Filosofía de Descartes: El Método Cartesiano y la Duda Metódica

El Método Cartesiano

2. Descartes, método cartesiano:

Descartes, influenciado por su formación escolástica pero averso a ella, busca construir una nueva filosofía universal. Reconoce la infalibilidad de la razón humana y atribuye la falta de verdad absoluta a la incorrecta aplicación de ésta. Prioriza establecer un método que garantice la certeza del conocimiento, inspirándose en el modelo deductivo de las matemáticas. Considera que aplicando este método se pueden alcanzar verdades sólidas y universales, partiendo de principios intuitivamente evidentes y siguiendo un riguroso procedimiento deductivo.

El Método:

Descartes define el método como un conjunto de reglas que garantizan la certeza del conocimiento. Estas reglas, presentadas en las Reglas para la dirección del espíritu y en la segunda parte del Discurso del Método, aseguran que quien las siga no confunda lo falso con lo verdadero y aumente gradualmente su comprensión hasta alcanzar el conocimiento verdadero.

Las reglas del método de Descartes son:

  1. Regla de la Evidencia: No aceptar como verdadero nada que no se conozca con evidencia clara y distinta, evitando la precipitación y la prevención. La evidencia se logra a través de la intuición, que es el conocimiento directo e inmediato de las ideas, seguido por la deducción.
  2. Regla del Análisis: Dividir cada dificultad en partes más simples para resolverlas mejor, liberándolas de complicaciones superfluas.
  3. Regla de la Síntesis: Ordenar el pensamiento comenzando por los objetos más simples y avanzando gradualmente hacia los más complejos, asegurándose de que cada nueva proposición se derive de la anterior.
  4. Regla de la Enumeración Completa: Realizar recuentos y revisiones exhaustivas para asegurar que nada se haya omitido, obteniendo una intuición general y una evidencia simultánea del conjunto.

La Duda Metódica:

La búsqueda del fundamento del método que guíe la investigación requiere una crítica radical de todo conocimiento aceptado. Esto implica suspender el asentimiento a cualquier idea aceptada, dudar de todo y considerar provisionalmente como falso lo que pueda ser dudoso. Si, persistiendo en esta actitud crítica, se encuentra un principio indudable, este se considerará verdadero y evidente, sirviendo como base para el resto del conocimiento. Este principio justifica el método, que comienza con la duda para alcanzar la certeza, liberando así a la razón de influencias no racionales y exigiendo la demostración suficiente de cada afirmación.

Niveles de la duda:

  1. Duda de los sentidos: Hay que dudar de toda información que se nos proporciona de manera sensible. ¿Qué garantía hay de que los sentidos no nos inducen siempre a error si a veces nos conducen a equívocos?
  2. Duda de la realidad del mundo: En el sueño, las cosas parecen reales, pero al despertar descubrimos su falsedad. No podemos distinguir con certeza entre el sueño y la vigilia, poniendo en duda la realidad del mundo, incluido nuestro propio cuerpo.
  3. Duda de las proposiciones matemáticas: Aunque los conocimientos matemáticos parecen verdaderos en sueños y despiertos, la existencia de un “genio maligno” podría hacer que hasta estas verdades sean ilusorias. Esta duda radical incluso cuestiona la certeza de las proposiciones matemáticas, planteando la posibilidad de un engaño en la percepción de la verdad.

El Cogito:

Queda una certeza que escapa a la duda: la existencia del sujeto que piensa y duda. Mientras puedo equivocarme sobre la existencia del mundo, no puedo dudar de que estoy pensando; incluso dudando de todo, no puedo negar que dudo. Esta certeza se formula en el célebre “Pienso, luego existo” (cogito ergo sum), donde se percibe la conexión necesaria entre el pensar y el existir. La existencia como sujeto pensante se convierte en el prototipo de toda verdad y certeza, estableciendo un criterio: lo percibido con claridad y distinción es verdadero y cierto. A partir de esta primera verdad, Descartes intenta construir un edificio filosófico sobre cimientos sólidos.

