Conocimiento y metafísica:
Immanuel Kant aborda el problema del conocimiento y la realidad desde la perspectiva de la Ilustración, definiéndola como la liberación del individuo de su minoría de edad, es decir, de su incapacidad para pensar por sí mismo sin depender de la guía de otros. En su crítica a la metafísica, Kant destaca que mientras las matemáticas y la física han avanzado con métodos y objetivos claros, la metafísica sigue siendo un campo de disputas interminables. Propone examinar la razón misma como facultad de conocer para determinar si es legítimo aspirar a conocer objetos independientemente de la experiencia sensible.
Para Kant, el conocimiento comienza con la experiencia, pero también reconoce la existencia de conceptos a priori que la razón forma por sí misma y que son aplicables a la experiencia. Estos conceptos representan una síntesis de racionalismo y empirismo. Kant distingue entre dos fuentes de conocimiento: la sensibilidad, que nos proporciona los objetos a través de los sentidos, y el entendimiento, que los piensa. El conocimiento sensible se basa en la intuición, donde el fenómeno es la manifestación de la materia suministrada por los sentidos y la forma que la razón impone a priori.
Aunque conocemos los fenómenos a través de la sensibilidad, Kant sostiene que no podemos conocer una realidad independiente del sujeto cognoscente, llamada “cosa en sí” o “noúmeno”. Esta postura le lleva a denominar su doctrina como idealismo trascendental, que reconoce la existencia de una realidad externa al pensamiento pero afirma que no podemos conocerla como es en sí misma.
Kant argumenta que las intuiciones sensibles son diversas y que el entendimiento debe sintetizarlas mediante conceptos puros a priori, como las categorías, para lograr un conocimiento riguroso. Aunque comparte con Hume la idea de que no podemos derivar necesidad ni universalidad estricta de la experiencia, Kant sostiene que el concepto de causa es a priori y permite organizar las impresiones sensibles de manera objetiva.
La metafísica surge de un impulso natural de la razón humana, que produce ideas trascendentales como el alma, el mundo y Dios. Sin embargo, Kant sostiene que no podemos tener un conocimiento válido de estos objetos, ya que son suprasensibles y cualquier intento de conocerlos deriva en un uso incorrecto de las categorías.
Kant concluye que la metafísica no es una ciencia porque no podemos conocer objetos más allá de la experiencia sensible. Sin embargo, plantea la posibilidad de un conocimiento práctico, especialmente en el ámbito moral, donde la razón tiene un uso teórico y práctico, formulando juicios y razonamientos así como imperativos y mandatos éticos.
Ética:
Immanuel Kant aborda el problema de la moral desde la perspectiva de la Ilustración, considerando si es posible un conocimiento práctico de objetos más allá de la experiencia sensible. Identifica este conocimiento práctico con el conocimiento moral, diferenciándolo del conocimiento teórico.
La razón humana tiene dos usos: teórico, que busca conocer cómo son las cosas, y práctico, que determina cómo debemos actuar éticamente. Kant argumenta que, aunque físicamente el ser humano está sujeto a leyes causales y determinado, la conciencia moral implica la idea de libertad. Por tanto, Kant sostiene que, aunque no puede probarse científicamente, la conciencia moral exige creer en la libertad humana.
Para Kant, la moralidad se basa en la razón práctica, que formula imperativos o mandatos éticos. Estos mandatos se derivan de la necesidad de actuar por respeto a la ley moral, que se caracteriza por su universalidad estricta, sin excepciones. Kant distingue entre imperativos hipotéticos, que ordenan acciones como medios para alcanzar un fin, y el imperativo categórico, que ordena acciones como buenas en sí mismas, sin considerar ningún fin ulterior. Este imperativo se formula como “Obra sólo según la máxima que te permita al mismo tiempo querer que esa máxima se convierta en ley universal”.
Kant sostiene que los seres humanos son seres racionales y, como tales, deben ser tratados como fines en sí mismos, no como meros medios para alcanzar algún objetivo. Este principio se formula en el imperativo categórico como “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. Además, Kant postula la autonomía de la voluntad como el principio supremo de la moralidad, donde la voluntad moral se da a sí misma la ley a la que obedece, sin estar determinada por intereses o deseos externos.
Dios:
Dios da sentido a la existencia humana.
Su existencia no puede ser probada racionalmente, pero tampoco se puede negar: suponemos, creemos que existe, tenemos una fe que aceptamos libremente, que nunca puede ser impuesta.
A nivel religioso, su concepción de Dios tiene una base pietista: la intención y la fe salvan. El pietismo de Kant se basa en la felicidad interna, de cada sujeto cuando tiene buena voluntad y cumple con su deber.
El fin de la religión es la felicidad del hombre en esta y en la otra vida. Para ello, debe ser una religión racional, que se identifique con el deber, una religión natural, privada y personal, muy alejada de instituciones, ritos y dogmas.
Kant llega a la conclusión de que el cristianismo es la única religión revelada que puede convertirse en natural: toma a Cristo como modelo moral del deber y la fe como posibilidad de elección libre de ese deber.
La iglesia se divide en invisible: la unión de los hombres bajo el mandato moral de Dios, con un sentimiento religioso común, en igualdad, puesto que Kant apoyaba un sacerdocio universal de todo cristiano y visible: su puesta en práctica, pero dividida en confesiones y prácticas religiosas diferentes entre sí, que rechaza, como hemos visto.
Política-Sociedad:
Kant está muy influido por la Ilustración: la idea de progreso es el centro de su política y la de la sociedad como una comunidad ética en la que ser feliz.
La democracia se plantea como sistema político que hace ser mejor al hombre, le da libertad limitada, igualdad, respeta y protege la vida de los ciudadanos y divide el poder para evitar abusos. Además, el sistema democrático hace cumplir la ley moral y es el único sistema que desarrolla la racionalidad de sus ciudadanos y reparte adecuadamente las responsabilidades teniendo en cuenta los recursos y la necesidad de ayuda mutua de todos los miembros.
En cuanto a las leyes políticas, Kant distingue entre:
Derecho privado: en el que cada individuo es legislador y juez de sí mismo.
Derecho público: normas externas que protegen a los individuos, que se unen unos a otros mediante un contrato, que culmina en un Estado de Derecho.
A nivel global, Kant ve necesaria la creación de una institución por encima de los estados particulares a modo de Estado Mundial, Federación o República. Esta institución protegería a los estados de la guerra, principal enemiga del progreso global de la humanidad proporcionando la paz perpetua a los pueblos.