La Revolución del Pensamiento: Del Renacimiento a la Ilustración

El Renacimiento y el Surgimiento del Humanismo

El Renacimiento se inicia en Italia en el siglo XIV y se expande por el resto de Europa durante los siglos XV y XVI, marcando tanto el fin de la Edad Media como el inicio de la Edad Moderna, tanto en términos cronológicos como conceptuales. Durante este período, surge una nueva visión del hombre y del mundo conocida como Humanismo, abandonando el teocentrismo medieval para adoptar un enfoque antropocéntrico. Maquiavelo, considerado el fundador de una concepción moderna de la política, introduce con su realismo político la separación entre la acción política y los principios éticos. Su enfoque contemporáneo de las relaciones ético-políticas se destaca en su obra más significativa, “El Príncipe”, donde se centra en presentar la mecánica del gobierno prescindiendo de consideraciones morales, formulando los medios para establecer y mantener el poder político.


En el siglo XVII, la ciencia moderna culmina la revolución científica, simbolizada en la astronomía por el cambio del geocentrismo al heliocentrismo. Los avances de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton marcan la ruptura definitiva con la imagen medieval del universo, basada en Aristóteles y Ptolomeo y respaldada por la Iglesia. Este proceso va más allá de la transición del geocentrismo al heliocentrismo, representando un cambio de paradigma completo: la ciencia moderna consolida el paradigma mecanicista, eliminando a Dios como principio explicativo de los fenómenos naturales.

Racionalismo vs. Empirismo: La Búsqueda del Conocimiento

El Racionalismo, iniciado por Descartes en el siglo XVII, busca resolver la problemática del conocimiento en un período de crisis y profundos cambios, donde antiguas creencias y concepciones milenarias se desmoronaban. Descartes sostiene que la experiencia puede ser engañosa, pero la deducción racional, característica del método matemático, proporciona conocimientos absolutamente certeros. Mediante su duda metódica, Descartes llega a la primera evidencia: “pienso, luego existo”. Al analizar las ideas presentes en la res cogitans, demuestra la existencia de la res divina o Dios.

El Empirismo, una filosofía típicamente inglesa, surge como una reacción contra el racionalismo en los siglos XVII y XVIII, destacando figuras como Locke y Hume. Se caracteriza por su rechazo radical al innatismo y la afirmación de que todo conocimiento proviene de la experiencia. Locke sienta las bases del empirismo al descartar las ideas innatas del racionalismo y establecer que las ideas solo llegan a la mente humana a través de la experiencia. Sin embargo, no lleva al empirismo hasta sus últimas consecuencias. Hume, por su parte, plantea un empirismo radical al cuestionar la causalidad y extender su escepticismo incluso al yo, al mundo exterior y a Dios. Hume niega los sistemas éticos no fundamentados en la observación, proponiendo una ética basada en el sentimiento, donde la utilidad social, generadora de placer, constituye el fundamento último de la ética.

Kant: La Síntesis Trascendental y la Ilustración

Ante esta situación donde parece haber llegado un punto muerto, Kant observa que el fenómeno del conocimiento humano no es ni pura percepción sensible ni pura creación absoluta de la razón, sino una “síntesis trascendental” de ambas facultades cognitivas. Además, Kant desarrolla una ética formal partiendo del hecho de la razón práctica, el deber. Distingue entre imperativos hipotéticos e imperativos categóricos, siendo estos últimos plenamente autónomos y universales, representando la máxima expresión de la razón autolegisladora.

En el siglo XVIII emerge la Ilustración, conocida como el “Siglo de las Luces”, siendo Kant su máximo exponente. Su pensamiento encarna las características generales de la Ilustración: racionalidad, antidogmatismo, progreso y emancipación. Estos conceptos constituyen los pilares de un movimiento que trasciende el ámbito filosófico y cuyo espíritu Kant resume con el lema horaciano “sapere aude” (atrévete a saber).


Kant sintetizó los intereses fundamentales de la filosofía en tres preguntas:

  • ¿Qué puedo saber?
  • ¿Qué debo hacer?
  • ¿Qué me cabe esperar?

Estas se resumen en una cuarta: ¿Qué es el hombre?

Este filósofo responde a la primera de esas preguntas analizando la razón en su uso teórico en su Crítica de la razón pura, partiendo del “hecho” de la física newtoniana como paradigma de conocimiento científico y, desde este modelo, estableciendo las condiciones de posibilidad y los límites de la ciencia. Las grandes corrientes de la filosofía moderna parecían haber llegado a un callejón sin salida. Así, mientras Descartes y su racionalismo resolvía el problema del conocimiento confiando plenamente en la razón, Locke o Hume, desde el empirismo, confían exclusivamente en la experiencia. En esta situación, Kant advirtió que el fenómeno del conocimiento humano no es ni pura percepción sensible ni pura creación absoluta de la razón, sino una “síntesis trascendental” de ambas facultades cognitivas.


Considera tener una ventaja para abordar este tema respecto a sus predecesores: la física newtoniana. Así, la física de Newton es el “hecho” de la razón pura, lo que le permite analizar cómo son los juicios de la ciencia. El análisis de este modelo le lleva a afirmar que los juicios de la ciencia son sintéticos y a priori. Kant analiza las condiciones de posibilidad de los juicios sintéticos a priori de las matemáticas en la estética trascendental, advirtiendo que espacio y tiempo son formas a priori de la sensibilidad. En segundo lugar, Kant estudia las condiciones de posibilidad de los juicios sintéticos a priori en la física en la analítica trascendental: afirma que el entendimiento cuenta con 12 categorías, principios a priori sin los cuales ningún objeto puede ser pensado. Por último, Kant afirma en la dialéctica trascendental que no son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica, por lo que ésta no es una ciencia. Con su análisis revela que no cabe posibilidad de realizar juicios sintéticos a priori en la metafísica, en cuanto al yo, a Dios y al mundo en su totalidad.