San Agustín de Hipona
Contextualización: *La ciudad de Dios*
*La ciudad de Dios contra los paganos* es una obra que trata de la naturaleza de Dios, el martirio, el pecado, la muerte, la ley, el tiempo, la Providencia, el destino y la historia. Explica el sentido de la Historia, desde la creación del mundo hasta el Juicio final. Es una historia lineal, en contra de la concepción griega, dividida en seis edades, correspondientes a los seis días bíblicos de la creación del mundo. Está dividida en dos partes. La primera refuta las opiniones de los que creen que el culto a los dioses paganos tiene utilidad en esta o en la otra vida. Roma se tambalea no por culpa de los cristianos, sino por las miserias del paganismo, pero no arrastrará consigo sino sus propios pecados. El triunfo de la **Ciudad de Dios** está asegurado. Los últimos doce capítulos tratan del origen de las dos ciudades, de la creación y del origen del mal, de su desarrollo y de su desenlace. Al hablar Agustín en el libro XI de Dios, de su bondad y de la creación, compara a la Trinidad con el alma humana y esto le lleva a las tres verdades que podemos descubrir por autoconocimiento. La historia de las dos ciudades tiene como preámbulo la de las dos ciudades ultraterrenas: la de los ángeles sujetos a Dios con sumisión y amor y la de los demonios desventurados y rebeldes. Ambas subsisten mezcladas, hasta que en el Juicio final se produzca la separación definitiva y triunfe la **Ciudad de Dios**. Nada se sabe acerca de cuándo vendrá ni cómo se desarrollará. Desde luego, el juez será el Cristo glorioso, y la última fase de la historia humana estará muy agitada por luchas espirituales y acontecimientos físicos gigantescos; y ciertamente el fin y el juicio representarán una regeneración. El resultado final de las dos ciudades será felicidad eterna para una, infelicidad eterna para la otra. La felicidad tiene un carácter trascendental, divino. Los seres humanos no pueden alcanzarla por sus propios medios: la vida humana es desorden, apasionamiento, violencia. La racionalidad y la paz no son de este mundo. Los santos tendrán la bienaventuranza eterna; no sólo para las almas que contemplarán a Dios, sino también para los cuerpos que resucitarán a una vida diferente de la terrena. La forma de la resurrección no está clara.
El Neoplatonismo
En los escritos de Plotino, San Agustín descubrió algo fundamental para la historia del pensamiento occidental: **Dios y el alma son realidades inmateriales**. Casi todos los filósofos antiguos habían sido materialistas. La conversión filosófica de Agustín al **neoplatonismo** introduce definitivamente el inmaterialismo en la filosofía posterior. El neoplatonismo permitirá a San Agustín explicar la existencia del mal sin recurrir al dualismo maniqueo. Las cosas ni son absolutamente ni no son absolutamente. Existen porque tienen el ser de Dios, no son absolutamente porque no son lo que es Dios. Las cosas tienen un grado de bondad, pero son corruptibles. Todo lo que existe es bueno, **el mal no es una sustancia, sino una privación del bien**.
San Agustín excluyó de su interpretación del platonismo varios de los postulados de la escuela neoplatónica. Su platonismo en varios aspectos está más cerca de la doctrina de los diálogos de Platón que de la filosofía de Plotino.
Contextualización Histórica
El Bajo Imperio Romano es el período histórico que se extiende desde el acceso al poder de Diocleciano en 284 hasta el fin del Imperio Romano de Occidente en 476. Tras los siglos dorados del Imperio Romano, el Imperio entró en una profunda crisis. El ejército ordinario apenas podía guarnecer las fronteras en tiempos de paz. Si un punto era atacado, sólo podía ser reforzado con tropas que defendían otra zona de la frontera. Para solucionar este problema se incorporaron tropas bárbaras al ejército. Además, existía anarquía militar, caracterizada porque la guardia pretoriana se rebelaba para deponer al emperador, y los ejércitos provinciales para elevar a su comandante a la dignidad imperial, dando lugar a guerras civiles.
