El Racionalismo de Descartes
Descartes es considerado el padre del racionalismo continental, una corriente filosófica moderna que surgió en el siglo XVII. Esta corriente deposita una confianza plena en la razón como el medio principal para comprender la realidad. El racionalismo cartesiano plantea la necesidad de un método inspirado en las matemáticas, basado en la evidencia, el análisis, la síntesis y la enumeración.
La Duda Metódica
En sus Meditaciones Metafísicas, Descartes somete al escrutinio todos los conocimientos a través de la duda metódica. Esta duda se desarrolla en varios niveles:
- Duda de los Sentidos: Los sentidos a menudo nos engañan (como un bastón que parece doblado en el agua). Por lo tanto, no podemos confiar plenamente en ellos.
- Duda del Sueño: Es difícil distinguir con certeza entre el sueño y la vigilia, incluso las ideas que provienen de cada estado.
- Duda Hiperbólica: A través de la hipótesis del genio maligno o Dios engañador, Descartes pone en duda la propia constitución de la mente. En este nivel, incluso los conocimientos matemáticos se vuelven sospechosos. La duda metódica no solo es universal, sino también radical.
La aplicación de la duda metódica deja en suspenso incluso las creencias más arraigadas y las verdades matemáticas. Sin embargo, Descartes encuentra una certeza inquebrantable: el propio sujeto que conoce. Este descubrimiento sienta las bases del racionalismo y de la filosofía moderna. Tanto para Descartes como para otros filósofos como Locke o Hume, las ideas en la mente son el objeto inmediato del conocimiento humano; la realidad exterior solo puede ser conocida a través de estas ideas.
El Cogito Ergo Sum
De la certeza de la propia existencia como sujeto pensante surge la famosa frase de Descartes: “Pienso, luego existo” (Cogito ergo sum). No es posible dudar de la existencia de un sujeto que piensa y estructura la realidad. Así, la primera verdad indudable es el sujeto como pensamiento, res cogitans o sustancia pensante. Esta primera evidencia cartesiana se percibe con tanta claridad y distinción que estas dos características se convierten en el paradigma de toda verdad, en el criterio de certeza.
Tipos de Ideas
Descartes analiza las ideas presentes en la res cogitans y distingue entre:
- Ideas Adventicias: Estas ideas parecen venir de fuera, representando sustancias del mundo real (un caballo, un pájaro, etc.).
- Ideas Facticias: Son cosas “inventadas” por el sujeto que piensa (por ejemplo, un caballo alado).
- Ideas Innatas: Estas ideas están siempre presentes en la mente humana. Descartes incluye aquí la idea de infinito, a partir de la cual intenta demostrar la existencia de Dios.
La Existencia de Dios y el Mundo Material
Descartes utiliza la idea innata de infinito para argumentar la existencia de Dios a través de una versión del argumento ontológico de San Anselmo. Según Descartes, la idea de un ser perfecto e infinito no puede provenir de los seres humanos, que son finitos e imperfectos. Esta idea solo puede tener su origen en la realidad de la existencia de Dios.
Una vez demostrada la existencia de Dios como sustancia infinita, Dios se convierte en el garante último de los conocimientos evidentes y de la existencia del mundo material. Así, Descartes reintroduce la realidad corpórea como la sustancia extensa, separada de la sustancia pensante.
El Dualismo Cartesiano
La filosofía de Descartes conduce a la idea de que en el ser humano coexisten dos sustancias heterogéneas: el alma (res cogitans) y el cuerpo (res extensa). Esta dualidad plantea el problema de la relación entre ambas sustancias. Siendo independientes, resulta difícil comprender su unidad. Aunque Descartes sugiere que la unión ocurre en la glándula pineal del cerebro, su explicación no es satisfactoria. Este problema será abordado por otros filósofos racionalistas, como Spinoza, quien propondrá soluciones como el monismo panteísta.
El Problema de la Interacción
Descartes afirma que la característica principal de los cuerpos es la extensión, mientras que el alma es inextensa. Por lo tanto, el cuerpo y el alma son realidades distintas con naturalezas diferentes: el cuerpo no puede pensar, y el alma, la esencia del ser humano, puede existir sin el cuerpo. Existimos mientras pensemos.
Sin embargo, la experiencia nos muestra una estrecha interacción entre el cuerpo y el alma. Una herida en el cuerpo nos causa dolor, y cuando tenemos hambre, sentimos la necesidad de alimento. Esta unión estrecha plantea la pregunta de cómo interactúan dos sustancias tan diferentes.
En su correspondencia con la princesa Isabel de Bohemia, Descartes intenta responder a esta pregunta. Reconoce la realidad de la interacción, pero su respuesta no es del todo clara y parece remitir a la acción divina como explicación última.
Las Pasiones del Alma
, para explicar cómo influyen las pasiones en el cuerpo, sin embargo, en esta obra tampoco superó su dualismo: remitió a la glándula pineal, en el cerebro, que consideraba la sede del alma. En la misma se registran todas las actividades y luego, a través de los nervios y la sangre, pasan al resto del cuerpo. Concluyó que el alma controla las pasiones sin dejar dominarse por ellas. El dualismo de Descartes condiciona también la libertad de la voluntad humana. En relación con el cuerpo, todo se rige por leyes naturales, que son mecánicas. Solo el alma es libre, con capacidad de iniciativa y controla las acciones del cuerpo. El cuerpo, como mecanismo, puede ser estudiado y experimentado científicamente.