La búsqueda de la felicidad: tres modelos filosóficos

La felicidad como autosuficiencia

Los cínicos eran un grupo de filósofos que creían que la felicidad consistía en la libertad radical del individuo frente a las normas sociales. El fundador del movimiento cínico fue Antístenes, pero la personalidad más conocida fue Diógenes.

Los estoicos, por su parte, creían que la felicidad se encontraba en vivir de acuerdo con la naturaleza. Para ellos, era esencial descubrir el orden del cosmos para saber cómo comportarse en él. Los estoicos más conocidos fueron Séneca y Marco Aurelio.

La felicidad como placer

Los hedonistas consideraban que la moral se basaba en la búsqueda del placer y la evitación del dolor. Creían que la inteligencia servía para calcular los medios para lograr el mayor placer posible.

El epicureísmo, fundado por Epicuro, contraponía al estoicismo. Los estoicos buscaban la imperturbabilidad, mientras que los epicúreos buscaban un goce bien calculado.

El utilitarismo, desarrollado en el mundo anglosajón, es un hedonismo social que considera que los seres humanos tenemos sentimientos sociales que proporcionan placer. La meta de la moral es alcanzar la mayor felicidad para el mayor número de seres vivos.

La felicidad como autorrealización

Para Aristóteles, la felicidad era el fin último natural. Creía que todas las actividades humanas se realizaban por un fin, y que el fin último era la felicidad. La felicidad era un bien perfecto, suficiente por sí mismo y que se conseguía con el ejercicio de la actividad más propia del ser humano, según la virtud más excelente.

Tres modelos de felicidad

Los filósofos han encontrado diferentes respuestas a la pregunta de cómo ser feliz:

  • Eudemonismo: Ser feliz es autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano.
  • Autosuficiencia: Ser feliz es valerse por sí mismo, sin depender de nada ni nadie.
  • Hedonismo: Ser feliz es experimentar placer y evitar el dolor.

Entre el eudemonismo y el hedonismo existe un desacuerdo fundamental. Aristóteles creía que la felicidad consistía en ser hombre en el sentido más pleno, mientras que Epicuro creía que consistía en el placer.

Vida teórica y sabiduría práctica

Aristóteles creía que la felicidad consistía en el ejercicio de la actividad teórica, contemplativa. Sin embargo, también reconocía que era necesario encontrar otra forma de vida que proporcionara felicidad, y que esta se encontraba en vivir según la sabiduría práctica, dominando las pasiones para lograr la felicidad.

La virtud dianoética, la prudencia, nos ayuda a deliberar bien y a encontrar el término medio entre el defecto y el exceso. Un hombre que vive según las virtudes es un hombre feliz, pero para serlo necesita vivir en una ciudad regida por leyes justas.

El esquema de Aristóteles se mantiene, con modificaciones, en la ética de Santo Tomás de Aquino y el tomismo, y sigue presente en la obra de autores contemporáneos como Alasdair MacIntyre.