1. Duda y Certeza
La evidencia se da solo en el interior del sujeto; la evidencia se da en la intuición, es decir, en un acto puramente racional por el que la mente ve de modo inmediato una idea. Es evidente que pensamos y lo pensado. El objeto del pensamiento no es evidente. La razón nos permite conocer la verdad. Pero puede ser desviada por los prejuicios, la precipitación, las pasiones, etc. Solo se debe aceptar como verdadero aquello que aparece con absoluta evidencia en la conciencia. Las ideas evidentes han de ser claras y distintas. Solo podemos admitir como ciertas aquellas creencias que han sido revisadas por nuestra razón. El criterio de verdad no depende de algo exterior al sujeto que piensa. La verdad no consiste en la “correspondencia” del pensamiento con la realidad (este es el significado de verdad para la filosofía escolástica), sino que es una propiedad de las ideas, la verdad depende del sujeto que conoce.
Descartes utiliza la duda para llegar a verdades evidentes. La duda cartesiana es metódica, su objetivo es encontrar una verdad que resista cualquier argumento escéptico. En su época había en Francia escépticos que creían imposible el conocimiento.
- Universal: Porque pone en cuestión todos los conocimientos, los del sentido común y los basados en la percepción como los que tienen su origen en la investigación científica, incluida la matemática.
- Radical: Descartes no solo duda de aquello que tras su examen resulta falso, si nos cabe alguna duda, podemos considerarlo como si realmente fuese falso.
- Teórica: No debe extenderse a la vida práctica, a la conducta moral.
La duda metódica en las “Meditaciones Metafísicas”:
- Duda de los sentidos: Los sentidos nos han engañado en muchas ocasiones: pone en cuestión solo actos concretos de percepción, aquellos que no se dan en condiciones favorables; el sueño es indistinguible de la vigilia: pone en cuestión la totalidad de actos de percepción.
- Duda de la razón: A veces nos equivocamos al razonar: pone en cuestión solo actos concretos de razonamiento, aquellos que se hacen con precipitación y descansan en la deducción; Dios nos ha podido hacer de tal modo que nos engañemos siempre (hipótesis del genio maligno): pone en cuestión la totalidad del ejercicio de la razón, incluida la intuición de las verdades matemáticas.
Conclusión de la duda: Podemos dudar de los sentidos y de la razón, podemos dudar de la existencia de los cuerpos -incluido el propio-, de las otras personas y sus mentes, de las verdades de la experiencia ordinaria y del sentido común, podemos dudar de las ciencias -incluida las matemáticas-. De la proposición “pienso, luego existo” no puede dudarse en absoluto.
Tras demostrar que Dios existe y que es bueno, podemos confiar en nuestros sentidos y nuestra razón, particularmente en todo aquello que se presente con claridad y distinción a nuestra mente.
2. Alma y Cuerpo (Res Cogitans y Res Extensa)
El alma no es sino pensamiento: es una sustancia finita cuyo único atributo o esencia es el pensamiento (juzgar, razonar, querer, imaginar, sentir; todos ellos actos conscientes: pensamiento y conciencia tienen la misma extensión; no hay lugar en el cartesianismo para el inconsciente). Por eso Descartes llama al alma res cogitans (cosa o substancia pensante). El tipo de razonamiento empleado por Descartes para demostrar que el pensamiento es el único atributo del alma se encuentra ya en Galileo: la ficción mental: “Puedo fingir mentalmente que no tengo cuerpo, y que no dependo del espacio (y no por ello dejaría de existir), pero no puedo fingir que no pienso; por tanto, lo que constituye mi esencia es pensar”.
El cuerpo (cualquier cosa material) es extensión: la extensión es su único atributo o esencia. Los modos propios del cuerpo son fundamentalmente, la figura y el movimiento (y reposo). Se acepta, por tanto, la subjetividad de las cualidades secundarias. Hay muchas cosas que hacen que la percepción de los sentidos sea oscura y confusa. Pero todo lo que percibimos clara y distintamente en las cosas corporales, lo relativo a la extensión y el movimiento, están verdaderamente en los cuerpos. La veracidad divina garantiza, lo que Galileo llamaba cualidades primarias. Las cualidades secundarias no sabemos con qué se corresponden exactamente, solo sabemos que hay algo en los cuerpos que excita en nosotros esas ideas. De este modo, Descartes geometriza el mundo corpóreo pues sus cualidades pueden ser cuantificadas. Este es el mundo de la ciencia moderna.
Descartes emplea como sinónimos las palabras substancia y cosa (res): la substancia es lo concreto existente, lo propio de la substancia es la existencia, pero no cualquier forma de existencia, sino la existencia completa: no necesita de nada más que de ella misma para existir.
