Platón: Filosofía y el Arte de Gobernar para un Estado Justo

Introducción

El enunciado de esta redacción nos plantea reflexionar sobre la propuesta política de Platón y su vinculación con la filosofía. Es decir, las cuestiones que se nos plantean son las siguientes: ¿En qué consiste un estado justo y bien gobernado? ¿Cómo seleccionar a los dirigentes políticos que han de gobernar para lograr el bien del Estado? ¿Es la democracia un buen sistema de selección? ¿Debe acudir a la política el que quiera o solo los ‘’mejores individuos’’? Es decir, ¿debe el intelectual, el sabio comprometerse con los ‘’asuntos humanos’’ (gobierno de la ciudad)? ¿Por qué deben gobernar los filósofos? A lo largo de nuestra exposición intentaremos dar respuesta a todas estas cuestiones a través de la teoría política de Platón.

Desarrollo de la Teoría Política de Platón

En la carta VII, Platón expone la motivación claramente política de su filosofía: lo que le llevó a dedicarse a la filosofía fue el deseo de mejorar el gobierno del Estado. En esta carta nos narra su interés por participar activamente desde joven en política y su decepción posterior ante los acontecimientos políticos que le tocó vivir. Platón veía a los políticos de su tiempo como auténticos demagogos, formados y educados por los sofistas para alcanzar el poder mediante el halago y el engaño, y manipulando los sentimientos de las masas a través del arte de la oratoria y la retórica. Estos políticos solo buscaban su propio enriquecimiento y su beneficio personal, pero no el bien de la sociedad.

Ahora bien, este desencanto ante la política no evitó que Platón dejara de reflexionar sobre cómo debería estar gobernada una sociedad justa, y producto de esa reflexión es su obra La República. En esta obra, nuestro autor intenta construir o diseñar el ideal de una sociedad justa, es decir, se trata de describir cómo debería ser una sociedad o estado justo. Pasemos pues a diseñar esa ciudad.

La Estructura Tripartita del Estado Ideal

Platón, por boca de Sócrates, comienza señalando que para que una sociedad exista se requieren al menos tres funciones: la función de gobernar, la de defender la ciudad y la de producir. De acuerdo con estas tres funciones, será necesario que haya ciudadanos que se dediquen a cada una de las diferentes funciones. Así, nuestra sociedad ideal estará formada por 3 clases sociales: la clase de los productores (que estará formada por aquellos individuos que se dediquen a la actividad económica); la clase del ejército o ‘’guardianes auxiliares’’ (que estará formada por aquellos individuos que se dediquen a defender la ciudad), y, por último, la clase de los gobernantes o ‘’guardianes perfectos’’ (formada por aquellos individuos que se dediquen a gobernar).

Podemos observar que el Estado diseñado por Platón tiene una estructura tripartita de la misma manera que el alma humana (parte racional, irascible, apetitiva), lo que permite a nuestro filósofo establecer una correlación entre ambos: cada individuo será asignado a una clase social determinada en función de la parte del alma que predomine en él. Aquellos individuos en los que predomine la parte racional deberán formar parte de la clase social de los gobernantes; aquellos en los que predomine la parte irascible (pasiones, emociones) formarán parte de la clase del ejército; y por último, aquellos en los que predomine la parte apetitiva (deseos más innobles del ser humano) formarán parte de la clase productora. Para Platón no todos los individuos somos iguales por naturaleza. Aunque es cierto que en todos los individuos se dan las tres partes del alma, no es menos cierto que siempre una de ellas predomina sobre las otras. La parte predominante define nuestro carácter, las aptitudes y dotes naturales de cada uno, y cada cual es asignado a la clase social cuya función es más acorde con su propia naturaleza.

El Concepto de Justicia en el Estado Platónico

En definitiva, ¿en qué consistirá un estado justo y bien gobernado?, ¿cuándo estará bien gobernada una ciudad? Platón define la justicia como ‘’armonía entre las partes’’. Una sociedad será justa cuando cada individuo, cada clase social realice la función social para la que esté mejor dotado sin inmiscuirse en las tareas de las otras. Es decir, Platón defiende el principio de especialización funcional según el cual, cada individuo o clase social debe ejercer solamente una función: aquella para la que esté más capacitado por naturaleza y sin inmiscuirse en las tareas de los demás. Platón parece concebir el Estado como un gran organismo vivo: al igual que este está compuesto de órganos o partes, cada una de las cuales desempeña una función en beneficio del conjunto, así también el Estado platónico está compuesto de tres partes o clases sociales, cada una de las cuales desempeña la función para la que está más capacitada, en beneficio de la comunidad entera y aunque eso suponga supeditar la felicidad del individual a la colectiva (concepción organista y estatalista del Estado).

