Las Islas Canarias en la Mitología Griega: Un Viaje a través de Leyendas y Realidades

Introducción

Históricamente, los griegos nunca estuvieron en las Islas Canarias. Así lo demuestran los estudios antropológicos que no han podido descubrir huellas de la presencia en nuestras islas del pueblo heleno. Sí estuvieron cerca los romanos, pues numerosos descubrimientos arqueológicos así lo atestiguan. Sin embargo, existe un corpus bastante extenso de relatos mitológicos en los que numerosos estudiosos han querido descubrir nuestra geografía, merced a diversos aspectos de carácter climático, etc. La especial naturaleza de las Islas Canarias ha propiciado que sean aptas para engendrar mitos. Todo en ellas parece estar bajo los efectos del mito; su raza aborigen, sus montañas, su flora y fauna, incluso hasta su propio nombre. Hay tres lugares muy propicios para lo mítico: las islas, las montañas y los “extremos” de la Tierra. La mayoría de mitos están relacionados con la idea de sobre el “locus amoenus”.

Campos Elíseos

El primero que se ocupa de las islas es Homero en el siglo IX a.C. en su libro la Odisea en el canto IV es donde aparecen las referencias a las Islas Canarias refiriéndose a ellas como “Campos Elíseos”. El siguiente escritor va a ser Hesíodo en su obra Trabajos y Días que las va a llamar “Islas de los Bienaventurados”. Píndaro se inspiró en la belleza que se les reconocía y pulsó la lira para cantarlas en la Oda II de sus Olímpicas. También las conoce como “Islas de los Bienaventurados”. También Heródoto en el siglo V a.C. alude a las “Islas de los Bienaventurados” en sus Historias. Diodoro de Sicilia en su Biblioteca Histórica las llama “Hespérides” y dice que en ellas se guardan numerosos ganados y produce frutos de todas las clases. La mejor descripción la hace en el Libro V de esta obra. La primera descripción aproximada de las islas pertenece a Plutarco en sus Vidas Paralelas. También las describe el poeta Luciano en su libro Relatos Verídicos, llamándolas “Afortunadas”.

En este lugar se gozaba de absoluta felicidad y no estaba situado ni en el Hades ni en el Olimpo, sino en una zona de los confines de la tierra, haciendo su aparición en el pensamiento y literatura occidentales en un pasaje de la Odisea, donde se le profetiza a Menelao que será enviado a los extremos del mundo para que lleve una vida eterna por ser pariente de Zeus y estar casado con Helena.

El lugar al que se lo lleva se describe recordando a la residencia de los dioses: sin nieve, viento o lluvia. Sin embargo, este texto se ha prestado a varias interpretaciones, por lo que las islas a las que se refiere pueden se tanto las Islas Británicas, como Madeira, Porto Santo o las propias Islas Canarias.

Islas de los Bienaventurados

Este texto describe el “Mito de la Edad de Oro” o “Mito de las razas” y trata de una estirpe anterior a la de los hombres. La primera estirpe sería la de oro, cuyo soberano era Cronos. 

Después vendrían las razas inferiores de plata, bronce y hierro. También en estas islas son frecuentes los elementos característicos del paisaje ideal o “locus amoenus” vistos anteriormente en los Campos Elíseos.

Islas Afortunadas

Según autores antiguos que dicen que hay unas Islas Afortunadas que nada tienen que ver con las islas Canarias, pero que se les dio ese nombre porque eran parajes amenos y míticos. Hay otros autores que citan unas islas atlánticas situadas frente a la actual Mauritania que pueden referirse a cualquiera de los archipiélagos de esos lugares, como a las Azores, Madeira, Canarias, Salvajes, Cabo Verde, etc. Cualquiera de ellas puede ser las antiguas Islas Afortunadas citadas por fuentes antiguas.

En el primer texto antiguo que habla de nuestras islas con la denominación de Afortunadas fue el de Plinio, en el cual se menciona alguna de ellas. Posteriormente hay varios autores que nombran a estas islas basándose en Plinio. Además, también sabemos que los romanos estuvieron en nuestras islas debido a las ánforas que se han encontrado en las aguas de la Graciosa y en playas de Gran Canaria y Tenerife.

Jardín de las Hespérides

La búsqueda de unas manzanas de oro, custodiadas por las ninfas Hespérides y un dragón, es un episodio más que tienen que ver con Heracles, que por mandato de su primo trata de apoderarse de las manzanas que habían sido un regalo a Hera de su madre Gea con ocasión de su boda con Zeus. Estas manzanas en la Antigüedad se pensaban que se trataban de ovejas, pero, según un prestigioso hispanista, las manzanas de oro eran en realidad nísperos, pequeños frutos de color dorado como el oro. También se relaciona el Jardín de las Hespérides con el mito de Atlas, que era un gigante, padre de las Hespérides que fue convertido en montaña por Perseo después de haber dado muerte a la Gorgona Medusa. Esta montaña la situaron muchos autores en África Septentrional. En cuanto a que el Jardín de las Hespérides esté situado en las Islas Canarias, algunos autores creen que el Atlas del que hablaban los autores antiguos era en realidad el Teide y que el jardín puede estar situado en valles canarios, fundamentalmente en el Valle de la Orotava. Mientras que otros autores disienten de los anteriores creyendo que el Jardín de las Hespérides no está situado en las Islas Canarias sino en otras islas o lugares.

Atlántida

Atlántida: Platón narra en sus diálogos Timeo y Critias la historia de Atlántida, donde el rey Atlante gobernaba una isla que se hundió en el océano después de una guerra contra Atenas. La narrativa, de origen platónico, llega a través de Solón, quien la escuchó de un sacerdote egipcio. La ubicación de Atlántida en el Atlántico ha generado diversas interpretaciones, algunas sugiriendo que corresponde a las islas Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde debido a la similitud de su fauna con la de Europa Meridional y África Septentrional.