El Lenguaje
El lenguaje es un factor determinante del discurso en la recreación lingüística. El lenguaje utilizado en la obra, ejemplo de la deformación idiomática, ayuda a plasmar la deformación literaria, símbolo de la deformación real (la España de principios de siglo). Es lo que llamamos “voluntad de estilo”, que Max reivindica en la escena XII de Luces de Bohemia. En la obra predomina el diálogo; a través de él se nos presentan los personajes en acción y ellos intervienen directamente. El diálogo suele ser rápido. Valle es un maestro en el arte del diálogo. Destaca por su oportunidad y la exactitud en la intervención de los interlocutores; dominan las réplicas de 1, 2 ó 3 líneas, marca nerviosa y rápida que normalmente intensifica ese dinamismo. Contribuyen a esa rapidez y concentración expresiva las frecuentes elisiones, el tono exclamativo, la combinación del léxico coloquial y literario, los juegos de palabras, la abundancia de refranes y frases hechas, las formas de insulto… En la obra tenemos distintos tipos de diálogos: informativos, ideológicos, cuadros de costumbres, diálogos de ingenio, situaciones de enfrentamiento.
Además del diálogo, en la obra abundan las descripciones, muy presentes y detalladas en las acotaciones, que surgen incluso a mitad de escena. Son importantísimas e innovadoras por su riqueza de detalles, el colorido y la gestualidad que nos transcriben. En la inmensa mayoría de obras dramáticas las acotaciones pretenden facilitar la representación; en consecuencia, se subordinan a la acción dramática y su lenguaje es puramente denotativo y carece de intencionalidad literaria. Sin embargo, en nuestra obra, además de esa función convencional, las acotaciones tienen un valor literario intrínseco. Valle adopta la actitud de un narrador de relato y extiende hasta las acotaciones su intención artística, de modo que la lectura no resulta interrumpida al inscribirse tanto el diálogo como las acotaciones dentro de la función poética. Además, al facilitar y orientar la representación, lo hace sirviéndose de una gama de recursos más amplia de lo que es habitual porque en Luces de Bohemia pretenden evocar además de describir. En ellas se describe el movimiento, el gesto, las actitudes, el tono, la caracterización externa de los personajes, los elementos del decorado y la iluminación escénica, y los sonidos que completan la acción.
Las larguísimas acotaciones de Luces de Bohemia destacan por su técnica impresionista: rápidos e intencionados brochazos o pinceladas basadas en el empleo predominante de la frase nominal (SN sin verbo), para dibujar un escenario o un ambiente. Manifiestan una verdadera voluntad de estilo, con abundantes recursos estilísticos, selección de verbos, cuidada selección léxica (especialmente destacable en cuanto a la adjetivación) y la expresividad de complicadas imágenes y personificaciones.
Tanto el diálogo como la descripción manifiestan riqueza y variedad de registros idiomáticos que no dejan de buscar la deformación idiomática (para transcribir la deformación de la realidad). De ahí que la lengua sea compleja y múltiple:
- Uso de palabras clave como grotesco, fantoche, pelele, troglodita, esperpento.
- Aparición de lenguaje pedante o cursi.
- Uso paródico de frases hechas.
- Empleo de expresiones administrativas para ridiculizarlas.
- Abundancia de vulgarismos y de habla castiza madrileña.
- Aparición de abundantes palabras de “argot” como gitanismos (mangue, pirante, mulé), voces populares de pobreza y sufrimiento (“colgar” por “empeñar”).
- Tendencia a la reducción de palabras, que se quedan sólo en su primera mitad. La finalidad es que igual se reconocen y aportan mayor familiaridad, a veces incluso demasiada y exagerada (por ejemplo, “La Delega”, Delegación de orden público; “propi”, propina; “La Corres”, periódico La Correspondencia).
