John Rawls y la Teoría de la Justicia: Contexto Histórico y Filosófico

Contexto Histórico y Filosófico de la Teoría de la Justicia de John Rawls

El Mundo en la Época de Rawls

John Rawls (1921-2002) vivió una época de grandes transformaciones. Participó en la Segunda Guerra Mundial y fue testigo del nuevo orden mundial establecido por las potencias vencedoras, que condujo a la “Guerra Fría”. El mundo necesitaba establecer un orden internacional que garantizase la estabilidad y la vida. En junio de 1945, en la Conferencia de San Francisco, se funda la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Tribunal Internacional de Justicia y el Consejo Económico y Social.

Tras la Segunda Guerra Mundial, aparece una política de bloques: el comunista, liderado por la Unión Soviética, que defendía un sistema político totalitario, una economía planificada y una ideología marxista; y el occidental de democracias liberales, liderado por EEUU, defensor de una economía capitalista. Ambas potencias intentaron extender sus áreas de influencia, valiéndose de todos los recursos salvo el del enfrentamiento bélico directo. Esta situación se mantuvo durante 40 años.

La Segunda Guerra Mundial acelera la descolonización, ya que Europa queda muy debilitada y se ve incapaz de mantener los costes de la posesión de extensos imperios. Surgen nuevos Estados que han de hacer frente a varios problemas. He aquí el origen del Tercer Mundo.

La década de 1960 va unida a conflictos sociales promovidos por la cuestión racial y la reivindicación de los derechos civiles, la contestación estudiantil y los movimientos contraculturales, además de las dificultades provocadas por la crisis del petróleo en la década de 1970.

En estas décadas, los Estados Unidos se vieron involucrados en diversos conflictos bélicos que produjeron gran conflictividad social y una amarga sensación de derrota, tras la guerra de Vietnam, que conmovió los fundamentos de la sociedad americana. Esto dio paso a la década turbulenta (1962-1971), que se saldó con la muerte de dos mandatarios (John y Robert Kennedy), del activista Luther King, y el escándalo Watergate, que hizo dimitir al presidente Nixon en 1974. EEUU es, sin duda, el referente económico, político y tecnológico. En esta segunda mitad del siglo XX ve extender sus valores y su cultura por todo el mundo gracias a su industria cinematográfica y sus poderosos medios de comunicación.

En cuanto al bloque comunista, la llegada al poder en la URSS de Gorbachov en 1985 cambia radicalmente el panorama. Su prioridad es iniciar una política de diálogo con EEUU que permita detener la carrera de armas y rebajar los gastos militares, insostenibles de hecho para la economía soviética. En 1989, la URSS retira sus tropas de los países comunistas de Europa del Este y pone en marcha un proceso de apertura política y económica, que permite la aparición de movimientos sociales partidarios de la democracia en casi todos los países comunistas. Estas “revoluciones democráticas” hacen caer en cadena los regímenes comunistas europeos y, en 1989, se produce la caída del muro de Berlín, que se convierte en símbolo del desmoronamiento del comunismo.

En este panorama histórico-político, debemos recordar las simpatías de Rawls por las políticas a favor del Estado del bienestar, por los movimientos estudiantiles y por los grupos que se manifestaban en contra de la guerra y a favor de los derechos civiles.

El Siglo XX: Ciencia, Tecnología y Arte

El siglo XX es una época dominada por el progreso científico y tecnológico (la aparición del automóvil, el avión, el cinematógrafo, el gramófono, etc.), que han cambiado nuestra vida y nuestra manera de entender el mundo. Domina un sentimiento de modernidad: lo viejo y caduco debe ser sustituido por lo nuevo, por lo producido tecnológicamente. A finales de siglo, estos prodigiosos avances científico-tecnológicos se han centrado en el ámbito de la información. Como consecuencia, el mundo está mucho más interconectado, tanto en lo que hace referencia a las relaciones comerciales como a las influencias culturales. Se trata del fenómeno conocido como globalización o mundialización.

En el mundo científico se produce un cambio de paradigma con la teoría de la relatividad de Einstein y la Mecánica Cuántica. En el ámbito de la economía, aparece la teoría de juegos, que estudia las decisiones que se toman en un contexto, en concreto aquellas en las que un individuo, para tener éxito, debe tener en cuenta las decisiones tomadas por el resto de los agentes que intervienen en la situación. Se ha aplicado no sólo en economía, sino en diferentes ámbitos de la realidad humana (sobre todo, en la psicología). Influye en la filosofía de Rawls (especialmente en su teoría de la posición inicial).

El siglo XX supone la aparición de las vanguardias y de los movimientos artísticos: impresionismo, expresionismo, cubismo, surrealismo, formalismo… El vanguardismo se caracteriza por la libertad de expresión, que se manifiesta alterando la estructura de la obra, abordando temas tabú y desordenando los parámetros creativos (así, ruptura de la métrica, la sintaxis, la puntuación, e importancia concedida a la tipografía -caligrama- en poesía; asimetría en arquitectura; arte abstracto, huida del arte figurativo, ruptura con líneas, formas y perspectiva en pintura, etc.). También en la actitud provocadora, con manifiestos en los que atacan todo lo producido anteriormente, al tiempo que se reivindica lo original, lo lúdico, desafiando los modelos y valores existentes hasta el momento.

