IV. Ontología – La Realidad
1. Crítica de la ontología tradicional
La metafísica tradicional se asienta en un error fundamental: la creencia en la antítesis de los valores. El filósofo inventa un mundo distinto de este para justificar una serie de valores o categorías. Nietzsche critica esta metafísica bajo dos aspectos: el ontológico y el epistemológico. Veamos su crítica a la ontología:
a. Primer vicio de los filósofos: Les falta de “sentido histórico”. La ontología tradicional es “estática” porque considera al ser como algo fijo, inmutable, que está en “otro mundo”, más allá de la “falsedad de los sentidos”. Esta separación entre “ser real” y “ser aparente” supone una valoración negativa de la vida y es la base de la moral antinatural. Consecuencia de esa “idiosincrasia” de los filósofos es que su creencia desesperada en el ser destruye el devenir (sólo se salva Heráclito). Afirman que los sentidos nos engañan y asocian a ellos lo inmoral. Los sentidos no mienten, el mundo aparente es el mundo verdadero y el engaño procede de la razón.
b. Segundo vicio: Confunden lo último y lo primero. Parten de conceptos “supremos”, generales, vacíos (sin tener en cuenta que son resultantes de un proceso que se origina en los sentidos). Al buscar una explicación acerca de la procedencia de nuestros conceptos caen en el error de creer que el hombre ha habitado ya un mundo más alto antes de haber nacido. Explicación: les da por venerar como sagrado el orden que ellos mismos introducen esos conceptos y no aceptan que puedan provenir de sus sentidos, que consideran “inferiores”. Consecuencia: Los filósofos tejen y destejen de “telarañas” vacías y resuelven las contradicciones recurriendo al concepto más vacío: Dios.
c. “Las categorías del ser verdadero de las cosas son signos del no ser, de la nada”. La tradición metafísica occidental toma como verdadera la reflexión de la razón sin darse cuenta que lo que fundamenta esta reflexión es la necesidad que tiene el hombre de sobrevivir en un mundo donde todo es devenir.
d. Nietzsche desenmascara estos errores y proclama la negación absoluta de toda ontología que implique menosprecio por la vida tal y como ella es.
2. Nueva ontología
La realidad es vida como “voluntad de poder“, que viene a significar que:
a. La voluntad de poder es voluntad de expansión, de desarrollo del poder, voluntad creadora de valores.
b. La realidad es Vida, que no se identifica con la felicidad y sí con la voluntad de poder, el “señorío”, la inocencia del ser, devenir y perspectiva múltiple, como múltiple es el ser del hombre.
c. La realidad es eterno retorno. Un movimiento permanente, un cambio cualitativo permanente, el resultado de un proceso eterno. Eterno retorno, que supone la alternativa a la muerte, a la temporalidad lineal y un amor al destino. Es la suprema fórmula del “sí a la vida”. La vida debe ser amada puesto que va a volver a ser vivida.
d. La realidad, mezcla de lo dionisíaco y apolíneo que aparece con una significación “cósmica” (el universo es un tropel de fuerzas en continuo equilibrio-desequilibrio) y “psicológica” (el hombre se manifiesta como un conjunto de fuerzas pasionales, de voluntades).
e. Las voluntad de poder es el arquetipo de todos los simulacros, una interpretación del mundo. Recuperación de todas las fuerzas del universo y aceptación de la vida tal y como es: dolor, alegría, placer, entusiasmo.
f. La realidad es “politeísmo”. Sólo tras haber asumido el ateísmo, el nihilismo, es cuando se puede dar una afirmación del pluralismo de la realidad, de los sentidos, de los valores. Sólo tras la muerte de Dios se afirma la vida de la Tierra, de lo múltiple, del constante devenir.
Repercusiones y Mensaje de Nietzsche
Su influencia en la filosofía fue mínima, aunque sí muy importante en los literatos. Aclamado poeta, Nietzsche ejerció mucha influencia sobre la literatura alemana y europea. Fue a partir de Heidegger cuando vino una explosión de las influencias nietzscheanas en diversas líneas, ya que ha dado lugar a múltiples interpretaciones, como dice el mismo Nietzsche: “Hay muchas especies de ojos. Nadie ignora que la esfinge tiene ojos; y, por tanto, existen varias verdades y, por tanto, ninguna verdad”. En especial en corrientes filosóficas posteriores como el vitalismo, el historicismo, el existencialismo, un cierto tipo de anarquismo y, en nuestros días, el postmodernismo. Con su crítica del “concepto” (lo general, lo universal) abre paso a las Filosofías de la Diferencia. Los filósofos existencialistas alemanes toman su concepto del hombre como proyecto y desarrollo de posibilidades: Karl Jaspers, el filósofo judío alemán Martin Buber, el teólogo germano-estadounidense Paul Tillich, y los escritores existencialistas franceses Albert Camus y Jean Paul Sartre. Martin Heidegger también recibe su influencia, pero le critica diciendo que Nietzsche sigue siendo metafísico. La Filosofía Hermenéutica recoge su interpretación de los símbolos, el recurso al lenguaje y su método genealógico. También puede considerarse heredera la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt. La proclama de Nietzsche “Dios ha muerto” fue utilizada por teólogos radicales posteriores a la II Guerra Mundial en sus intentos por adecuar el cristianismo a las décadas de 1960 y posteriores. El postmodernismo actual toma de Nietzsche el desenmascaramiento de toda moral y la relativización de todos los valores.
En la filosofía española: Unamuno comparte también su vitalismo y su método filológico; también es vitalista Ortega, pero para estos filósofos la vida tiene un carácter más biográfico. María Zambrano interpreta a Nietzsche como filósofo de la “Aurora”, profeta de un nuevo conocimiento que va más allá del lenguaje y concepto, casi místico luchador por un estatus divino del hombre. En la época de la lucha antifranquista no pocos filósofos españoles se apoyaron en una interpretación de Nietzsche cercana al anarquismo, pero hoy están de vuelta de estas interpretaciones.
Nietzsche nos trasmite el mensaje de afirmación de la vida, exaltación de los valores vitales, alegría de vivir y la intuición. Nos propone el ideal de un hombre “despierto”, auténtico, que puede compartir la adulación o convención. Puede servirnos para pensar sobre el poder de los medios de comunicación y el poder legislativo del lenguaje.