El Punto de Vista
Valle supo llevar a sus propios intereses estéticos la realidad y la cultura de su tiempo. Un aspecto básico para entender la estética del esperpento es comprender la perspectiva adoptada por el autor respecto a los temas y contenidos expuestos. Así, en la tradición literaria se pueden establecer, a modo de esquema, tres maneras de ver artísticamente el mundo: primera “de rodillas”, a la manera de Homero (por ej. Aquiles), en que el personaje, normalmente identificado con las características del héroe trágico, es superior a su autor y a su tiempo, y es objeto de admiración y veneración; segunda, “de pie”, tal y como se observa en las obras de Shakespeare, donde la mirada del autor coincide con las flaquezas y grandezas del protagonista, y lo antiheroico asoma entre las virtudes del héroe (por ej. Hamlet); tercera, “levantado en el aire”, la propia de Valle, en donde hay un insalvable distanciamiento entre la voz del autor que construye la historia y los personajes que la viven: por tanto, el punto de vista empleado se sitúa normalmente por encima de las criaturas de ficción y, a través de la ironía e incluso del desprecio, se omite cualquier atisbo de sentimentalismo pues no cabe el afecto hacia los títeres deformados del esperpento, de acuerdo con la definición que nos da del esperpento el propio Valle a través del diálogo entre Max y D. Latino en la escena XII de Luces de Bohemia. Se trata, en consecuencia, de situar al creador en una posición de “demiurgo”, arquitecto total de un mundo, con capacidad para resolver los más mínimos detalles de la historia. Es cierto que a veces muestra un radical desapego respecto a su obra y sus criaturas, pero a veces no puede dejar escapar una sensación vaga de inquietud y de tristeza, pues el desenlace patético expresa el desolador destino del antihéroe (por ej. Max Estrella). La metáfora que le sirve de base es que el artista se ha de colocar en relación a su obra como Dios está en relación a la creación. La obra del artista es pequeña réplica o duplicación de la obra creada por Dios y el artista es un dios. El problema que surge en esta relación entre creador y criatura creada es que, a veces, la criatura puede resistirse a la voluntad del creador y el artista puede perder el control de lo que crea, emocionarse por su obra, preocuparse por sus personajes y su mundo (es raro un artista insensible a lo que crea). La solución consiste en sustituir el dios metafórico por un titiritero y sustituir el mundo, la creación, por un teatro de guiñol. De ese modo, el titiritero es siempre superior a sus títeres, no se deja frustrar por sus sentimientos y tiene la libertad total y auténtica que le permite crear.
Este distanciamiento absoluto, que es la indiferencia del titiritero para con sus títeres, más la deformación hacia lo grotesco, base del espejo cóncavo, son los ingredientes principales de la complejidad del esperpento.
Conclusión: Sentido Último del Esperpento
El esperpento se configura como un arma de protesta. Y su carácter paródico, violento, desgarrado y chirriante no hace más que intensificar el gesto de la protesta y expresar rabia e impotencia. Ante una sociedad hipócrita, acomodada en sus mentiras, insensibilizada ante la injusticia, el esperpento es un grito que despierta y un dedo que señala. Esta necesidad de protesta no se podía expresar por medio de la pura tragedia. La sociedad española le parece a Valle demasiado grotesca y ridícula para dar lugar simplemente a lágrimas trágicas. Pero tampoco la risa simple, llana e ingenua es posible: la realidad es demasiado dolorosa y patética para reír. Valle nos niega, a un tiempo, el consuelo de la risa y el desahogo del llanto, pues ambos se fusionan en la recepción de la obra. Y ahora comprendemos sus palabras: “Mi estética pretende ser una superación de la sonrisa y del llanto”. En esta tensión entre lo trágico y lo cómico, en este filo de difícil equilibrio entre lo sublime y lo ridículo se mueve el esperpento.
Características del Esperpento y su Reflejo en Luces de Bohemia
Resulta evidente la originalidad de la estética esperpéntica que presenta la obra de Valle-Inclán. Solo si se tiene conciencia de las restricciones del público consumidor de la época (una burguesía que busca en el teatro, especialmente, y en el conjunto de los géneros literarios en boga, su propio deleite y satisfacción) es posible entender hoy la absoluta renovación que suponía el esperpento dentro de los cauces reglamentados de su época. Esta extrema originalidad se evidencia a través de las siguientes características:
Elementos Definitorios de la Historia
La exageración sistemática de la realidad incide en la deformación de los elementos constitutivos de la historia (aquello que se cuenta): personajes, espacio y tiempo.
Los Personajes
Los personajes están afectados por una mirada distanciada que los presenta, muchas veces a través del humor y la sátira, alterados por la exageración deformadora. Es esta mirada la que constituye la visión esperpéntica. Al hilvanar la parodia total, los seres presentes en la trama pierden sus atributos propios y quedan rebajados o fusionados con otras esferas de lo grotesco y de lo real. Valle desmonta a sus personajes y los imposibilita para ser héroes. Para conseguir que reflejen esa situación de degradación colectiva, Valle realiza varias operaciones esperpénticas:
Por un lado, “declasa” a todos los personajes, pues los hermana, independientemente de su clase social de origen, por vicios comunes como la golfería, la ignorancia y la desidia: todos son iguales en su miseria moral; así, llega a idiotizar a sus criaturas, seres carentes de entidad moral que no saben distinguir lo justo de lo injusto ni lo verdadero de lo falso.