Las Influencias Filosóficas en Rawls

La tradición filosófica en la que Rawls se sitúa y de la que se considera deudor forma parte de las doctrinas llamadas contractualistas, por tener todos en común la idea de contrato social presentada por el absolutismo de Hobbes (s. XVII) y posteriormente por Locke, Rousseau y Kant. Todos tienen en común que aceptan el concepto de “estado de naturaleza”, que quiere describir la situación hipotética en la que los individuos deciden firmar un pacto que da lugar al Estado, que es consecuencia directa de un acuerdo. Rawls propone su versión del estado de naturaleza mediante el concepto de situación original, inscribiéndose en una posición neocontractualista. Él mismo afirma que su teoría de la justicia como equidad tiene como objetivo llevar “a un nivel superior de abstracción la teoría del contrato” tal y como se encuentra en el liberalismo de Locke, en Rousseau y en Kant.

Así pues, en Rawls se enlazan las tradiciones de la teoría contractualista:

  • La de Locke, que hace más hincapié en las libertades individuales, que buscan salvaguardar al individuo frente a las injerencias del Estado, y la preocupación por la tolerancia, coincidiendo Rawls en considerar la libertad e igualdad como valores supremos.
  • La de Rousseau, que subraya las libertades políticas y los valores de la vida pública, considerando Rawls la sociedad como un conjunto de ciudadanos libres e iguales en donde la soberanía popular, como rasgo característico de las sociedades democráticas, es equivalente al concepto de voluntad general presente en la teoría del contrato social de Rousseau.
  • La concepción kantiana de individuos autónomos que siguen imperativos categóricos queda transformada por Rawls en la elección que los agentes racionales hacen bajo el llamado por Rawls “velo de la ignorancia”.

Rawls y las Corrientes Filosóficas de su Época

A partir de estos elementos, Rawls ha configurado su teoría de la justicia, que califica como una forma de liberalismo. Ha conjugado los principios de igualdad social y económica vinculados al socialismo europeo con los principios de tolerancia pluralista y libertad personal del liberalismo estadounidense, aunque se acerca más a la socialdemocracia.

Su posición le ha llevado a enfrentarse a distintas corrientes filosóficas de su época. Así, deja de lado dos tradiciones hegemónicas en los años 60 -la filosofía analítica y el marxismo- y comienza un debate constante con el utilitarismo. Su concepción de la justicia como equidad constituye una alternativa a la tradición utilitarista. Rawls le critica que minusvalore al individuo en aras de la utilidad social general.

En otra posición que podríamos considerar también neocontractualista está el liberalismo libertario o conservador de Nozick, el mayor crítico de Rawls. Nozick defiende la inviolabilidad del individuo y sus derechos, de ahí que sea partidario de un Estado mínimo que intervenga lo menos posible en la vida de las personas, y nada en la economía. Critica el principio de diferencia de Rawls porque Nozick considera que la intervención del Estado en pro de los desfavorecidos puede entrar en conflicto con los derechos individuales. También en esta línea podemos situar a Jürgen Habermas, que sitúa como base del contrato un proceso de formación democrática de una voluntad racional donde confluyen la voluntad de todos mediante un consenso o diálogo libre de dominio (situación ideal de habla).

También se enfrenta a la filosofía analítica, dominada por un cierto escepticismo acerca de la capacidad práctica de la razón. En ella, la ética se concebía más bien como análisis del lenguaje moral que como una disciplina destinada a emitir juicios sobre lo que es justo. Rawls rechaza que la misión de la filosofía quede reducida a esta cuestión. No todos los problemas éticos y morales se deben a un uso incorrecto del lenguaje. Por el contrario, hay situaciones reales a las que hay que dar respuestas reales, y estas pueden ser mejores o peores. Merece, por tanto, la pena el esfuerzo por estudiar racionalmente cuál es la opción preferible. Rawls es influido por los filósofos analíticos en la exigencia de claridad y precisión terminológica, pero se aparta de ellos al ocuparse de las grandes cuestiones filosóficas, muy especialmente de la justicia. En ese sentido, debe considerarse un filósofo post-analítico.

Y, por último, la doctrina que tiene una gran importancia en la filosofía rawlsiana es el comunitarismo. Se trata de una corriente de pensamiento moral y político surgida en la década de los 80 que se muestra crítica con la modernidad nacida de la Ilustración y, muy especialmente, con el liberalismo. Frente a la primacía que éste concede al individuo, el comunitarismo aboga por la comunidad. Según esta teoría, sólo llegamos a constituirnos como seres humanos en el seno de una sociedad concreta, por tanto, esta ha de poseer preeminencia respecto a cualquier existencia individual, y esta preeminencia ha de entenderse tanto epistémicamente (hay que partir de la comunidad para explicar la validez de las normas, principios, derechos o valores) como ontológicamente (el individuo es sólo una abstracción, lo verdaderamente sustantivo reside en la comunidad).