Los Filósofos Presocráticos y la Pregunta por la Naturaleza

El Pensamiento de Tales de Mileto (624-546 a. C.)

Aportes de Tales

Tales fue conocido principalmente por su actividad como astrónomo, geómetra práctico y sabio en general. Su predicción de un eclipse fue probablemente posible gracias al empleo de los registros babilonios, quizás en Sardes. Es probable que también visitara Egipto.

El eclipse, motivo de temor para los pueblos primitivos y también para los griegos, pasó a ser un fenómeno natural predecible, integrándose en los portentos del cosmos determinado por la mecánica de la physis. Dejó de ser un milagro divino de oscuros presagios para convertirse en una muestra de la regularidad de la naturaleza.

La Tierra y el Agua

Su afirmación de que la Tierra flota sobre el agua parece derivarse de los mitos cosmogónicos del Oriente Próximo. Esta idea seguramente les habría parecido razonable a los jonios, un pueblo de marinos y pobladores de islas. La tierra era, pues, como un extenso barco sobre las aguas insondables. Los terremotos podían explicarse, según el símil, como un navío zarandeado por las olas.

El Agua como Origen de las Cosas (Arjé)

Tales también defendió la idea del agua como origen de las cosas (arjé). Es posible que se diera cuenta de que, puesto que el agua es esencial para el mantenimiento de la vida vegetal y animal, ésta sería el constitutivo básico de las cosas.

El Abandono de la Formulación Mítica

Aunque estas ideas estaban muy influenciadas, directa o indirectamente, por sus precedentes mitológicos, es evidente que Tales abandonó la formulación mítica. Frente a los poetas sabios, como Hesíodo, que relataban los orígenes de los dioses y de las costumbres según las narraciones tradicionales en la pauta mítica, recurriendo a las actuaciones de los dioses para explicar el origen y ordenación del cosmos, los sabios como Tales inauguran la tradición científica de proponer explicaciones de lo real mediante elementos naturales y agentes materiales. Este hecho por sí solo justifica el que a Tales se le denomine como el primer filósofo, por muy ingenuo que hoy nos resulte su pensamiento.

El Pensamiento de Anaximandro de Mileto (610-545 a. C.)

La Guerra de Cualidades Opuestas

El pensamiento de Anaximandro presenta cierta sutileza. Consideró este mundo como una concurrencia de cualidades opuestas que mantienen entre sí una constante guerra. Cuatro de esas cualidades —caliente y frío, seco y húmedo— son primarias. El proceso del mundo es cíclico. El calor del sol seca al agua, y el agua apaga el fuego. En una escala universal, esto se advierte en el ciclo de las estaciones, y aunque uno u otro de los opuestos puede prevalecer durante algún tiempo, el equilibrio se restablece constantemente.

El Ápeiron

Ahora bien, esencial en esas cualidades es su mutua oposición; se sigue de ahí que la sustancia primaria del universo no puede ser ninguna de ellas: si todo fuese originariamente agua, como había supuesto Tales, no podría haber ni calor ni fuego, puesto que el agua no engendra fuego, sino que lo destruye.

Por eso Anaximandro imaginaba el primer estado de la materia como una masa indiferenciada de enorme extensión en la que los elementos antagónicos o sus propiedades aún no estaban diferenciados, aunque los contenía en sí de un modo latente o potencial, en completa fusión. La llamaba el Ápeiron, palabra que significa sin límites, y que en griego posterior tuvo dos sentidos:

  • No limitado exteriormente, es decir, espacialmente infinito.
  • Sin límites internos, es decir, sin partes o elementos componentes separados.

Es poco probable que Anaximandro hubiese llegado a la noción de la pura infinitud espacial, y aunque indudablemente concebía aquella primitiva matriz dotada de una vasta e indeterminada extensión, la idea predominante de su pensamiento era probablemente la ausencia de diferenciaciones internas, ya que este concepto resolvería el problema que se había planteado, o sea, el del estado originario de los opuestos.

