John Stuart Mill: Libertad, Utilitarismo y la Búsqueda de la Felicidad

La libertad de expresión: un análisis de las hipótesis de Mill

Primera hipótesis: La falibilidad humana y la necesidad de la discusión

Solo quien fuese infalible tendría derecho a impedir una opinión, cualquiera que esta sea. Pero aun sabiendo que cualquiera es falible, toma precauciones contra la propia falibilidad. Lo más común es fundarse en la opinión general o dominante, es decir, defender la propia opinión desde una supuesta infalibilidad de “todo el mundo”. Para aquel que tiene mayor amplitud de miras, “todo el mundo” es su clave social o su época.

Los gobernantes afirman impedir opiniones peligrosas para la comunidad desde la convicción de un deber. Hay que decir que la condición sería que hubiese libertad completa de contradecirla o desaprobarla. No basta con aducir la experiencia en las decisiones, puesto que muy pocos hechos hablan por sí mismos. Por eso es imprescindible la discusión para interpretar los hechos.

Por infalibilidad, Mill trata de decidir por los demás una cuestión sin que se les permita escuchar lo que se puede decir en contra; y denuncia y repudia impedir una opinión cualquiera. El bienestar intelectual que hoy se puede disfrutar, solo procede de aquellas escasas épocas brillantes de la historia que permitieron la libre discusión y destronaron el despotismo intelectual.

Segunda hipótesis: La importancia de la crítica y la discusión

Se trata de valorar si es bueno profesar verdades recibidas sin que se ataque libre y abiertamente su verdad. Solo se puede conocer el fundamento de nuestra teoría una vez que sepamos de qué la otra teoría es falsa. La ausencia de discusión hace olvidar no solo los fundamentos, sino el sentido mismo de aquello que se ejerce, porque las palabras dejan de sugerir ideas, y se convierten en verdad heredada y no adoptada.

Tercera hipótesis: La defensa de la opinión más débil

Esta tercera hipótesis nos dice que la opinión impedida comparte la verdad con la opinión general. Así, Mill afirma que la opinión más débil tiene más derecho a ser defendida y sostenida porque es la faceta del bienestar humano que está en peligro de perderse.

Cuando no hay libertad de expresión, lo más grave es que las verdades prohibidas suelen levantarse contra la verdad establecida como absoluta con idéntica pretensión de absolutismo. No se trata de un relativismo respecto a la verdad, sino de mantener una ofensiva contra todo absolutismo y una defensa del pluralismo social correspondiente al valor de la libertad del individuo.

El pluralismo requiere que haya partidos de orden y partidos de progreso, como lo son la cooperación entre individuos y la competencia, el valor de lo comunitario y el valor del individuo, la libertad y la disciplina.

La libertad de organizar la propia vida: El desarrollo de la individualidad

Nadie pretende que las acciones sean tan libres como las opiniones, puesto que es útil y beneficioso que haya diversidad de opiniones. Hay que abrir la posibilidad de diferentes maneras de vivir de acuerdo con la diversidad de caracteres, en tanto ello no suponga daño a los demás.

El desarrollo de la individualidad no es un ingrediente más del bienestar, sino la condición de todas esas cosas que son el bienestar o la felicidad, como civilización, educación y cultura.

La sociedad, con la presión de la opinión pública, se ha apoderado de lo mejor de la individualidad, de forma que la persona no se pregunta qué es lo que quiere o qué es lo que le conviene, sino que se pregunta qué le conviene a su situación o qué hacen las personas de su condición.

La tiranía de la mayoría: El peligro de la opinión pública en las democracias

En las democracias representativas, el peligro mayor para la libertad individual es la influencia de la masa. Lo que está anulando la individualidad con un poder formidable es la importancia de la opinión pública para el estado, siendo así que la opinión pública se orienta siempre a la intolerancia y a un verdadero despotismo de la costumbre. Los caracteres enérgicos pertenecen al pasado.

El utilitarismo moral de Mill: Una ética basada en la felicidad y el progreso

El principio de utilitarismo: El placer y el dolor como fundamentos de la moral

El placer y el dolor son lo único positivo con relación al comportamiento de los hombres. Es cierto que hay otras cosas deseables aparte del placer, como sostienen otras concepciones morales, pero son deseables por el placer inherente a ella o como medios para la obtención de placer o prevención del dolor.

La utilidad es la instancia suprema de toda cuestión ética, pero añadiendo que la utilidad es el sentido más amplio fundado en los intereses permanentes del hombre en cuanto ente progresivo.

Oposición al individualismo: La búsqueda del progreso individual y social

En primer lugar, una oposición al individualismo que solo parecía corregirse con el añadido de la felicidad para el mayor número, y al tiempo una valoración máxima del individuo frente al estado y frente al despotismo de la costumbre. Pero Mill no concibe al individuo desde el estrecho de sujeto de satisfacción y placer, sino dinámicamente en proceso de perfeccionamiento.

Los sentimientos morales: La importancia de la simpatía y la humanidad

En un segundo lugar se encuentra una inclusión de los sentimientos morales. Mill considera que los sentimientos morales son anteriores al interés particular. No es el placer, sino el progreso del espíritu humano lo que liga al individuo con los demás hombres, por lo que distingue interés o satisfacción propia de lo que es felicidad.

Los sentimientos morales no son naturales, sino que son asociaciones morales; los sentimientos sociales, son adquiridos pero no por ellos menos naturales que hablar. El sentimiento de simpatía o de humanidad es un sentimiento autónomo y espontáneo, lo cual explica que los hombres puedan obrar sin buscar la felicidad. De este modo, la capacidad de obrar conscientemente sin pretender ser feliz es el mejor procedimiento para alcanzar en lo posible la felicidad.

La noción de justicia: Un sentimiento moralizado por el bien social

La justicia sería algo absoluto y específicamente distinto de la utilidad y opuesto a toda forma de conveniencia o de felicidad. Por lo tanto, la justicia es un sentimiento sui generis.

Para Stuart Mill, lo que hay en el sentimiento de justicia es el natural sentimiento de venganza moralizado por haberse hecho extensivo a las exigencias del bien social. La justicia es parte de la utilidad, pero más importante que ninguna otra cosa.

La felicidad como objetivo final: Un bien para todos

Mill se plantea que la única cosa deseable como objetivo es la felicidad; todas las otras cosas no son más que medios para conseguir este objetivo. Para eso, la mejor forma de demostrarlo es que todos estén de acuerdo (todos tienen la felicidad como el gran objetivo de sus vidas), ya que la felicidad es un bien para cada persona, eso quiere decir que también lo es para el resto de la humanidad.

Por lo tanto, como estamos de acuerdo de que la felicidad es el único objetivo entre los humanos, es evidente que desearemos aquello que nos dé placer y evitaremos siempre todo aquello que nos comporte dolor.