Nietzsche y la Crítica a la Filosofía Occidental: Idiosincrasia, Idealismo y Perspectivismo

La Crítica de Nietzsche a la Idiosincrasia Filosófica

En el apartado 1 del capítulo “La razón en la filosofía” de El crepúsculo de los ídolos, Nietzsche critica cómo los filósofos occidentales, especialmente los idealistas, menosprecian los sentidos y el cuerpo al considerarlos engañosos y falsos en comparación con el alma. Esta crítica forma parte de su análisis de la primera tendencia característica de la filosofía occidental, que él llama “idiosincrasia”.

Nietzsche critica cómo los filósofos rechazan el cambio y el devenir, prefiriendo una realidad estática y simplificada que puedan controlar. Esta actitud, a la que llama “egipticismo”, refleja una debilidad y temor hacia lo desconocido. Los filósofos intentan dominar la realidad momificándola en conceptos que eliminan la diversidad y el movimiento, creando una realidad más manejable. Nietzsche se burla de esta tendencia comparándola con la práctica egipcia de momificar a los muertos.

Defiende la importancia de los sentidos y el cuerpo como parte esencial de la vida y critica la visión dualista de Platón que separa el alma del cuerpo. Para Nietzsche, el culto al cuerpo y a la sensibilidad es esencial y contrario a una perspectiva que niega nuestra naturaleza corporal e instintiva. Los sentidos, según él, son fundamentales para entender la realidad y son la base de la ciencia.

El Ataque al Idealismo y la Metafísica

En el apartado 4 del mismo capítulo, Nietzsche critica la segunda “idiosincrasia” de la filosofía occidental: el idealismo (Platón, cristianismo, racionalismo, idealismo alemán, etc.). Ironiza sobre los conceptos metafísicos en los que creen “los filósofos”, tildándolos de vacíos, humo o telarañas, resultado de su enfermedad mental; el más supremo (y más vacío) sería el concepto de Dios.

Nietzsche critica cómo los filósofos han elevado los conceptos metafísicos por encima de la realidad, considerándolos como la verdad suprema y la causa fundamental de todo. Se refiere principalmente al dualismo platónico que divide la realidad en dos: el mundo sensible y el mundo inteligible, dando prioridad al último como más real y verdadero. Según esta visión, los conceptos, o Ideas, son la base y la causa del mundo perceptible.

Nietzsche argumenta que esta creencia en conceptos abstractos, especialmente en la idea de Dios, carece de fundamentos sólidos y la considera una narrativa sin base demostrable. Además, critica la metafísica en general como una fábula nihilista que va en contra de la vida.

El Conocimiento como Interpretación y la Verdad como Invención

En ambos apartados, Nietzsche sostiene que la realidad en constante cambio es algo que no podemos entender completamente. Para él, el conocimiento no es más que una herramienta de poder, una forma de interpretar el mundo según nuestras necesidades y deseos. Estas interpretaciones, o “metáforas”, son construcciones humanas que simplifican la realidad. Advierte sobre el peligro de confundir estas interpretaciones con la realidad misma. Según Nietzsche, los conceptos y teorías científicas son también construcciones lingüísticas que utilizamos para controlar la realidad. Por lo tanto, la verdad no es más que una invención de los filósofos que buscan escapar del cambio constante y encontrar una realidad más estable.

El Arte Trágico y lo Dionisíaco

Nietzsche retoma el tema central de su obra juvenil, El nacimiento de la tragedia, al introducir las ideas de “arte trágico” y “lo dionisíaco”. En esa obra, Nietzsche explicaba la historia de la cultura griega como resultado de la confrontación entre dos impulsos primordiales:

  • El impulso del sueño y la bella apariencia representado por Apolo.
  • El impulso de la embriaguez y la intuición del fondo primordial de la naturaleza y la vida personificado en Dionisos.

Apolo representa la medida, la armonía y la proporción, mientras que Dionisos encarna la naturaleza, la orgía, el vino, la música, la danza, el sexo y la violencia.

