La Relación entre Fe y Razón en el Pensamiento de Santo Tomás de Aquino

La Relación entre Fe y Razón

Es verdad que la religión, en este caso el cristianismo, no es filosofía, pero algunos de los elementos más importantes que usa en su propuesta de salvación han sido objeto tradicional de la filosofía, por lo que no es extraño que los creyentes hayan usado esta disciplina como fundamento de algunas de sus creencias.

Una de las preocupaciones más importantes del pensamiento medieval fue la relación entre la teología y la filosofía, entre la fe y la razón. El problema es discernir cuál es la relación entre el conocimiento sobrenatural del hombre, alcanzado por revelación, y el conocimiento natural, logrado a través del intelecto y los sentidos. Así, la razón y la fe pueden representar dos fuentes distintas de conocimiento que pueden ser compatibles o incompatibles entre sí.

La Existencia de Dios

Podríamos pensar que si bien Dios no es perceptible por los sentidos, puede ser perceptible directamente por la razón. Ello quiere decir que la proposición “Dios existe” no es evidente para nosotros, aunque sea evidente en sí misma (pues es verdad que la existencia se incluye en la esencia de Dios).

Las pruebas de Tomás de Aquino (las cinco vías) son demostraciones a posteriori: parten de los efectos de la actuación de Dios en el mundo para remontarse a Él como causa última. Es verdad que no nos permitirán un exhaustivo conocimiento de su esencia (imposible dada la limitación de nuestra naturaleza), pero sí suficiente como para mantener racionalmente su existencia. Tienen antecedentes en otros filósofos, especialmente Aristóteles y Platón, y todas presentan un esquema argumentativo similar:

  • El punto de partida es un dato real de experiencia, fijándose en distintos aspectos de la realidad del mundo físico.
  • En un segundo momento, introducen un principio metafísico (nada puede ser causa de sí mismo, lo perfecto no puede tener su origen en algo menos perfecto…).
  • En el tercer momento coinciden en la afirmación de que en una serie causal concatenada no se puede proceder indefinidamente, sino que es necesario detenerse en un término.
  • Concluyen en la necesidad de la existencia de un ser supremo trascendente.

La primera vía parte de la observación de la existencia de movimiento y termina afirmando la existencia de Dios como Motor Inmóvil; la segunda parte de la existencia de causas en el mundo y concluye en la existencia de una Causa Incausada; la cuarta parte de la existencia de diferencias en la perfección de los seres del mundo y termina proponiendo la existencia de un ser perfectísimo.

La Esencia de Dios

Uno de los principales retos a los que se enfrenta Santo Tomás en este tema es el de defender la posibilidad del conocimiento de Dios sin que se rebaje la calidad de su ser.

Santo Tomás empleará varios recursos para mantener una cierta equidistancia entre estas posiciones extremas:

  • La afirmación: afirmaremos de Dios únicamente aquellas propiedades puras que no traen consigo imperfección alguna.
  • La negación: obtenemos un concepto negativo de Dios negando de Dios las propiedades de las criaturas que implican imperfección: Dios es inmóvil, acto puro, inmutable, simple.
  • La eminencia: diremos que Dios posee de forma infinita las perfecciones que encontramos en las criaturas: bondad, inteligencia, voluntad.
  • La analogía: nos recuerda que las palabras empleadas para pensar a Dios no tienen exactamente el mismo significado que poseen cuando las empleamos para referirnos a las cosas finitas (no tienen un significado unívoco), pero tampoco equívoco, sino analógico, en parte igual y en parte distinto.

Las cinco vías nos suministran otros tantos predicados de Dios: Motor inmóvil, Causa incausada, Ser necesario y perfectísimo, Inteligencia suprema.

El constitutivo formal de Dios es el mismo ser subsistente: en Él la esencia se identifica con la existencia. Los atributos divinos o perfecciones de Dios dimanan del constitutivo formal y pueden ser entitativos u operativos.

Los atributos entitativos de Dios se refieren a su ser; unos se derivan inmediatamente del constitutivo formal de Dios (simplicidad, perfección, infinidad, inmutabilidad y unidad) y otros mediatamente (bondad, inmensidad, omnipresencia y eternidad); todos ellos hacen de Dios un ser trascendente al mundo, completamente distinto a todos los seres creados, y superior a todos ellos. La potencia activa de Dios se manifiesta de tres maneras fundamentales: la creación, la conservación y la gobernación (providencia).

El Hombre hacia Dios

Hay continuidad entre el hombre como perteneciente al orden natural y como perteneciente al orden sobrenatural.

Dios como objeto último del conocimiento

La vocación intelectual del hombre hacia Dios se cifra no sólo en el hecho de que la teología sea la ciencia suprema y constituya la máxima perfección de nuestra inteligencia, sino además y fundamentalmente, porque el conocimiento se ordena a la verdad y Dios es la suprema verdad. Toda verdad está conectada con Dios, tanto en el sentido de que Dios es el creador, sostenedor y lo que da inteligibilidad a todo lo que es real (sin lo cual no podría haber verdad alguna) como en el sentido de que conocemos a Dios en todo lo que conocemos, pues el mundo es la “revelación física” de Dios. Por lo demás, el objetivo supremo del hombre es la visión de Dios en la otra vida, es decir, un conocimiento puramente intelectual y directo de Él.

Dios como objeto último de la voluntad

El ser y la bondad son intercambiables o equivalentes; así, Dios, por ser el ser superior, es también la bondad perfecta e infinita. En relación con Dios, que es el bien perfecto, la voluntad del hombre está sujeta a leyes de la necesidad: Dios mueve a la voluntad necesariamente.

A esas virtudes, conocidas ya por la tradición griega, añade las virtudes sobrenaturales o teologales (fe, esperanza y caridad), que tienen como objetivo a Dios mismo, perfeccionan la disposición humana dirigida al orden sobrenatural y son infundidas en nosotros por Dios.

El Hombre hacia Dios por la Conducta Social: La Ley

La doctrina política de Santo Tomás de Aquino. Tanto la sociedad como el gobierno, por ser connaturales al hombre, tienen en último término justificada su existencia en Dios, creador de la naturaleza humana.

La ley natural dirige y ordena los actos de los seres naturales para la adecuada realización de los bienes que les son propios.

En sentido estricto, Santo Tomás interpreta la ley natural como la ley moral, y la identifica con la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe hacer el mal. La ley moral es natural y racional: racional porque es enunciada y dictada por la razón; natural porque la propia razón es un rasgo de la naturaleza humana y porque describe las acciones convenientes para los fines inscritos en nuestra naturaleza. Dado que la ley natural se fundamenta en la naturaleza humana, y ésta en Dios, la ley natural no es convencional, es inmutable y la misma para todos (universal). La ley natural tiene su origen en un orden más amplio: el orden del Universo, orden que es expresión de la ley eterna, ley que descansa en la propia razón de Dios y de la cual derivan todas las demás.