Cosmogonía

Según Anaximandro, aquella masa originaria estaba en incesante movimiento, y, como consecuencia de éste, ocurrió, en algún tiempo y en algún lugar de ella, que las cualidades opuestas empezaron a separarse, de donde se originó la simiente o germen de un mundo. Al principio, debió ser algo parecido a las nebulosas giratorias que conoce la astronomía moderna. Paulatinamente, el elemento frío y húmedo se condensó en una masa húmeda de tierra, en el centro, rodeada de nubes o de vapor. El elemento caliente y seco tomó la forma de una esfera de llamas que rodeaba todo el conjunto, el cual, al girar, se dividió en anillos de fuego, rodeados también, como la esfera, de una niebla espesa y ondulante. Así explicaba la formación del sol, la luna y de las estrellas, que le parecían, en efecto, anillos de fuego que rodean la tierra, aunque son visibles para nosotros cuando se produce un agujero en los vapores envolventes y a través de él brota el fuego, como el aire por un pinchazo de la llanta de una bicicleta. En la esfera, bajo la acción del fuego, se fueron secando partes de la tierra y separándose del agua que las rodeaba. Durante este proceso, la vida apareció por vez primera en el cieno caliente, o limo, pues la vida se originó en la humedad sometida al calor. Por lo tanto, los primeros animales tuvieron forma de peces con la piel cubierta de espinas o de escamas. De ellos proceden todos los animales terrestres, incluso el hombre, que, por lo tanto, es la evolución final de una especie de pez.

La cosmogonía de Anaximandro, no obstante los elementos fantásticos que contiene, fue una proeza notable en la aurora del pensamiento racional. Anaximandro hizo uso de la observación al apoyar su teoría de la desecación gradual de la tierra en la presencia de conchas fosilizadas en lugares alejados del mar; y su idea de que el hombre había evolucionado desde una forma de vida inferior, en el hecho de que se encuentra desvalido y dependiente durante mucho tiempo después del nacimiento.

Para apreciarla en todo su valor, no debemos considerar la interpretación de Anaximandro desde nuestro punto de vista actual, sino en relación con su época, una época en la que lo sobrenatural se admitía todavía como cosa corriente, en que las fuerzas naturales se atribuían a la acción de los dioses antropomórficos. Con Anaximandro, la razón humana se reafirmó y se produjo una explicación puramente natural, cierta o equivocada, del origen del mundo y de la vida.

El Pensamiento de Anaxímenes de Mileto (610-545 a. C.)

El Aire como Arjé

Anaxímenes defendió que el arjé es el aire, en griego aer, palabra que significa aire, vaho o niebla. En su estado natural, o como Anaxímenes decía, en su estado más igualmente repartido, es la atmósfera invisible; pero puede condensarse en niebla y agua, y aun en substancias sólidas, como la tierra y las piedras. Cuando se enrarece, se calienta y se convierte en fuego. El principal interés de Anaxímenes parece haber consistido en descubrir el proceso natural por el que pudiera suponerse que sucedían los cambios de la substancia primaria, mediante los cuales habría llegado a existir nuestro mundo múltiple y diverso.

El Aire como Elemento de la Vida

Además, Anaxímenes decía que, en su forma más pura y más enrarecida, el aire, que es la sustancia primaria del mundo, es también el elemento de la vida. Una pequeña parte de ese elemento-espíritu, que propiamente pertenece por su naturaleza a los confines más remotos del universo, más allá de la atmósfera que respiramos, está aprisionada en el cuerpo de todo animal y de todo ser humano, y constituye su alma. De esta manera, el alma del hombre es una pequeña parte del dios, entendiendo por dios el universo. Hay que tener presente que aquellos griegos aún consideraban el universo como un ser viviente. A pesar de su sorprendente libertad respecto de los prejuicios teológicos, aún perduraba entre ellos esa idea; era, evidentemente, un legado del pensamiento pre-racional.

La Materia y el Espíritu

Había, sin embargo, una razón especial para que a aquellos primitivos pensadores les pareciera todavía necesaria dicha concepción. Además de la pregunta que se formulaban, ¿De qué está hecho el mundo?, hay otra que también necesitaba contestación, a saber: Si el mundo es, en el fondo, y lo fue originariamente, una sustancia, ¿por qué no siguió siendo una masa muerta y estática de agua, o de lo que fuere? ¿Cuál fue la causa que motivó que empezase a cambiar? Esta pregunta se nos ocurre a nosotros porque hemos heredado de la ciencia reciente la noción de que la materia es en sí misma algo inerte que necesita ser puesta en movimiento por una fuerza exterior.

Como dice Conford, si queremos comprender a los filósofos del siglo VI a. C., tenemos que liberar nuestras mentes de la concepción atomista de la materia muerta en movimiento mecánico y del dualismo materia y espíritu. Anaxímenes y sus contemporáneos contemplaban la materia dotada de espíritu o vida. Y así, aunque en otros aspectos estos pensadores evitaban el lenguaje de la religión y descartaban por completo el antropomorfismo de su tiempo, sin embargo, aplicaban el nombre de dios a su arché. Así llamaba Anaximandro a su apeiron y Anaxímenes a su aire. Se atribuye a Tales la frase: Todo está lleno de dioses.