Nietzsche considera que la tragedia griega clásica lograba un equilibrio entre fuerzas apolíneas y dionisíacas. La compasión del espectador hacia el héroe trágico tenía un efecto purificador llamado catarsis, que permitía reconciliarse con la irracionalidad de la vida. Esto proporcionaba un “consuelo” para enfrentar la existencia sin negarla, superando el pesimismo de la idea de una voluntad ciega y monstruosa.

El Declive de la Tragedia y el Ascenso del Socratismo

Nietzsche sostiene que la tragedia y su sabiduría dionisíaca declinaron con la llegada del “socratismo”, que promovía una ecuación optimista de virtud, felicidad y conocimiento. Esta visión optimista sugiere que la vida humana está enraizada en un orden moral objetivo, en contraste con la idea de un fondo monstruoso. Sin embargo, Nietzsche critica esta perspectiva, argumentando que el socratismo es una expresión del impulso apolíneo, basado en una ilusión que niega lo dionisiaco y la aceptación y transfiguración de la vida que ofrece la tragedia. Además, señala que el cristianismo extendió esta visión decadente de la vida por Occidente.

El Artista Trágico vs. el Pesimismo

Nietzsche diferencia la visión del artista trágico y la del pesimismo. Mientras que el artista trágico valora la apariencia sobre la “realidad” y acepta lo problemático y terrible de la existencia, el pesimismo ve estos aspectos como razones para juzgar negativamente la vida en su conjunto. En contraste, la visión dionisíaca no busca juzgar la vida, sino vivirla intensamente. Nietzsche busca este enfoque en su concepto del “superhombre”.

Perspectivismo: Ortega y Gasset

Podemos encontrar esta pareja de nociones en el capítulo X de El tema de nuestro tiempo de Ortega, cuando este narra el ejemplo del paisaje.

Con este ejemplo paradigmático, Ortega muestra cómo realidad y perspectiva son indesligables: no hay realidad al margen de la perspectiva, al igual que no hay “paisaje arquetipo”. Por eso el texto también afirma que la perspectiva es un componente más de la realidad.

Realidad y Perspectiva

La realidad es lo que verdadera e indubitablemente existe, el mundo. Pero el mundo es siempre el mundo del yo, es decir, el mundo no existe con independencia del sujeto (como sí afirmaría el idealismo filosófico). Por ello mismo, tampoco es el mundo algo universal, eterno e invariable sino “mi mundo”, el horizonte vital en el que el yo se halla inmerso o “circunstancia”. Esta es el mundo físico, la sociedad y la cultura, pero también el cuerpo y mente individuales. Nadie elige su mundo, le es dado, pero dentro de él se puede elegir.

Por su parte, la perspectiva es el punto de vista del yo, desde la que cada uno capta una vertiente o cara de la realidad y consigue su parte de verdad. No es sólo (que también) el lugar físico o el contexto histórico y sociocultural que acompaña la mirada de todo ser humano, sino fundamentalmente el principio desde el que cada ser humano deriva sus pensamientos y actos, su “posición general ante la vida”, aquello a lo que subordina lo demás (como Dios, la razón, la economía o el amor, p.ej.).

La Realidad Perspectivista

“La perspectiva es uno de los componentes de la realidad”, es decir, la realidad misma no existe al margen de las perspectivas sobre ella, sólo se accede al mundo a través de la perspectiva individual. La realidad es así perspectivista y solo sumando cada perspectiva (que es verdadera e intransferible) podemos obtener algo parecido a una “verdad total”.

Conclusión

Para concluir, debemos decir que el perspectivismo de Ortega supera, según él, la oposición entre racionalismo y relativismo modernos respecto a la cuestión del conocimiento, la oposición entre quienes, como Descartes, sostienen que la verdad es una e invariable al margen del sujeto (la “verdad utópica”) y aquellos otros que, como Nietzsche, defienden que no hay posibilidad de alcanzar verdad alguna pues el conocimiento sirve a los intereses particulares del ser humano.