El problema del mal
Es comprensible que los pensadores cristianos le dedicaran buena parte de sus esfuerzos filosóficos, puesto que, si no hay más causa creadora que Dios, y Dios es infinitamente bueno, ¿cómo se explica el origen del mal? La solución que propone San Agustín pasa por negar de entidad al mal, es decir, el mal, en sí mismo, no es nada, únicamente es ausencia de bien.
El libre albedrío
Es en este punto que San Agustín introdujo la idea del libre albedrío. Dios creó al hombre según su imagen y estilo, y le dio libre albedrío. Por lo tanto, hacer el mal es favorecer el bien inferior o, de manera similar, abusar del libre albedrío.
La libertad
En el contexto de la filosofía de Agustín, la libertad equivale a la obediencia a Dios, porque nuestras almas están creadas a su imagen y estilo, tendiendo hacia Dios, y la verdadera libertad será actuar según el designio de nuestra naturaleza, es decir, obedecer.
La ciudad de Dios
San Agustín en “La ciudad de Dios” quiere dar un discurso sobre la actualidad y el significado histórico. El pensamiento antiguo es un concepto cíclico del tiempo, a partir del cual la historia puede considerarse como la acumulación de eventos sin dirección, el pasado no es diferente del presente, no hay principio ni fin.
El pensamiento político de San Agustín
A pesar de que en el pensamiento de San Agustín no encontramos un programa estrictamente hablando de política, su identificación con lo sobrenatural y el orden natural se convertirá en una teocracia con el agustinismo político.
El pensamiento teológico de San Agustín
San Agustín, como filósofo cristiano, asume las novedades teóricas que aporta el Cristianismo en relación a la idea de Dios.