Raciovitalismo de Ortega: Una Nueva Concepción del Ser y la Verdad

El Raciovitalismo: Razón Vital

El raciovitalismo ocupa el segundo periodo de la vida filosófica de Ortega y Gasset, su etapa de madurez en la cual plasma su idea de Raciovitalismo.

2.1. La crítica a las tradiciones filosóficas anteriores

Solo un saber radical puede superar los problemas radicales que afectan a la vida humana, individual y colectiva. Un saber que considere la problemática humana como objetivo fundamental. Unos planteamientos de semejantes características implican una actitud crítica ante el Realismo y el Idealismo, para Ortega. Es preciso repensar la vida humana bajo nuevas categorías y conceptos radicalmente distintos al objetivismo de las ciencias y el subjetivismo de las ideas.

Crítica al Realismo

Esta visión supone que la verdadera realidad son las cosas en sí, independientes de mi pensar; elabora conceptos que interpretan el modo de ser de las cosas. El yo centra la atención en las cosas que le rodean e impide que se dé cuenta de sí mismo. Solo existe el mundo compuesto de cosas corporales. Desde estos presupuestos llega al concepto de sustancia. La ciencia físico-matemática o razón naturalista, al buscar la verdad, no ha sabido qué decir sobre los problemas más humanos. La vida humana no es un objeto, no se trata de una cosa y por eso no posee una naturaleza, sino que tiene historia. El Realismo es objetivista porque pone la verdadera realidad en la cosa, en el objeto.

Crítica al Idealismo

Para Descartes y toda la filosofía idealista posterior, el conocimiento de las cosas está mediado siempre por el sujeto que conoce. Por supuesto, Descartes considera que al margen del yo existen por sí mismas otras realidades, otras sustancias (Dios y el mundo); pero la sustancia fundamental pasa a ser el YO, y en tanto el yo es concebido como sustancia (y como tal existente por sí mismo), es independiente del mundo, de las cosas. Ortega dirá que no puedo hablar de cosas sin el yo, pero tampoco puedo hablar de un yo sin cosas. Yo soy para el mundo y el mundo es para mí. El pensamiento es una relación entre el yo y las cosas. El descubrimiento de la vida, como realidad radical supone la superación del Idealismo y del Realismo. Somos el mundo y yo, yo con las cosas, es decir, la vida.

2.2. La vida como realidad radical

Ortega intenta superar ambas actitudes. Critica el idealismo cuando afirma que el sujeto es independiente de las cosas. No puede haber cosas sin yo, pero tampoco yo sin cosas. La tesis de Ortega es que el fundamento absoluto de todo, el primer principio del que tenemos que partir, la auténtica realidad, no son las cosas ni la conciencia. La realidad primaria a la que Ortega llama la realidad radical, es la del yo-con-las-cosas. A esta realidad radical es a lo que Ortega llama, también, vida. Esta concepción lleva a una nueva concepción del ser y de la verdad. Ortega rechaza la concepción tradicional del ser como lo fijo, lo inmutable. El ser es algo dinámico, es acción. La esencia del hombre no queda definida ni por ser cuerpo –materia–, ni por ser alma –espíritu–, ni por nada que pueda ser objetivado como una “cosa”; sino por ser drama, historia, acontecimiento. El hombre no es una cosa, y por lo tanto no se deja definir por categorías apropiadas para describir cosas. “El hombre –dice Ortega– no tiene naturaleza, sino que tiene historia”.

2.3. La vida humana: Yo soy yo y mi circunstancia

La persona humana es un yo en íntima interrelación con el mundo como un todo concreto e indiviso. Desde estos dos presupuestos tenemos que entender al hombre y al mundo. El núcleo o realidad radical desde la que podemos comprender ese todo unitario es la vida misma del hombre, la cual hemos categorizado anteriormente. Por eso, mi vida es realidad radical en cuanto me conozco y advierto en ella que yo soy yo y mi circunstancia. La circunstancia constituye la otra mitad de mi persona. La circunstancia por sí sola no es nada, adquiere radicalidad cuando la emparentamos con el sujeto que la vive. Se nos impone la vida, no hemos elegido nacer, se impone las circunstancias, la vida es dada al hombre, es arrojado a ella, se le impone un cuerpo, una época, una clase social… Dentro de nuestras circunstancias hemos de elegir continuamente entre varias posibilidades, somos libres y hemos de hacernos a nosotros mismos, decidimos y nos realizamos a nosotros mismos, pero también nos tensamos hacia el futuro al elegir lo que vamos a hacer y a ser, somos proyecto. Podemos entender con estos presupuestos filosóficos la línea existencialista que brota del pensamiento de Ortega: vivir en el mundo; la vida es un proyecto, un quehacer, un problema radical; el hombre es libertad para, proyección hacia un futuro, etc.

2.4. El problema de la verdad. El perspectivismo

De la unidad original del yo y las cosas se desprende también una nueva concepción de la verdad. La verdad deja de ser fundamentalmente “adecuación” para ser desvelamiento.

2.4.1. Crítica del racionalismo y del irracionalismo vitalista

Esta crítica va dirigida contra el racionalismo en general que, desde Sócrates, domina la cultura europea. El mundo en el que vive es el mundo de las cualidades, pero la razón no es capaz de manejar cualidades y reduce lo cualitativo a la geometría y lo cuantitativo. El carácter fundamental del racionalismo reside en que para buscar la verdad renuncia a la vida, a la historia. Se convierte en dogmático: la verdad es una, abstracta e invariable, y, por lo mismo, no puede atribuirse a personas individuales corruptibles y cambiantes. Es la “razón” de la que hablaba Descartes, y que no coincide con ningún sujeto humano individual, o “el ente racional” al que hace referencia Kant. El racionalismo, para salvar la verdad, para posibilitar el conocimiento y la cultura, niega la vida. Los fenómenos vitales no encajan dentro de una concepción del mundo donde se identifica el ser con lo eterno, fijo, inmutable, etc. Los fenómenos vitales son cambiantes, mudables, perecederos. Frente a la postura racionalista se ha dado otra alternativa, conocida usualmente como relativismo. Consiste en que para salvar los fenómenos vitales, se niega todo tipo de verdad absoluta, haciendo de la verdad un problema subjetivo. Pero el relativismo conduce en último término al escepticismo, postura que renuncia a la idea de que la verdad pueda ser conocida por el hombre, y afirma que es ilusorio pretender conocer la verdad: esta no existe.