Los cristianos usaron la filosofía para esclarecer la fe, fijando el dogma en la lucha contra las herejías, y para justificar la fe en un mundo hostil. **San Agustín es una figura central** en ambos aspectos, su influencia es extraordinaria durante toda la Edad Media. Su obra supone la primera gran síntesis entre el cristianismo y la filosofía platónica. Aunque inspirado por la fe, el pensamiento de San Agustín dominará el panorama filosófico cristiano hasta la aparición de la filosofía tomista, ejerciendo un influjo considerable en pensadores cristianos durante siglos.
El cristianismo poseía una fuerte carga revolucionaria: oponía el Reino de Dios al reino del César, y en el Apocalipsis la Jerusalén celestial se contrapone a Babilonia, que no es sino la misma Roma. Agustín de Hipona fue uno de los primeros teólogos que intentó conciliar las enseñanzas de Jesús con la defensa de un imperio que en buena medida era cristiano y que intentaba sobrevivir al asalto de bárbaros. Admitía el pacifismo privado (todos debemos perdonar a los que nos ofenden y orar por nuestros enemigos), aceptaba el pacifismo total de unos pocos (los monjes llamados a seguir el camino de perfección, por ejemplo) pero indicaba que el imperio no podía incorporar ese punto de vista como política pública y que su defensa era lícita. Aún más, los cristianos debían contribuir a ella como buenos ciudadanos.
Nociones
Amor a la Existencia y Amor al Conocimiento
El **amor a la existencia** se ve en que todos los seres de la naturaleza luchan por sobrevivir y evitan la muerte. El ser humano más miserable preferiría vivir eternamente en su miseria a morir. El **amor al conocimiento** sólo se manifiesta en el ser humano, pues cualquiera prefiere lamentarse a alegrarse en la locura. Los animales tienen sentidos más desarrollados que las personas, pero carecen de razón. La concepción del amor de San Agustín no se agota en su dimensión natural. **Dios ha creado el mundo por amor**. Todas las cosas son buenas porque las ha creado Dios. **El mal surge porque nos volvemos hacia lo material**, pero la materia no es mala pues Dios la ha creado. **El mal es la negación del amor de Dios**. Dios no es la causa de ningún mal, pero lo permite porque puede sacar bien del mal. El mal físico, las enfermedades y la muerte, son la consecuencia del pecado original. Adán y Eva en el paraíso estaban en perfecta armonía con la naturaleza, eran inmortales, no sentían dolor ni pena, sus pasiones estaban sujetas a la razón y su conocimiento no tenía error. No fue el cuerpo el que hizo pecadora al alma, sino que **el alma pecadora hizo al cuerpo corrupto**. Si fuésemos animales sólo podríamos amar las cosas sensibles. Nosotros hemos sido creados a imagen de Dios, que es la eternidad, la verdad y el amor. Si nos volvemos hacia Él, no moriremos y no nos equivocaremos. Los seres humanos buscamos la felicidad de diferentes modos, esto lleva al relativismo moral. Si nuestro amor a Dios es bastante intenso, encontraremos el camino a la verdadera felicidad. Los amores deben situarse en un orden correcto: en la cúspide se halla el amor a Dios, el amor al prójimo, el amor a uno mismo y el amor al cuerpo. San Agustín atribuye a los bienes temporales un valor relativo: el cuerpo debe someterse al alma y el alma a Dios. La posibilidad de volver a Dios está en nuestra alma, pues es la imagen de la Trinidad: “**Yo soy, yo conozco, yo quiero**.” Son tres facultades distintas pero están muy unidas. Esta semejanza del alma con la Trinidad nos permite llegar a Dios. El ser humano nace, crece, envejece y muere, pero puede renacer espiritualmente para alcanzar la eternidad.
