La Romanización de Hispania
Administración Provincial y Urbanización:
Una de las primeras medidas romanas tras la conquista fue la división de la península en provincias, un proceso que pasó por tres fases principales:
República (siglos II-I a.C.):
División en Hispania Citerior (capital en Tarraco) e Hispania Ulterior (capital en Corduba).
Alto Imperio (27 a.C.):
Augusto reestructura Hispania en tres provincias: Tarraconensis (Tarraco), Lusitania (Emérita Augusta) y Baetica (Corduba).
Bajo Imperio (siglos III-V d.C.):
Diocleciano divide aún más las provincias, creando diócesis con nuevas entidades como Gallaecia (Bracara Augusta), Cartaginensis (Cartago Nova), Baleárica (Palma), entre otras.
Las ciudades eran el núcleo de la romanización, cumpliendo funciones administrativas, económicas y culturales. Se establecieron colonias habitadas por ciudadanos romanos y municipios que adoptaron las estructuras romanas. Ejemplos de ciudades romanas incluyen Barcino (Barcelona), Caesar Augusta (Zaragoza), y Emérita Augusta (Mérida). Las ciudades indígenas existentes se organizaron en federadas, estipendiarias y libres, dependiendo de su relación con Roma. Además, se introdujo un esquema urbanístico típico de Roma, con foros, basílicas, templos, acueductos y monumentos conmemorativos.
Organización Económica y Social:
Roma fomentó una economía colonial en la que Hispania exportaba materias primas como metales preciosos, esclavos y vino, mientras que importaba productos manufacturados de Italia y otras provincias del imperio. La producción agrícola se incrementó con técnicas de irrigación en zonas como Murcia, Andalucía y Valencia, especializándose en la producción de trigo, vino y aceite de oliva. También se desarrolló la minería con la explotación de plata en Cartagena, oro en León y otros minerales.
La sociedad estaba dividida en tres grupos:
Libres:
Incluían colonos romanos, élites indígenas y otros ciudadanos con derechos políticos y económicos. Esta clase dominante se organizaba en órdenes senatoriales, ecuestres y decuriones.
Semilibres:
Comprendían a los libertos y otros que carecían de derechos políticos, pero sí gozaban de derechos civiles.
Esclavos:
Sin derechos políticos ni civiles, trabajaban en minas, campos y tareas domésticas.
En el 212 d.C., bajo el emperador Caracalla, todos los habitantes de Hispania obtuvieron la ciudadanía romana.
Legado Cultural:
El latín se convirtió en el idioma oficial en la administración y la vida pública, desplazando a las lenguas locales. Hispania produjo importantes figuras culturales romanas como el filósofo Séneca, el poeta Marcial y los emperadores Trajano, Adriano y Teodosio. La religión romana fue sincrética, respetando los cultos locales y adoptando nuevas deidades como Isis y Mitra, hasta la llegada del cristianismo, que se consolidó en el siglo III y se oficializó en el 313 d.C. con el Edicto de Milán.
La crisis del siglo III d.C. llevó a una ruralización de la sociedad en torno a latifundios autosuficientes, preparando el terreno para la llegada de los visigodos en el siglo V, tras la caída del Imperio Romano, aunque la influencia romana perduró en muchos aspectos.
Conclusión:
La romanización fue un proceso prolongado pero muy intenso que supuso la sustitución de las costumbres, las estructuras políticas y sociales íberas y celtíberas por las romanas mucho más organizadas y unificadas, así como la homogeneización cultural con Roma cuyo máximo exponente es la asimilación del latín como lengua oficial. Así, por ejemplo, la latinización y cristianización de la sociedad hispánica será determinante en su evolución posterior tanto por el origen latino del castellano como por la importancia del cristianismo en los siglos sucesivos. Pero la romanización no se limitó sólo a esos aspectos, sino que sus efectos siguen presentes en campos tan diversos como el urbanismo, la toponimia, la economía, la infraestructura viaria, la cultura, el arte o el derecho, hasta la actualidad.
Al-Ándalus: Evolución Política
De la conquista al emirato independiente (711-929):
- La invasión musulmana de la península ibérica comenzó en 711. El general Tarik Ibn Ziyad, enviado por el gobernador de Ifrikiya, Muza Ibn Nusayr, derrotó a las tropas de Don Rodrigo, el último rey visigodo, en la batalla de Guadalete. Tarik aprovechó las luchas internas visigodas para cruzar el Estrecho de Gibraltar y en solo cuatro años, los musulmanes ocuparon casi toda la península, excepto una pequeña franja en la cornisa cantábrica, donde se refugiaron los astures y cántabros.
- En 722, intentaron someter a un grupo rebelde de hispanovisigodos liderados por Pelayo en la batalla de Covadonga, sin éxito. Los musulmanes también fueron frenados por los francos en 732 en la batalla de Poitiers, lo que obligó a los invasores a replegarse a la península.
- La rápida conquista se debió a la fragmentación del reino visigodo y la falta de cohesión entre la población hispanorromana. Los musulmanes, sin embargo, no ocuparon todo el territorio directamente, sino que establecieron pactos con las élites locales, permitiéndoles mantener su religión, gobierno y tierras a cambio de tributos. Muchos se convirtieron al Islam para evitar el pago de impuestos, pasando a ser muladíes.
