La Revolución Industrial y el Crecimiento Urbano
Durante las últimas décadas del siglo XIX, comenzó un fuerte proceso de urbanización en España coincidiendo con los primeros pasos de la industrialización. La revolución industrial transformó la distribución de la población en el territorio, así como la morfología y estructura de las ciudades.
Para entender este proceso de urbanización, hay que tener en cuenta los siguientes factores:
- Las industrias: La localización industrial fue uno de los principales agentes que motivaron los desequilibrios territoriales. La instalación de fábricas benefició a ciertos núcleos urbanos, que experimentaron un rápido crecimiento, mientras que otras ciudades quedaron marginadas del proceso industrial.
- El crecimiento demográfico: La población aumentó lentamente hasta el siglo XIX, pero a partir de entonces se produjo un fuerte crecimiento, que afectó tanto a las áreas urbanas como a las rurales. Las malas condiciones de vida en el campo y las oportunidades económicas que ofrecía la ciudad produjeron un intenso movimiento migratorio del campo a la ciudad.
- El ferrocarril: Las zonas más accesibles y bien comunicadas fueron un factor de atracción industrial.
- La desamortización: El paso de propiedades de la Iglesia al Estado aumentó la superficie edificable. Estos espacios fueron aprovechados por el Estado o por la burguesía para proyectos urbanos de construcción de viviendas y edificios públicos, y ampliación de las vías de comunicación.
La Estructura de la Ciudad Industrial
Durante la etapa industrial, surgieron en las ciudades españolas dos realidades urbanas diferentes: los barrios planificados y los barrios que crecieron desordenadamente.
La Ciudad Planificada
Para la burguesía, las ciudades eran un espacio de inversión del que podían obtener grandes beneficios. En las nuevas zonas que edificaron, se buscaron soluciones a los problemas urbanos. Se llevaron a cabo obras necesarias, como el derribo de cercas y murallas, la mejora de las infraestructuras viarias y de los abastecimientos, y el desarrollo de los transportes.
Tres espacios fueron los más afectados por la planificación urbana:
- Los ensanches: Fueron un modelo de planificación de los barrios burgueses al mejorar las condiciones de vida y ordenar la circulación. Mediante un trazado de calles con un plano ortogonal, se consiguió un mayor aprovechamiento del suelo, permitiendo la construcción de grandes manzanas de viviendas con comercios en la planta baja.
- La apertura de grandes vías de comunicación: El desorden de la mayoría de las ciudades preindustriales impedía el desarrollo de la circulación, por lo que se abrieron grandes vías para permitir una mayor fluidez.
- Las ciudades jardín: Aunque la idea no tuvo en España el mismo interés que en otros países europeos, sí existieron algunos proyectos, como el de la Ciudad Lineal de Madrid. Este constaba de una gran calle central con viviendas a ambos lados, rodeadas de jardines, y el centro se utilizaría para la circulación. La idea de acercar el campo a la ciudad, y el hecho de que la burguesía urbana era reacia a abandonar el centro de la ciudad, está en la base de la construcción de barrios-jardín dentro de la propia ciudad. Surgieron pequeños barrios que optaron por la promoción de viviendas unifamiliares de alta calidad.
Los Suburbios Marginales
Paralelamente al desarrollo de la planificación urbana, se produjo un crecimiento de barrios marginales y de autoconstrucción de forma desordenada.
La llegada masiva de población para trabajar en las industrias concentró a la mayor parte de los emigrantes en suburbios marginales, que se diferenciaban de los espacios planificados por la existencia de grandes bloques de viviendas, la carencia de servicios básicos, la falta de espacios abiertos ajardinados e infraestructuras de comunicación. Las condiciones de vida eran infrahumanas.
El crecimiento urbano se extendió hacia municipios próximos a las grandes ciudades, en los terrenos que recorrían los caminos que comunicaban las poblaciones. Este crecimiento propició la aparición de arrabales, donde la población sin recursos para comprar una vivienda construyó chabolas en suelo rústico, junto a fábricas y almacenes.
La Ciudad Industrial hasta 1970
En el siglo XX, se produjeron tres fenómenos interrelacionados: un fuerte crecimiento demográfico, un crecimiento de la industrialización y un gran desarrollo urbano. Las ciudades españolas se consolidaron durante los primeros años del siglo como los espacios más dinámicos económicamente.
Durante la década de 1960, se produjo el éxodo rural. La emigración de las personas que abandonaron el campo español para establecerse en las ciudades provocó un fuerte desequilibrio en la distribución de la población y puso de manifiesto las deficiencias de las ciudades españolas.
Las personas que llegaban necesitaban viviendas, lo que provocó un aumento en la altura de las construcciones, la ocupación de terrenos rústicos con usos urbanos y el crecimiento de los poblados marginales. Se censaron hasta 128.000 chabolas con más de 582.000 personas.
Con el tiempo, estos poblados se fueron consolidando, incorporando dotaciones básicas y sustituyendo las chabolas por bloques de viviendas en altura, integrándose dentro del tejido urbano. Actualmente, son barrios casi excluidos de grupos marginados.
Esta masificación y la falta de planificación llevaron a la intervención del Estado. Una de las primeras finalidades de esta intervención fue frenar la expansión del chabolismo. Para evitarlo, se construyeron polígonos de viviendas de promoción oficial, concentrados en los llamados poblados dirigidos, poblados mínimos y poblados de absorción. También destacaron en este período las ciudades dormitorio, ubicadas en municipios próximos a las grandes ciudades.