Cambio Energético y Avances Tecnológicos
Las causas que provocaron el crecimiento de la economía española en el tercio del siglo XX fueron la utilización de nuevas fuentes de energía (difusión del uso de la electricidad y el petróleo) y los avances tecnológicos. Esto permitió vencer uno de los principales obstáculos para la industrialización española en el siglo XIX: la falta de fuentes de energía competitivas debido a la escasa calidad del carbón autóctono.
El progreso de la electrificación en España se produjo en dos grandes etapas: entre el año 1880 y 1914. En Cataluña, la electrificación disminuyó la dependencia energética del carbón gracias a la producción de hidroelectricidad. El avance en el refinado del petróleo y los progresos técnicos en la mecánica de motores impulsaron una nueva revolución del transporte: el automóvil. También mejoró la transmisión de la información. A partir de 1860 se expandió el telégrafo y en la década de 1920 el teléfono y las emisiones de radio.
El Crecimiento Industrial
En las tres primeras décadas del siglo XX, el producto industrial español aumentó. Cataluña mantuvo la posición central en la industria española. La estructura industrial catalana sufrió una importante transformación con la aparición de nuevas industrias y la consolidación de las ya existentes.
Los Sectores Tradicionales y las Nuevas Industrias
Las industrias tradicionales como la alimentaria y textil continuaron su expansión. También lo hizo la industria química. La industria siderúrgica vizcaína creció y en 1902 se creó Altos Hornos de Vizcaya. Se experimentó un rápido crecimiento de la industria eléctrica, metalúrgica (automóvil y electrodomésticos) y la distribución de petróleo, como Campsa (1927). El sector de la construcción recibió un gran impulso a partir de la consolidación de la industria del cemento.
La Diversificación de la Industria Catalana
En Cataluña, la industria textil mantuvo su predominio, pero redujo su peso específico. Las industrias básicas aumentaron. Las diferentes ramas de la industria ligera también crecieron. El incremento del sector eléctrico fue uno de los grandes cambios de este periodo. En la consolidación de este sector contribuyó la creciente demanda de nuevas infraestructuras de las ciudades industriales, sobre todo la inversión extranjera, con la instalación en Cataluña de las primeras multinacionales. En cuanto al destino de la producción, el incremento de la renta española contribuyó a aumentar la demanda y el comercio con el resto de España se intensificó. Mientras el incremento del potencial económico de Cataluña aumentaba, su capacidad financiera disminuía y la banca catalana entraba en una crisis profunda.
La Difusión Territorial de la Industria
Junto con los dos núcleos básicos, Cataluña y el País Vasco, la industrialización se difundió por zonas más extensas del territorio español: Madrid, Galicia y la cornisa cantábrica, Valencia y Alicante. La mayor difusión geográfica de la industria no puso fin a los profundos desequilibrios en la distribución de la renta entre las diferentes áreas geográficas españolas.
La Mejora de las Comunicaciones
Los medios de transporte y los sistemas de comunicación conocieron una notable transformación que benefició el crecimiento industrial. Se necesitaban creaciones de grandes infraestructuras, financiadas en buena parte por el Estado. La red telegráfica aumentó y mejoró la calidad de las transmisiones. La primera empresa de telefonía fue la Sociedad General de Teléfonos de Barcelona (1890).
El Intervencionismo del Estado
Una característica de la economía española durante el primer tercio del siglo XX fue la restricción de la competencia entre empresas y la constante intervención del Estado. Este intervencionismo se manifestó en dos direcciones: la concesión de ayudas para estimular la inversión privada en industrias tecnológicamente más avanzadas y la elevación del proteccionismo. En 1891 se promulgó un arancel aduanero que suponía el abandono del libre cambio y el retorno al proteccionismo. Para restringir la competencia se establecieron acuerdos entre las empresas para fijar precios y repartirse el mercado por medio de cuotas. Como resultado, España tenía precios de venta del carbón más elevados que en otros países. Las medidas protectoras afectaron negativamente a la economía, pero también tuvieron efectos positivos al fomentar la industria nacional y la articulación del mercado interior.
Crisis Agraria
La agricultura española inició el siglo XX haciendo frente a las consecuencias de la crisis agraria que se extendió por Europa a finales del siglo XIX. Con una agricultura orientada sobre todo hacia el cultivo de los cereales, el olivo y la vid, en tierras de secano y con ganadería ovina destinada a la producción de lana, España acusó la crisis cerealista más fuertemente que otros países de su entorno. La causa inmediata de la crisis fue la llegada a Europa de productos procedentes de países con una agricultura extensiva más competitiva. El resultado fueron precios más bajos que los europeos a consecuencia de una producción muy elevada y de la reducción del tiempo y los costes del transporte gracias a los avances en la navegación. La competencia del cereal extranjero provocó una bajada de los precios, reducción de los ingresos y caída de los beneficios. Esto originó una serie de protestas coordinadas por la Liga Agraria. La disminución de los beneficios conllevó una disminución de los salarios, lo que desencadenó un periodo de agitaciones campesinas. La crisis cerealista fue acompañada de una crisis de la viticultura, muy intensa en Cataluña, donde el cultivo de la viña había alcanzado una gran extensión a raíz de la plaga de la filoxera en Francia. En 1910 se extendió por toda Cataluña, provocando la muerte de toda la vid autóctona y la pérdida de las cosechas, lo que supuso un derrumbe económico. La muerte de las viñas inició un conflicto entre los rabassaires y los propietarios.
Evolución Agrícola
La crisis agraria se superó gracias al establecimiento de nuevas barreras arancelarias y el crecimiento de la producción. Los motores principales de la mejora agrícola fueron: 1) las nuevas roturaciones y la intensificación de los cultivos, que permitieron la mejora de la productividad en el conjunto del sector primario español; 2) la introducción de nuevos cultivos destinados a mejorar la producción ganadera, lo que permitió incrementar las existencias de carne y leche para satisfacer la demanda urbana. También hubo una especialización de cultivos destinados en gran parte a la exportación. La producción de cereales se consolidó como el cultivo principal del campo español. Los cultivos más productivos fueron la vid, el olivo, los cítricos, los frutales y las hortalizas. La producción ganadera de carne y leche también aumentó considerablemente. Los rendimientos escasos en sectores como el cerealístico comportaron precios muy altos. La agricultura catalana siguió una evolución parecida a la española, aunque la productividad aumentó un poco más y la reducción de la población agrícola fue mayor. La producción de cereales aumentó, principalmente el arroz. El incremento mayor de la producción se dio en el sector ganadero. La viticultura sufrió una depresión larga y profunda. El aceite, las frutas secas, las patatas y los cítricos fueron los productos destinados a la exportación en mayor volumen.
Los Problemas del Campo Español
La situación del campo español en el tercer tercio del siglo XX estaba marcada por la enorme desigualdad en la estructura de la propiedad de la tierra. En las zonas latifundistas de Extremadura y Andalucía, la población vivía en condiciones próximas a la subsistencia. La existencia de minifundios en Galicia, combinada con la mala calidad de la tierra en la submeseta norte, impidió aumentar la productividad en términos suficientes. Para mejorar la producción se fomentó el aumento del regadío. En 1902 se aprobó un plan que estimulaba la implantación de regadíos en zonas de secano, que se amplió con la creación de las confederaciones hidrográficas. A principios del siglo XX, el problema principal era la gran cantidad de campesinos sin tierra.