La épica griega: héroes, dioses y gigantes

INTRODUCCIÓN:

La literatura épica canta las hazañas (ETOS significa ‘relato, canto’) de los héroes, y también de dioses y gigantes. El esplendor del género se corresponde en la tradición occidental con civilizaciones aristocráticas en las que han de resaltarse los valores guerreros y de casta nobiliaria.

A diferencia de otras tradiciones literarias, como la española o la francesa, resulta imposible rastrear los orígenes de la épica griega. Las primeras manifestaciones de este género que nos han llegado (si bien es muy probable que existieran otras anteriores) son dos poemas de extraordinario valor, La Ilíada y La Odisea, atribuidos a Homero (s. VIII a.c.). Se puede afirmar que la literatura occidental nace al mismo tiempo que la epopeya griega antigua. Con anterioridad a esta fecha no se conserva ningún resto escrito que pueda calificarse estrictamente de literario.



La Odisea, que consta de más de 12000 versos, narra el retorno de Odiseo (Ulises) desde Troya a su patria, tras pasar un sinfín de peripecias.

Otra gran figura de la épica arcaica es Hesíodo, autor de Los trabajos y los días, de contenido didáctico, sobre agricultura, y de La Teogonía, poema que relata la genealogía del mundo y de los dioses que integran el panteón heleno.

En época helenística la poesía épica cuenta también con Apolodoro entre sus cultivadores más destacados.

HOMERO Y LA CUESTIÓN HOMÉRICA:

La Ilíada y La Odisea son dos largos poemas narrativos compuestos por 24 cantos cada uno. Constituyen la culminación de una larga tradición de poesía oral surgida probablemente en la Edad de Bronce. Apenas existen testimonios fiables del poeta: con toda probabilidad él era un aedo que vivió y trabajó en Jonia, según se deduce del predominio del dialecto jonio en sus poemas y del conocimiento bastante preciso de la región cercana a Troya. La datación de ambas obras es sólo aproximada: hacia la primera mitad del s. VIII la Iliada y cerca del fin del mismo siglo la Odisea. De hecho, las notables diferencias de estilo y lengua han llevado a algunos estudiosos a atribuirlas a dos autores diferentes; otros, sin embargo,



argumentan que tales diferencias se deben a la evolución desde la juventud a la madurez de un único poeta, Homero, de origen jonio de la ciudad de Esmirna o quizá de la isla de Quíos).

Utilizando la escritura, Homero condensó en sus poemas todo un bagaje de leyendas, mitos y héroes. El término kalbos procede del verbo deido, cantar. Los ‘aedos’ eran, pues, los juglares griegos, que llevaban siglos cantando. Con Homero, la épica se convierte en un género de poesía culta, pasando a ser maestro indiscutible del género.

HOMERO Y LA TRADICIÓN ORAL:

El comportamiento glorioso, las hazañas del héroe, acaban convirtiéndose en modelo de virtudes varoniles (valor, fidelidad, nobleza, entrega). Es, desde su origen, poesía cantada por cantores profesionales, con acompañamiento de flauta o sin él, ante un público netamente popular. Es poesía objetiva, pues el poeta actúa como simple narrador de unos hechos ajenos a él. De hecho, el poeta narra lo que la musa le inspira. En casi todas las culturas, la poesía épica tiene una primera etapa oral. Posteriormente, el ‘aedo’ es sustituido por el ‘rapsoda’, que crea sus propios poemas a partir de una serie de temas y motivos legados por la tradición.



A esta etapa de poesía culta pertenece Homero. Esta poesía heroica se cantaba en versos de métrica uniforme, denominados hexámetros, que contenían seis pies métricos y alternaban sílabas largas (—) y breves (UU). La regularidad métrica es fundamental en la memorización de los poemas. Los poemas homéricos se hallan salpicados de construcciones verbales que se repiten una y otra vez, para facilitar su memorización. Estas fórmulas épicas suelen ser nombres y epítetos de héroes, como ‘divino Ulises’, ‘Héctor, el de tremolante casco’, o ‘Aquiles, el de los pies ligeros’.

Que Homero tiene detrás toda una tradición de poesía oral se puede confirmar por varios hechos:

a) El tema de sus poemas, los sucesos relacionados con la guerra de Troya, pertenece a un pasado ya lejano para él, el S. XIII, cuando los micenios o aqueos se enfrentaron con una ciudad del N. de Asia Menor por motivos comerciales posiblemente. El conocimiento de esa época (vestimentas, palacios, armas…) sólo pudo venirle por tradición oral. Esos mismos hechos debían ser conocidos por su público, pues los personajes de sus poemas son introducidos sin que se cuente nada de su pasado. b) En ocasiones, el propio Homero nos presenta a los aedos cantando,



acompañados de un instrumento musical de tres o cuatro cuerdas, la formingel pópulys). c) El uso de un lenguaje formulario: ‘Atenea, la de los ojos de lechuza’, ‘veloces naves’… d) El empleo de recursos estilísticos como comparaciones, enumeraciones, invocaciones a las Musas…, escenas típicas que se repiten en los mismos contextos y sin apenas variación.