La Doctrina del Filósofo Gobernante

Por tanto, podemos deducir de lo anterior que para Platón no todos pueden gobernar. Para Platón la democracia no es un buen sistema de selección de los gobernantes. Puede decirse que la forma de gobierno que propone nuestro filósofo es una ‘’aristocracia’’, pero no por razón de sangre o linaje, sino los mejores en virtud y en saber. De hecho, el núcleo central de la propuesta política de Platón es la doctrina del filósofo gobernante: solo deben gobernar los que hayan alcanzado el verdadero conocimiento (el conocimiento de las ideas y de la idea del bien). Y evidentemente estos son los filósofos ya que gracias a la filosofía o dialéctica han alcanzado el conocimiento del bien indispensable para conducirse rectamente tanto en la vida privada (ética), como en la pública (política).

La doctrina del filósofo gobernante supone el rechazo de la democracia como forma de gobierno, y ello porque rechaza el principio fundamental de la democracia según el cual cualquier ciudadano es competente para desempeñar cargos públicos (tribunales, gobierno,..). De hecho, a Platón la democracia le parece irracional pues concede la misma oportunidad de gobernar tanto al que sabe como al que no. Platón ilustra la irracionalidad del sistema democrático a través del símil del navío: de la misma manera que no dejaríamos que el timón de un barco lo dirigieran gente inexperta, así tampoco no deberíamos aceptar que el ‘’timón’’ del estado estuviera en manos de dirigentes ambiciosos e inexpertos, elegidos por el pueblo ignorante y manipulado.

Intelectualismo Moral y el Gobierno de los Filósofos

Pero, ¿por qué deben gobernar los filósofos? La doctrina del filósofo gobernante es el resultado de aplicar la doctrina del intelectualismo moral de Sócrates al ámbito de la política. Recordemos que según esta doctrina solo los que conocen lo que es la justicia y el bien pueden comportarse de manera justa. La virtud se basa en el conocimiento y la maldad, solo es, por tanto, resultado de la ignorancia. Platón acepta esta teoría y deduce de ella que solo los filósofos deben gobernar, ya que gracias a la filosofía han alcanzado el conocimiento de las esencias de la justicia y del bien y, por tanto, le sirven de modelo para guiarse tanto en su vida privada como pública.

La Educación de los Gobernantes

Ahora bien, para llevar a cabo esta propuesta política se requieren dos cosas: seleccionar a las ‘’mejores naturalezas’’, es decir, aquellos individuos que por naturaleza posean ciertas cualidades innatas para la filosofía y el gobierno (capacidad de aprender, honestidad, odio a la mentira…). Y, en segundo lugar, proporcionarles una educación adecuada que los dirija hacia el conocimiento de las ideas. El conocimiento de las ideas no surge de manera espontánea, sino que es un camino, tal y como se nos presenta en el mito de la caverna, arduo y difícil que muy pocos están dispuestos a realizar y que requiere de una educación adecuada.

Una vez que hayan alcanzado el conocimiento de las ideas, gracias a la filosofía (dialéctica ascendente), los filósofos deberán descender (dialéctica descendente) al mundo sensible y ocuparse de los ‘’asuntos humanos’’ (tribunales, gobernar). Y ello, porque no sólo son los más entendidos (ya que conocen lo que es el bien y, por tanto, saben discernir en qué consiste en bien de la ciudad), sino también porque es la única garantía de que los que van a acudir a la política no lo hagan por propio interés personal (buscando en ella la riqueza y el poder), sino como una obligación o deber. Gracias a la filosofía conocen en qué consiste el verdadero bien y la verdadera felicidad: en llevar una vida recta y juiciosa, dedicada al saber, y no lo confunden, como la mayoría de los políticos corrientes, con lo que tan sólo son ‘’vanas sombras’’ del verdadero bien (riquezas, poder,..).

Conclusión

En definitiva, y para concluir nuestra redacción, un Estado justo y armonioso depende, en última instancia de la elección de sus gobernantes: sólo deben gobernar los que han alcanzado el verdadero conocimiento y esto son los filósofos. Recordemos que la justicia en la ciudad (como en el alma) consiste en una ‘’armonía entre las partes’’. Una sociedad será justa y, por tanto, feliz si cada clase que lo componen (productores, ejército y filósofos) realizan la función para la que están mejor preparados: los productores a la actividad económica, los militares a defender la ciudad y los filósofos a gobernar, aunque esto suponga renunciar a su felicidad individual (la felicidad del sabio consiste en llevar una vida dedicada al saber, al conocimiento). Sin embargo, Platón obliga a los filósofos a descender de la ‘’isla de los bienaventurados’’ (dialéctica descendiente) y ocuparse del gobierno, ya que gracias a la filosofía han aprendido ‘’gobernarse a sí mismos’’ (gobernar su alma introduciendo armonía entre sus partes, sometiendo los apetitos, deseos y emociones al sabio control de la parte racional), y a la ciudad (ámbito político), teniendo como guías las esencias de la justicia y del bien.