3. Aplicación del Método:

Las Ideas:

Basándome en mi existencia como ser pensante, reconozco que mis ideas son la manifestación de mi actividad mental. Cada idea tiene una realidad subjetiva en mi pensamiento y una realidad objetiva al representar un objeto. Sin embargo, ¿existen realmente fuera de mi mente los objetos que representan estas ideas? Para responder a esta pregunta, Descartes debe explorar si alguna idea puede conectar el pensamiento con la realidad externa.

Clases de Ideas:

Descartes identifica tres tipos de ideas:

  • Ideas Adventicias: provenientes de la experiencia externa (como la idea de un árbol).
  • Ideas Facticias: construidas mentalmente a partir de otras ideas (como la idea de un caballo con alas).
  • Ideas Innatas: inherentes al pensamiento mismo, como las ideas de “pensamiento” y “existencia”, encontradas en la intuición del “pienso, luego existo”.

Solo a partir de las ideas innatas se puede construir el conocimiento, ya que no son constituidas por la experiencia ni por el pensamiento, sino que se encuentran intrínsecamente en la facultad del pensar.

La Existencia de Dios y del Mundo:

Entre las ideas innatas, Descartes encuentra la idea de Infinito, equiparada a la idea de Dios. Esta noción no es adventicia, ya que no procede de la experiencia, ni es facticia, pues Descartes argumenta que la idea de finitud presupone la idea de infinitud. Por lo tanto, la idea de infinitud es innata. Descartes presenta tres argumentos para demostrar la existencia de Dios a partir de esta idea de infinitud:

  1. La idea de infinitud requiere una causa infinita, que Descartes identifica con Dios.
  2. La finitud e imperfección del yo humano sugiere la existencia de un Ser perfecto que nos ha creado.
  3. Según una versión del argumento ontológico de San Anselmo, la idea de Infinito implica su existencia necesaria.

Una vez establecida la existencia de Dios, Descartes argumenta que Dios, por su perfección, no puede engañarnos. Dios garantiza la verdad y es el principio fundamental de toda verdad.

A partir de la existencia de Dios, Descartes demuestra la existencia del mundo. Argumenta que, siendo Dios infinitamente bueno y veraz, no permitiría que nos engañemos sobre la existencia del mundo. Dios se convierte en la garantía de que nuestras ideas corresponden a una realidad extramental.

Es importante destacar que, según Descartes, Dios solo garantiza la existencia de un mundo compuesto exclusivamente por extensión y movimiento, negando la objetividad de las cualidades secundarias como los colores y los sonidos.

Las Tres Sustancias: Hombre, Mundo y Dios:

Descartes identifica tres sustancias fundamentales: Dios (infinita), el Yo (pensante) y los cuerpos (extensos). Estas constituyen distintas esferas de realidad. El concepto de sustancia es clave en su filosofía y en el racionalismo. Cada sustancia tiene un atributo esencial: la infinitud para Dios, el pensamiento para el Yo, y la extensión para el mundo:

La Sustancia Pensante (Res cogitans):

El alma o yo pensante es la primera certeza para Descartes. Su atributo esencial es el pensamiento, que abarca todas las actividades de conciencia. El pensamiento es independiente de la experiencia y del cuerpo, lo que lo convierte en una sustancia distinta.

La Sustancia Infinita (Dios):

Descartes argumenta la existencia de Dios como una sustancia infinita, eterna, e independiente. Dios es la única sustancia que no depende de otra para existir.

El Mundo Corpóreo (Res extensa):

Descartes sostiene la existencia del mundo corpóreo gracias al criterio de la veracidad divina. La extensión es el atributo esencial de esta sustancia, según Descartes. La materia se reduce a la extensión en su visión mecanicista del universo.

4. Dualismo Antropológico Cartesiano, Relación Pensamiento-Extensión:

Descartes sostiene un dualismo antropológico, donde el ser humano se compone de dos sustancias independientes: cuerpo (sustancia extensa) y mente (sustancia pensante). Esta separación busca salvaguardar la libertad humana ante una visión determinista del mundo. Aunque cuerpo y alma pueden existir independientemente, están unidos por un “yo”. Descartes postula la glándula pineal como mediadora entre cuerpo y alma, aunque esta explicación enfrenta críticas por su dificultad para reconciliar la independencia de ambas sustancias con su interacción. La incapacidad de resolver este problema abre paso al materialismo en el siglo XVIII, representado por figuras como D’Holbach y La Mettrie.