Ser Humano
Aristóteles, filósofo griego del siglo IV a.C., realiza una crítica al idealismo de su maestro Platón (no acepta el dualismo ni la teoría de las Ideas, con todas sus implicaciones) y sostiene una filosofía realista: las esencias están en este mundo. En su estudio del ser humano entiende, como Platón, que el alma es principio de vida. Pero, basándose en su teoría hilemórfica, afirma que el cuerpo (Materia) y el alma (Forma) forman una única sustancia natural (primera o individual) indisoluble. Así pues, frente a la concepción platónica del ser humano, para Aristóteles, la unión cuerpo y alma es sustancial, el alma no tiene diferentes partes y es mortal (el entendimiento agente es inmortal, pero no es personal).
Como el alma es principio de vida, todos los seres vivos tienen alma, pudiendo distinguirse en ella diferentes funciones o facultades. Cada función superior incluye siempre las inferiores. Las funciones del alma son:
- La vegetativa o nutritiva: es la capacidad para alimentarse y desarrollarse y es propia de todos los seres vivos.
- La sensitiva: que permite la sensibilidad, es propia de todos los animales.
- La intelectiva: exclusiva de los seres racionales, posibilita el conocimiento.
La intelección es considerada como la superior de las funciones humanas, la más característica y esencial pues es la que distingue al hombre de los demás seres.
Asimismo, el ser humano es un ser social por naturaleza, un zoon politikon, y solo en la polis podrá desarrollarse plenamente y alcanzar su fin último (concepción teleológica), su felicidad.
Ética/Moral
Aristóteles, filósofo griego del siglo IV a.C., realiza una crítica al idealismo de su maestro Platón (no acepta el dualismo ni la teoría de las Ideas, con todas sus implicaciones) y sostiene una filosofía realista: las esencias están en este mundo.
Para Aristóteles, la moral se basa en su concepción teleológica de los seres naturales que tienden a un fin y en los seres humanos es la felicidad y, por ello, su ética se denomina eudemonismo. Según Aristóteles, la felicidad consiste en desarrollar lo propio de cada ser de acuerdo a su esencia. La facultad intelectiva es lo característico del ser humano, lo que lleva al conocimiento de los seres y especialmente del ser supremo, el motor inmóvil (siendo ésta la única actividad de este ser “divino”). La actividad intelectual o vida contemplativa es lo que debemos desarrollar, siendo las virtudes dianoéticas o intelectuales las que perfeccionan el entendimiento: la sabiduría o la contemplación, la reflexión, el estudio.
Pero el hombre no es sólo entendimiento (como el ser “divino”), sino que tiene facultades vegetativa y sensitiva relacionadas con las necesidades corporales y sociales, por lo que le resultará imposible conseguir la plena felicidad ya que no puede ejercer plenamente la vida contemplativa (que supondría estar permanentemente pensando), su felicidad es siempre limitada, siendo la felicidad absoluta exclusiva del Primer Motor.
El correcto desarrollo de las facultades vegetativa y sensitiva, que hace posible cumplir con las necesidades corporales y sociales del ser humano, se consigue con las virtudes éticas o prácticas, que perfeccionan la voluntad. Estas virtudes éticas organizan nuestras vidas de forma que podamos dedicarnos a lo que nos es más característico y nos acercan a la felicidad (el desarrollo de la facultad intelectiva). La virtud ética se define en Aristóteles como un hábito, disposición adquirida por la práctica frecuente, de determinar con prudencia, utilizando la facultad intelectiva o razón, el término medio entre dos extremos viciosos, uno por defecto y otro por exceso. El término medio debe establecerse de forma personal, no es universal.
Dios
La filosofía de Tomás de Aquino (siglo XIII) representa la culminación de la Escolástica medieval, realiza una gran labor de síntesis entre aristotelismo y cristianismo y ofrece la respuesta más elaborada al problema fundamental de las relaciones entre la razón y la fe.
Para Tomás de Aquino, a diferencia de lo que pensaban los averroístas latinos, existe una única verdad, a la que podemos acceder bien por la razón, o bien por la fe. Razón y fe son independientes y colaboran. La Teología se encarga de los artículos de fe (verdades reveladas) y la Filosofía de las verdades de razón, pero existen también los preámbulos de la fe: verdades a las que podemos acceder tanto por la fe como por la razón.
Uno de estos preámbulos de la fe es la existencia de Dios. La proposición “Dios existe” es evidente en sí misma pero no es evidente para nosotros y tampoco es una idea innata (Aquino, siguiendo a Aristóteles, rechaza la existencia de las ideas innatas). Que Dios existe es evidente por la revelación y porque Dios es el único ser necesario (su esencia implica su existencia, conceptos que toma de Avicena), frente a los seres creados, que somos contingentes.
Aquino distingue dos tipos de demostración:
- La demostración a priori: en la que conociendo la causa podemos inferir el efecto (como el argumento ontológico de san Anselmo, rechazado por Aquino).
- La demostración a posteriori: en la que al darse el efecto podemos demostrar la causa.
Afirma que sólo es posible demostrar la existencia de Dios utilizando la demostración a posteriori, pues conocemos el efecto (la creación) y buscamos su causa (Dios).
Cinco Vías para Demostrar la Existencia de Dios
Presenta cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Todas ellas son demostraciones a posteriori y tienen la misma estructura: parten de un hecho de la experiencia, se recurre al principio de causalidad, se niega la posibilidad de una serie infinitas de causas y se concluye que Dios existe. Las vías son las siguientes:
- La primera vía, por el movimiento: va del movimiento del mundo al primer motor inmóvil.
- La segunda vía, por la causalidad eficiente: desde las causas subordinadas hasta la primera causa incausada.
- La tercera vía (influencia árabe y hebrea), por la contingencia: de los seres contingentes a un primer ser necesario.
- La cuarta vía (influencia platónica), por los grados de perfección: va desde los grados de perfección que encontramos en el mundo hasta un ser infinitamente perfecto.
- La quinta vía, por la finalidad y el orden: va desde el orden y la finalidad del mundo hasta una primera inteligencia ordenadora. En esta última y en las dos primeras vías se aprecia la influencia aristotélica.
Una vez demostrada la existencia de Dios, podemos acceder racionalmente a su esencia, aunque nuestro conocimiento de la misma sólo es imperfecto. La vía negativa (definiendo lo que Dios no es) y la vía de la eminencia (atribuyéndole, por analogía, las cualidades que observamos en los seres creados hasta el máximo de perfección), nos permiten afirmar que Dios es Acto Puro, perfecto e infinito.