La Sociedad Estructurada en Clases Sociales
Platón ilustró esta idea a través del mito de los metales, aludiendo a que nacemos con distintas aptitudes: unos con más oro, otros con más plata y muchos con más bronce o hierro. Los educadores tienen la misión de hacerlas aflorar y potenciarlas al máximo. En virtud de cuáles sean, el destino de cada uno lo encaminará a una clase social u otra: la clase de los trabajadores, la clase de los guardianes o la de los filósofos-reyes.
A partir de una cierta edad, Platón dispuso que los hombres y mujeres con mejores condiciones físicas e intelectuales siguieran sus estudios en la escuela militar, mientras que el resto se formarían en los distintos oficios, según sus talentos. La preparación de los militares debía incluir instrucción en el manejo de las armas y tácticas de combate, y estudios de matemáticas, astronomía y otras ciencias. Los mejores de todos serían preparados en el arte de la dialéctica, y una vez alcanzados los 50 años podían pasar a formar parte de los filósofos-reyes.
Dado que el poder recae en la clase gobernante, y sus miembros procedían de la clase militar, Platón temía que el poder pudiera corromperlos a medida que se alejaran de su compromiso con la sociedad; por ello decidió que tanto gobernantes como militares debían vivir según un régimen especial. Estos no podían tener bienes en propiedad (para evitar la codicia), y tampoco podían formar familia (para evitar que dieran un trato de favor a sus hijos). Dichas medidas constituyen el llamado comunismo platónico. De este modo, la organización de la sociedad sería la siguiente:
- Productiva: No ejerce actividad política. Los trabajadores ofrecen a la polis la totalidad de sus miembros.
- Militar: Protege y defiende la ciudad de enemigos; su valentía lo hace posible.
- Gobernante: Ejerce el poder político de tomar decisiones. Son personas sabias y se nutre de los mejores militares.
La Teoría de la Reminiscencia
La idea es universal, perfecta y eterna. ¿Cómo llega el ser humano a estas ideas tan diferentes y alejadas de las cosas? La respuesta de Platón es que desde siempre albergamos en nosotros, en nuestra alma, huellas o señales de estas ideas en estado latente. Lo único que debemos hacer es despertar, hacer emerger lo que ya está en nosotros. Aprender o conocer no es nada más que recordar estas ideas.
Esta concepción, conocida como teoría de la reminiscencia o anámnesis (superación del olvido), parte de la base de que en el origen todas las almas comienzan a existir en el mundo divino de las ideas, tal como explica Platón en el mito del carro alado presente en su diálogo Fedro. Allí pudieron contemplar directamente las ideas, fijándose cada una en aquellas que le llamaban más la atención. Cuando un alma es expulsada del mundo inteligible por cometer alguna acción inapropiada, esta cae al mundo material donde, al introducirse en un cuerpo, padece una especie de shock traumático que hace que olvide su estancia anterior en el mundo divino. Según Platón, a través del estudio y el ejercicio de la razón podemos ir recordando las ideas que pretéritamente habíamos conocido.
En el diálogo Menón, Platón trata de demostrar su afirmación: «No hay enseñanza, sino solo reminiscencia». Sócrates pide a Menón que llame a uno de sus esclavos; un hombre privado de la educación más elemental. Sócrates dibuja un cuadrado con un palo en la arena y le pide al esclavo que dibuje un segundo cuadrado de superficie doble. Primero, el esclavo multiplica por dos la longitud de un lado y, partiendo de este, genera el nuevo cuadrado; pero muy pronto se da cuenta de que su cuadrado es de superficie cuádruple.
Guiado por la interrogación socrática, el esclavo da con la respuesta: el cuadrado de superficie doble se genera a partir de la diagonal del primer cuadrado. «Sabe, pues, sin que nadie le haya enseñado, solo interrogándose, y recupera de él mismo su ciencia». Nadie le ha enseñado geometría, debe deducirse que posee esta ciencia desde siempre y que no la ha adquirido en esta vida. Por Sócrates, Platón acaba afirmando que el esclavo sería «capaz de hacer lo mismo sobre toda la geometría y sobre todas las otras disciplinas».
