El bosque caducifolio
También llamado de frondosas, es propio de la región eurosiberiana, de clima oceánico o atlántico con lluvias suficientes. Es un bosque de hoja caduca, que las pierde en la entrada del invierno. Las especies características son el roble y la haya, así como el castaño y el avellano. Menos frecuente es el tilo y el arce.
El roble vive a menos altura que la haya, con la que se mezcla a veces. Su techo son los 1000 metros, pues tolera menos el frío. Es un árbol de suelos silíceos. La especie principal es el carballo, que se instala en suelos poco ácidos y llega a alcanzar los 40 metros de altura y un tronco de más de 1 metro de diámetro en algunos ejemplares centenarios.
La haya se encuentra en masas monoespecíficas y también mezclada con el roble. Necesita humedad y le resultan favorables las nieblas y rocíos de las montañas. Se adapta a suelos calizos y silíceos, desde la cordillera cantábrica al Pirineo navarro, disminuyendo en el Pirineo central y oriental.
Su madera es buena y densa, con gran interés económico, apta para celulosa, construcción, muebles, utensilios o para leña. Crece con bastante rapidez, por lo que los turnos madereros son de ochenta o cien años.
Los árboles que acompañan a los hayedos son arces, mostajos, sauces, tejos y alisos. Entre los arbustos, acebos, avellanos o boj en el NE, o los arándanos y brezos al O de la Cordillera Cantábrica, Ibérica y Central. Las formaciones arbustivas se desarrollan en aquellos lugares en los que el clima, el suelo o la degradación del bosque por la acción del hombre impide el crecimiento de árboles. Surge la landa, un matorral formado por brezos, que se da en suelos ácidos.
La formación herbácea típica de esta zona es la pradera, base de la actividad ganadera del norte de España. El bosque caducifolio no ocupa hoy ni el 10% de su área potencial. Su pervivencia se enfrenta a:
- Reducción de ingresos en los municipios con bosques comunales.
- Aumento de la presión ganadera para establecer nuevos espacios de pastos en el norte de España.
- Pérdida de usos tradicionales de la madera.
El bosque esclerófilo mediterráneo
La formación más extensa y general de España es el encinar. Junto a las asociaciones vegetales que le son propias, forma el bosque esclerófilo, de hojas duras y resistentes, adaptadas a la vida en lugares secos. Abarca todo el territorio, desde el SE de Galicia a Almería y desde Girona a Cádiz, además de las islas Baleares y el Sistema Central y Sierra Morena.
Entre sus características comentamos: crecimiento lento, tarda siglos en llegar a su techo de altura (20 m), hojas de colores mates, que van del gris al verde oscuro, pequeñas y coriáceas, con una espesa cutícula para impedir la evaporación por la radiación solar. Sus raíces son muy potentes para aprovechar al máximo las precipitaciones, soportando sin dificultad largos períodos de aridez.
Así se explica su adaptación a distintos paisajes, a distintas temperaturas y precipitaciones, y a distintos suelos, silíceos o margosos. Presenta una moderada producción de biomasa, cuya materia forma un manto que se descompone lentamente en el suelo.
El uso de la encina ha sido: aprovechar la bellota para alimentar el ganado, el carbón vegetal y el uso de la madera para carpintería. Donde hay más humedad aparece el alcornoque, que resiste peor que la encina las heladas y la sequía, por lo que se sitúa en zonas de inviernos suaves. Tiene hojas parecidas a las de la encina, aunque de tonos más pálidos, y sus copas son menos densas, por lo que la luz penetra hasta el suelo. Su tronco es muy grueso y ramificado a pocos metros del suelo, no crece más de 20 m y no se encuentra en suelos calizos.
Su corteza se utiliza para corcho, y su madera para hacer toneles y construcción naval. Como especies secundarias tenemos algunas especies de pinos. El pinsapo, especie endémica, muy protegida, se encuentra en Sierra de Grazalema (Cádiz), Sierra de las Nieves en Ronda (Málaga) y en el monte de los Reales (Estepona). Necesita abundantes lluvias (más de 1000 mm), dentro de un régimen térmico fresco, tolerando la aridez estival, por lo que se sitúa entre los 900 y 1800 m de altura.
El matorral del bosque mediterráneo
Lo componen especies como la jara, acebuche, olivo silvestre, el lentisco, coscoja y romero. Dentro del matorral hay que destacar dos formaciones arbustivas:
- Maquis: rico en especies, denso y alto. Se encuentra en el área del alcornoque con especies como la jara, la retama, el madroño y el tojo.
- Garriga: más baja y densa, considerada una etapa inferior al maquis. Se encuentra en el área de la encina, cuyas especies más representativas son el romero, el tomillo, espliego y la aliaga.
En las zonas más secas, como el sureste peninsular, se desarrolla la estepa, una formación herbácea en la que predomina el esparto, espárrago y el palmito. El bosque mediterráneo es el que más ha retrocedido, por su enorme extensión. El encinar y gran parte de los alcornocales se aprovechan para dehesa.
El bosque de coníferas
Las coníferas son plantas de frutos cónicos y ramas de contorno también cónico. El reparto de las especies pináceas de este bosque es desigual. La disparidad de las coníferas no se debe al dominio climático o del suelo, sino que se adaptan, según especies, a condiciones extremas de frío, calor, humedad y aridez. Presentan una copa cónica, pequeñas hojas o acículas y escaso sotobosque. Entre sus especies destacamos:
- Abeto: necesita mucha agua. Lo encontramos en los Pirineos, no en la Cordillera Cantábrica, pues no soporta la humedad.
- Pino negro: se encuentra en los Pirineos, resiste bien el frío y la altura.
- Pino silvestre: se encuentra en zonas montañosas del norte, interior. Su madera es de gran calidad.
- Pino carrasco: necesita menos agua, se adapta a suelos calizos y a laderas, entorno a los 600 m.
- Pino laricio: en suelos calizos de poco agua, bueno para producir madera y poblar.
- Especies como el pinsapo o los sabinares: se encuentran entre la Cordillera Cantábrica y las Subbéticas. Se adaptan a medios difíciles. Comparten su espacio con el quejigo y arbustos como espliego y tomillo. Los sabinares se asocian a los bosques de frondosas y al esclerófilo mediterráneo.
La laurisilva canaria
Las islas son geológicamente homogéneas, pero presentan diferencias en cuanto a la naturaleza química de las rocas, el clima y la historia de su poblamiento vegetal. Los endemismos superan el 50% de la flora.
El bosque de laurisilva se encuentra favorecido por el “mar de nubes” de los alisios que tropiezan con la montaña, en torno a los 500 m. Los barrancos están ocupados por helechos y el fayal y el brezal, de porte arbustivo y arbóreo, se encuentran en las crestas. Por encima de los 1000 m comienza el pinar canario; la falta de nieblas favorece el desarrollo del pinar típico que llega hasta los 2000 m. Por encima se encuentran los retamales. En los primeros pisos de la montaña, palmeras y dragos.
El pino canario tiene gran tolerancia térmica y forma grandes masas forestales, llegando en el sur a ponerse en contacto con los cardonales. Su sotobosque es pobre; a veces aparecen retamas y jaras. El piso basal más árido está representado por los tabaibales. Fuerteventura y Lanzarote, por su relieve poco acusado, marcan un cambio en la vegetación. Su litología fundamental son los basaltos. La falta de montañas elevadas hace que los alisios no provoquen los mares de nubes, por lo que hay ausencia total de laurisilva. El pino canario no existe.