Descartes opera como los geómetras al definir la substancia: construye la definición de un modo totalmente a priori (como se construye la definición del círculo, por ejemplo), y no considera que tenga que justificarla. De esta definición se seguirá que solo Dios es substancia, puesto que las criaturas necesitan de Dios para existir (Dios da la existencia -y luego la conserva- a todas las criaturas). Pero una substancia finita no necesita, para existir, de ninguna otra substancia finita: el alma, por ejemplo, no necesita del cuerpo para existir; de aquí se sigue, el dualismo cartesiano.
La relación que mantiene nuestra alma o mente con nuestro propio cuerpo es una relación peculiar, distinta a la que mantiene con el resto de los cuerpos. Nos dice que no podemos entender esta relación como la que existe entre un piloto y su nave. La nave es algo exterior al piloto por lo que el conocimiento de lo que ocurre en el barco lo tiene el piloto como lo tiene del resto de cosas físicas. Sin embargo nosotros no experimentamos nuestro cuerpo de la misma manera, pues las modificaciones que éste sufre las sentimos “desde dentro”. Descartes habla de dos tipos de sensaciones, las externas y las internas. Mediante las primeras captamos los otros cuerpos (y el nuestro cuando nos vemos o nos oímos) mediante las internas lo captamos “desde dentro”. Por eso nos dice que el alma se extiende a lo largo de todo el cuerpo, aunque exista también un lugar privilegiado en donde parece concentrarse y en donde propiamente conecta el alma y el cuerpo: el cerebro y particularmente la glándula pineal. Descartes admite que el alma y el cuerpo se relacionan causalmente (cambios en el cuerpo producen cambios en el alma, cambios en el alma producen cambios en el cuerpo).
3. Pensamiento e Ideas
En Descartes pensamiento viene a ser sinónimo de contenido consciente. Pensamiento y conciencia tienen la misma extensión, no hay lugar en el cartesianismo para el inconsciente. Por “pensar” entiende “todo lo que se produce en nosotros y que percibimos inmediatamente por nosotros mismos; no solo entender, querer, imaginar sino también sentir”. De todos estos contenidos tenemos una percepción inmediata, o todas estas vivencias tienen el atributo de la conciencia.
El pensamiento es el atributo o esencia del alma o res cogitans. Si dejara de pensar, en ese mismo momento dejaría de existir” (2ª Med.).
En el pensamiento tenemos ideas confusas o percepciones que requieren la cooperación del cuerpo, e ideas claras y distintas las cuales tienen su origen en la razón. Un trozo de cera tiene color, olor, dureza, sabor.., si lo calentamos hasta fundirla, cambian todas sus cualidades, pero sigue siendo cera, esto no lo reconozco por los sentidos, sino por el entendimiento, sé que es cera, a pesar de todas las transformaciones que pueda tener, porque capto una cualidad esencial: su extensión. La extensión no depende de los sentidos, pues puede variar con la temperatura. Estas nociones claras y distintas constituyen el objeto del conocimiento.
Divide las ideas en ideas adventicias, facticias e innatas.
- Ideas adventicias: Se producen por la acción del mundo exterior sobre nuestros sentidos. Son las ideas que dan lugar al conocimiento sensible.
- Ideas facticias: Son consecuencia del poder de nuestra imaginación. Las construye la mente a partir de otras ideas. Puedo imaginar un ser formado por el cuerpo de un perro y la cabeza de un dragón.
- Ideas innatas: Son las que se encuentran en nuestra mente antes de cualquier experiencia sensorial del mundo. La más importante es la idea de infinito o Dios. Han sido implantadas en nuestra mente por Dios. Descartes no limitó lo innato a los conceptos, también consideró que hay principios innatos o verdades eternas, por ejemplo: “cosas que son iguales a una misma cosa, son iguales entre sí”, o “de la nada nada sale”. Estas verdades no pueden descansar en la experiencia sino en la razón.
Las ideas innatas no están en nuestra mente siempre a nuestra disposición. El niño no tiene el concepto de Dios. Tenemos una potencialidad innata por la cual conocemos a Dios; la idea de Dios es producida de forma natural por la mente.
Todas las ideas son en un sentido semejantes y en otro distintas: la idea de mesa es semejante y distinta a la idea de color, es semejante en la medida en que ambas son ideas, pero es distinta porque una representa una mesa, es decir, representa una substancia, y otra representa el color, es decir, representa un accidente; la realidad objetiva de cada idea es distinta; podemos hablar de unas ideas más perfectas que otras, perfección que les viene dada de la perfección que cabe atribuir a lo representado en ellas: así la idea de ángel es más perfecta que la idea de libro, porque los ángeles son más perfectos que los libros.