Escepticismo Académico y Certeza de la Propia Existencia
Pirrón de Elis fundó la primera escuela escéptica. Su pensamiento fue recogido por la Academia nueva. El **escepticismo** tiene dos partes, una teórica según la cual no hay ninguna verdad segura, y otra práctica, como consecuencia desaparece toda inquietud, alcanzamos la serenidad de ánimo, que nos permite alcanzar la felicidad. “Nada es más”, lema del movimiento escéptico, ninguna cosa es más cierta o más falsa, ni mejor ni peor. Los escépticos se basan en que todas nuestras percepciones son relativas, sólo nos permiten conocer la apariencia de las cosas. Nuestras opiniones son convencionales, se basan en la costumbre. Una persona escéptica diría *siento frío* pero no *hace frío*, ya que sólo puede saber que *él/ella* tiene frío o calor. A esta postura de no emitir juicios sino exclusivamente opiniones, se la llamó **suspensión de juicio**. La suspensión del juicio no significa abandonar la crítica. El filósofo dogmático cree que posee la verdad, el filósofo escéptico se define como un buscador de la verdad, pero afirma que es imposible encontrarla. Su principal tarea es destruir los argumentos dogmáticos. San Agustín piensa que la verdad no hay que buscarla en el exterior por medio de los sentidos, sino reflexionando y **buscando la verdad en nuestro interior**. Así se superan los argumentos escépticos. **La búsqueda de la verdad debe comenzar por la evidencia de sí mismo**, todas las mentes se conocen a sí mismas con total certeza. San Agustín se anticipó a Descartes, pero no le interesaba la existencia del mundo exterior, por lo tanto, sus conclusiones son distintas.
Temas
Sabiduría e Iluminación
La filosofía de Agustín de Hipona es una continua búsqueda hacia lo más interior de sí mismo y hacia lo más elevado de la realidad: “**Quiero conocer a Dios y al alma**”. Al proceder así, responde a sus propios impulsos y preocupaciones. Su doctrina será una síntesis de cristianismo y neoplatonismo. El pensamiento que busca la verdad ha de comenzar por la evidencia de sí mismo. Es así como se puede superar la duda de los escépticos de la Academia nueva. La búsqueda de la verdad no se detiene en esta certeza. Agustín busca la **verdad necesaria, inmutable y eterna**, la cual no puede ser facilitada por los objetos sensibles. **Sólo Dios es la verdad**. Por tanto, la búsqueda va de lo exterior (las cosas) a lo interior (el alma); en ella se realiza el descubrimiento de verdades, reglas o razones eternas que nos permiten juzgar sobre todas las cosas sensibles. Pero no se termina ahí: como esas verdades no pueden proceder del alma, que es mudable, sólo pueden explicarse por una **iluminación divina**. De este modo, la búsqueda en lo interior culmina en un movimiento hacia lo superior, del alma hacia Dios. No es fácil comprender cómo concibe Agustín esa iluminación divina en el alma. Se inspira, sin duda, en Platón (la Idea del Bien).
El Hombre como Imagen de Dios
San Agustín abandona la idea pitagórica de que el cuerpo es la prisión del alma, pues la encarnación del Verbo obligó a los cristianos a ensalzar el cuerpo humano. Agustín se muestra fiel a la tradición bíblica, considera al hombre como la **unidad de cuerpo y alma**. Pero cuando aborda la cuestión desde un punto de vista estrictamente filosófico adopta el dualismo platónico. Por supuesto, rechaza la preexistencia del alma, la pluralidad de almas en el hombre y que la unión con el cuerpo sea consecuencia de un pecado anterior.
La psicología de Agustín destaca el papel de la **memoria** en la vida interior. No es ninguna casualidad que el análisis de esta facultad se encuentre al final del libro de las *Confesiones*, junto con el estudio del concepto de temporalidad. Gracias a la memoria el hombre consigue hacerse presente su propia intimidad y construir su identidad personal. La memoria, pues, posibilita la vida interior y abre el camino de la introspección y de la búsqueda interior. Pero el abismo del espíritu es demasiado profundo para que pueda ser sondeado.
Las tres facultades del alma humana: la **memoria**, la **inteligencia** y la **voluntad**, juntas y cada una por separado, constituyen la vida, la mente y la substancia del alma. “Yo, dice Agustín, recuerdo que tengo memoria, inteligencia y voluntad; sé que entiendo, quiero y recuerdo, y quiero querer, recordar y entender”.
El **amor** culmina el movimiento del alma iniciado con el conocimiento. El amor es una fuerza ascendente que lleva al alma hasta Dios, donde encuentra la felicidad. **Conocer es amar y amar es conocer**. El error no es sólo un fallo de la mente, el error es también amor a lo inferior y olvido de lo espiritual.