con el que podemos llegar a proponer ejemplos. En este sentido, todo juego del lenguaje remite a la comprensión de la forma de vida en la que está inserto y supone la existencia de una serie de reglas gramaticales que no son tan estrictas como las de un lenguaje ideal pero determinan lo que es correcto o no.

El nuevo papel de la filosofía

También la filosofía adquiere en las Investigaciones una función diferente de la búsqueda de la forma lógica de las proposiciones que se le asignaba en el Tractatus.

Su tarea pasa a ser ahora la descripción de los usos filosóficos para comprobar si el uso que se hace de las palabras está fuera del juego del lenguaje al que pertenecen. Ello requiere un análisis de nuestras formas de expresión que tendrá como objetivo la sustitución de una forma de expresión por otra. El filósofo corrige el mal uso del lenguaje con el método más adecuado en cada momento.