Todos estos rasgos son comunes a la poesía épica de otros pueblos: el Poema de Gilgamesh de los sumerios, Los Nibelungos, de la cultura germánica, etc.

LA ILÍADA:

La Ilíada es un gran poema épico lleno de furor guerrero. Los hechos siguen una cronología lineal, aunque con digresiones que se apartan a veces del tema central: el asedio de Troya.

Aunque la legendaria guerra de Troya se prolongó 10 años, el genio de Homero supo concentrar la acción en unas semanas del décimo año, en torno a un episodio que proporciona cohesión a las diferentes historias que se suceden: la cólera del pelida Aquiles, provocada por arrebatarle Agamenón a Aquiles una joven prisionera que éste desea. La ofensa lleva a Aquiles, el mejor y más temido de los héroes, a retirarse de la guerra, junto con su ejército de mirmidones. Como consecuencia, la ofensiva troyana consigue poner en apuros al ejército griego. Patroclo, íntimo de Aquiles, le coge las armas, a escondidas de Aquiles, para alentar a los griegos. Cuando Héctor, el héroe troyano, derrota a Patroclo, Aquiles se reconcilia con Agamenón, venga a Patroclo matando a Héctor, el príncipe troyano, ensañándose con su cadáver. Tras la advertencia de los dioses y la visita del rey de Troya, Príamo, rogándole que le devuelva el cadáver de su hijo para poder rendirle los honores fúnebres, Aquiles entrega el cadáver: vence la compasión por encima de la sed de venganza en una escena de gran belleza y plasticidad, lo cual expresa bien la visión humana de Homero.

LA ODISEA:

La Odisea es un relato de aventuras que gira en torno a la figura de Ulises (nombre latino del griego Odiseo), uno de los héroes que contribuyeron a la destrucción de Troya. Al igual que en La Ilíada, el autor centra los acontecimientos en un episodio que dará cohesión a las diferentes aventuras del héroe: el regreso a su hogar, Ítaca, y la recuperación de su reino. La estructura narrativa del poema es más compleja, pues simultánea dos situaciones, Ulises por una parte y Telémaco, su hijo, que lo busca, por otra.



Al comienzo del poema, Ulises se encuentra en la isla de la ninfa Calipso, quien ha de dejarlo marchar tras decidir los dioses, a petición de Atenea, permitirle el regreso a su hogar.

Pero en Ítaca, su esposa, Penélope, se encuentra asediada por pretendientes, que dan al héroe por muerto y le exigen que elija a uno de ellos por esposo, mientras despilfarran la hacienda de la familia. Ante esta situación, Telémaco, el hijo de ambos, decide partir en busca de noticias de su padre a los reinos de otros héroes que volvieron de Troya, como Menelao y Néstor. De regreso a su patria, Poseidón hace naufragar a Ulises, quien recala en el país de los feacios, donde Alcínoo, el rey, lo acoge con hospitalidad y el héroe relata sus infortunios desde la partida de Troya. Después de un viaje milagroso, Odiseo llega a Ítaca, a su palacio, disfrazado de mendigo y, con la ayuda de Telémaco y un fiel sirviente, da muerte a los pretendientes y se reúne por fin con Penélope.

El tono de La Odisea es, indudablemente, menos guerrero que el de La Ilíada, pues responde al modelo tradicional de relato de aventuras: hay una mayor presencia del mundo doméstico y de estratos sociales más diversos que los reyes, héroes y dioses. Incluso la actitud de éstos es diferente: cruel y caprichosa a veces, en La Ilíada, ética y buscadora de la justicia en La Odisea.

Homero introduce además rasgos propios que le dan personalidad a la obra: a) Más intensidad y dramatismo en la acción. b) Humaniza deliberadamente a sus héroes, dotándolos de virtudes tales como el amor a la patria, a los amigos…

LOS DIOSES Y LOS HÉROES EN LA OBRA DE HOMERO:

Los dioses homéricos se asemejan a los hombres por su aspecto, pasiones, vicios y virtudes, es decir, son antropomórficos, sólo se diferencian por la inmortalidad y por superarlos en fuerza, belleza o inteligencia. Llevan una vida feliz y despreocupada en el Olimpo.

Por encima de los dioses hay un poder absoluto: el destino: contra él nada puede hacerse, pues es inexorable. Sin embargo, hay ocasiones en que es el hombre el que debe buscar una salida por sí mismo. Todo ello nos lleva a plantear el problema de la libertad en Homero: en realidad, aunque los dioses intervienen en la vida de los hombres, es el hombre el que, al final, decide si actúa o no.