Por otro lado, deshumaniza a los personajes hasta convertirlos en títeres y fantoches. Figuras grotescas invaden sus escritos, y parecen sus obras el testimonio del gran teatro del mundo en donde perviven en sus entrañas muñecos de guiñol, marionetas de feria, payasos aterradores o monstruos animados: las máscaras recubren el rostro de los habitantes del mundo degradado de Valle, y condena a estos a ambientes de pesadilla, a la crueldad de la bufonada y de la burla aderezadas de súbita crueldad; en ayuda de este fin, acude a una variedad de técnicas descriptivas deshumanizadoras: así, Valle cosifica a sus personajes y los describe por sus objetos, privando al espectador de rasgos que los harían personas: “Entra en el cotarro modernista, greñas, pipas, gabanes raídos y alguna capa” (escena VII); también los animaliza y los rellena de rasgos propios de animales: “Zaratustra, abichado y giboso -la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente-” (escena II); incluso, ocasionalmente, se permite humanizar a animales para crear una extraña atmósfera de confusión, al servicio de la búsqueda de lo grotesco y lo paródico.
Espacio y Tiempo
Por lo que se refiere al espacio, se evidencia la intención de Valle de dar cuenta del mayor número de espacios y ambientes posibles, ubicados en “un Madrid absurdo, brillante y hambriento”. Más concretamente, el espacio de la obra es el recorrido por diversos lugares de Madrid, recorrido y peregrinación infernal que algunos autores han identificado con una parodia de La Divina Comedia de Dante. El infierno que recorre Dante, acompañado por el poeta Virgilio, parece haberse trasladado a Madrid y Max será acompañado en su infierno nocturno por Don Latino. La peregrinación de Max es “un viaje al fondo de la noche”, descendiendo a los abismos de la ignominia, de la injusticia, de las miserias de toda índole.
Esta intención refleja el deseo de denunciar la miseria material y moral de España en todos los estados y situaciones. Por tanto, en la obra se combinan espacios abiertos (pues es en la calle donde mejor se ve la realidad esperpéntica de España) y espacios cerrados (pues es en la atmósfera insana de covachas, tabernas, comisarías y calabozos donde mejor se respira el ambiente asfixiante y degradado de la época). Por último, el espacio se puede recubrir de un valor simbólico gracias al uso contrastado de la luz y de la sombra, ya que la obscuridad expresa el decaimiento cultural y político de nuestro país.
En cuanto al tiempo escénico, la obra nos conduce hacia las últimas horas de existencia de Max Estrella. Es posible, por tanto, hablar de una unidad de tiempo, pues la trama se reduce a unas cuantas horas: se inicia a la hora incierta del crepúsculo, transcurre durante toda la noche y su madrugada y concluye en el momento del amanecer. En este periodo se asiste a la lenta agonía del protagonista y el juego constante de luces que se apagan y progresivas sombras identifican el ocaso de la vida de Max Estrella. Este recorrido nocturno está enmarcado en un tiempo histórico concreto: la obra se sitúa durante el reinado de Alfonso XIII y coincide con la Primera Posguerra Mundial.
Elementos Definitorios del Discurso
El Género Literario en las Obras de Nuestro Autor
Esta capacidad que muestra Valle de alterar los elementos constitutivos de la obra artística, también queda reflejada en su actitud hacia los géneros literarios. Una de las cuestiones más debatidas por la crítica ha sido la ubicación del esperpento dentro de los diferentes géneros literarios convencionales. Y es que Valle busca la fusión y la mezcla de elementos aparentemente contrarios para definir lo grotesco: fusionar lo humano y lo animalesco les permite desgarrar los personajes, fundir lo real y lo onírico da pie a lo fantasmagórico, aunar lo desgarrador y lo cómico acerca la trama a lo patético. Por tanto, intenta llevar al espectador hacia una especial catarsis: y lo consigue a través de lo deforme. En el espectador conviven sin zonas de transición el efecto liberador de la risa con el efecto sobrecogedor del espanto. Solo así, alcanza el esperpento su condición máxima de discurso tragicómico en donde nada es lo que parece y todo parece lo contrario. En consecuencia, a nadie puede extrañar que lo dramático invada sus novelas y que lo narrativo detenga la fluidez de lo escénico. Además, siempre está presente en sus obras una actitud lírica que favorece la exigencia en el lenguaje, la búsqueda de un léxico diferente e innovador y la presencia de imágenes novedosas.
Por lo que atañe a su teatro, durante décadas se ha dudado de que se concibiera como una propuesta apta para la representación. Se hacía evidente que lo novelesco dominaba en sus literarias y extensas acotaciones y en su afán de desarrollar amplias descripciones que recrearan un mundo irreal, simbólico y siniestro. Pero, a la vez, estaban presentes los recursos característicos del drama: los continuos diálogos entre personajes, a veces ágiles, que se dividían en controladas escenas, y la importancia del aparato escenográfico, en donde el contraste entre luces y sombras, las indicaciones precisas del decorado y vestuario y el sentido cinematográfico de la acción recordaban la necesidad de llevar lo escrito a la representación. El propio Valle-Inclán explicó y fue consciente de las dificultades de su teatro. Declaró que él siempre escribía en forma teatral, que quería que la acción lo expresara todo, que los personajes se desarrollasen de manera absurda o trágica, pero sin ningún comentario moral por parte del autor.