El Mito del Carro Alado y la Concepción Dualista
Al hablar de la teoría de la reminiscencia, según la cual el verdadero conocimiento no se aprende sino que se origina según vamos despertando el recuerdo de las ideas, nos referimos al mito del carro alado. Este mito permite enlazar la teoría epistemológica de Platón con su concepción dualista del ser humano.
El Mito del Carro Alado
Se compara el alma a un carro alado conducido por un auriga y tirado por dos caballos:
- Parte concupiscible: Uno simboliza las tendencias negativas: rebeldía, bajos deseos (vientre).
- Parte irascible: El otro simboliza las tendencias positivas: coraje, valor, ira, esperanza (pecho).
- El auriga: Simboliza la capacidad intelectual del ser humano, el pensamiento: su parte racional localizada en la cabeza.
- El carro: Es el alma.
El alma, simbolizada por el carro alado, vive y se mueve en el mundo de las ideas; este es su sitio y su casa. Si el auriga controla los caballos, todo va bien, pero si no es así, el alma pierde las alas y cae al mundo de las cosas. Allí «se coge a algo sólido, donde se establece, y toma un cuerpo terrestre» (Fedro, 246a). Esta alma caída, sin alas y aprisionada en un cuerpo terrestre, se encuentra extraña y fuera de su elemento. Su mayor anhelo es retornar a su mundo original, su verdadero hogar. Para poder retornar debe estar limpia de toda impureza. De lo contrario, no superará el juicio de las almas y tendrá que reencarnarse, tal como recoge el mito de Er, el armenio, que encontramos al final de La República.
Platón sostiene, por tanto, que alma y cuerpo son dos entidades totalmente distinguibles y desiguales. Mientras estamos en este mundo, el alma está unida al cuerpo de manera incómoda y accidental. Alma y cuerpo conviven como el caballero y su caballo. «Cuando el alma y el cuerpo están juntos, la naturaleza dispone que el uno sirva como un esclavo y sea mandado, y que la otra mande y haga de amo» (Fedro). Esta es una visión dualista, en la cual el alma es altamente valorada y el cuerpo, infravalorado. El cuerpo es físico y mortal, sensible e imperfecto, material, caduco y despreciable. El alma, en cambio, es inmortal; es inteligible y perfecta; es lo que define al ser humano y le permite realizar lo más elevado: «Lo que más se parece a lo divino, a la inmortalidad, a lo inteligible, a lo que tiene forma única y no se puede descomponer, a lo que es inmutable e idéntico a él mismo, es el alma» (Fedón, 80b).
Virtudes Éticas e Isomorfismo entre Individuo y Estado
El mito del carro alado nos muestra el alma como una entidad que integra tres partes: la racional o intelectiva, la irascible o de las tendencias positivas y la concupiscible o de las tendencias negativas. La ética platónica se basa en esta división tripartita del alma. Platón habla de tres virtudes que se corresponden con las tres partes del alma:
- La sabiduría: Un alma la tiene cuando la parte racional desarrolla excelentemente su función.
- La fortaleza: Cuando su parte irascible, el caballo positivo del mito, da valor al alma y la capacita para afrontar todas las situaciones.
- La templanza: Cuando su parte concupiscible (los instintos más bajos) está controlada y no perturba al ser humano.
Si cada parte hace con excelencia o virtud lo que le es adecuado, lo que le corresponde, se alcanza la armonía en el alma; esta armonía o equilibrio entre las partes del alma es lo que Platón denomina justicia.
De igual manera a que un alma es justa cuando cada una de las partes que la componen realiza lo que le es propio, Platón entendía que exactamente lo mismo sucedía cuando hablamos del Estado. En la polis hay justicia cuando cada clase realiza, como miembros de un solo cuerpo, lo que le corresponde: los trabajadores proveen de todo lo necesario, los militares protegen como buenos guardianes y los gobernantes dirigen prudente y sabiamente. La polis y el alma poseen ambos una estructura tripartita del mismo orden (isomorfismo).