- Al-Ándalus se convirtió en una provincia dependiente del califato omeya de Damasco, gobernada a través de un wali en Ifrikiya. El territorio se organizó en coras o provincias y se repartieron las tierras conquistadas entre árabes y bereberes, con tensiones internas debido a la desigual distribución. Uno de los pactos más conocidos fue el de Teodomiro en Murcia en 713.
- En 750, los abasíes derrocaron a los omeyas y trasladaron la capital del califato a Bagdad. Abderramán I, último omeya superviviente, huyó a al-Ándalus y se proclamó emir independiente en 756, rompiendo la dependencia política del califato de Bagdad. Este periodo, el Emirato independiente, estuvo marcado por la consolidación del poder central en Córdoba bajo los emires, con la implantación de moneda propia (el dinar) y la creación de un ejército de mercenarios. Sin embargo, también hubo revueltas internas, como la de los Banu Qasi en Zaragoza.
Del califato a los reinos de taifas (929-1031):
- En 929, Abderramán III se proclamó califa de Córdoba, unificando el poder político y religioso y marcando el inicio de la etapa del Califato de Córdoba (929-1031). Durante su reinado y el de su sucesor, Al-Hakam II, al-Ándalus vivió un periodo de hegemonía sobre los reinos cristianos, estabilidad política y prosperidad económica. La ciudad de Córdoba se convirtió en un centro cultural y artístico de primer nivel, con obras monumentales como la Mezquita de Córdoba y Medina Azahara.
- A partir del reinado de Hisham II, el poder efectivo pasó a manos de su háyib, Almanzor (al-Manṣūr), quien instauró una dictadura militar. Almanzor llevó a cabo numerosas expediciones militares, llamadas aceifas, contra los reinos cristianos del norte, destacando los saqueos de Santiago de Compostela y Barcelona. A su muerte en 1002, las disputas internas por el poder y las guerras civiles entre árabes, bereberes y eslavos llevaron a la disolución del califato en 1031 y a la fragmentación del territorio en reinos de taifas.
Reinos de taifas e invasiones norteafricanas (1031-1238):
- Los reinos de taifas que surgieron tras la disolución del califato eran pequeños y débiles, gobernados por diferentes grupos, como andalusíes, árabes (en Badajoz, Sevilla, Córdoba, Toledo, Zaragoza), bereberes (Málaga, Granada, Ronda) y eslavos (Murcia, Denia, Valencia, Tortosa). Esta fragmentación permitió a los reinos cristianos del norte imponer parias (tributos) y avanzar en la Reconquista.
- En 1085, Alfonso VI conquistó Toledo, lo que llevó a las taifas a pedir ayuda a los almorávides, un grupo bereber del norte de África. Los almorávides derrotaron a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas en 1086, pero su gobierno, caracterizado por una estricta ortodoxia religiosa, se volvió impopular. No lograron detener el avance cristiano, que reconquistó Toledo y Zaragoza.
- Tras la caída de los almorávides, los almohades, otro pueblo bereber del norte de África, invadieron la península en 1147 y establecieron su capital en Sevilla. Aunque inicialmente más poderosos, los almohades también sufrieron derrotas significativas, especialmente en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, a manos de una coalición de reinos cristianos. Esta derrota marcó el inicio del fin del dominio almohade, con la caída de Valencia en 1238, Murcia en 1243, y la supervivencia del reino de Granada.
El reino nazarí de Granada (1238-1492):
- El reino nazarí de Granada fue el último estado musulmán en la península, gobernado por la dinastía nazarí. Sobrevivió gracias a su habilidad diplomática y el pago de tributos (parias) al reino de Castilla. También logró prosperar económicamente, en parte por la migración de musulmanes desde otros reinos cristianos reconquistados. Su esplendor cultural y artístico se reflejó en la Alhambra, uno de los monumentos más emblemáticos de al-Ándalus.
- Sin embargo, el matrimonio de los Reyes Católicos en 1469 unió los reinos de Castilla y Aragón, lo que supuso una amenaza para Granada. Además, el reino nazarí sufrió problemas internos, como crisis dinásticas y una guerra civil, que facilitaron su conquista. En 1492, el último rey de Granada, Boabdil, capituló y entregó la ciudad a los Reyes Católicos, completando así la Reconquista.
Conclusión:
Durante casi 8 siglos la ocupación musulmana de la península ibérica atravesó varias etapas políticas que marcaron profundamente el devenir (evolución) económico, cultural y artístico de la sociedad peninsular. Tras la ocupación surgirá pronto una dicotomía o diferenciación entre la zona musulmana y la zona cristiana, en continuo avance sin que ello impida los intercambios culturales y económicos entre ambas. Además, las intensas relaciones comerciales con Europa occidental y el Mediterráneo oriental y la decisiva aportación cultural y artística de al-Ándalus son fundamentales ya que el legado andalusí perdura en la agricultura, la toponimia, el arte, la literatura, la medicina, la astronomía, las matemáticas… hasta la actualidad.