Colonización y Romanización en la Península Ibérica: Reinos Cristianos y Califato de Córdoba

Colonizaciones en la Península Ibérica

Fenicios

Fueron los primeros colonizadores en llegar a la península, aunque no se sabe con precisión cuándo aparecieron. Su huella más antigua se encuentra en Malaca (Málaga) en el siglo IX a.C. Después, fundaron Gades (Cádiz) y establecieron factorías comerciales en Sexi (Almuñécar). Explotaron minas de plata en Riotinto (Huelva) y mostraron interés por las minas de hierro del sureste peninsular, generalizando el uso de este metal. Su influencia cultural se sintió en toda la península ibérica, especialmente en Baleares, el suroeste peninsular y la zona del bajo Guadalquivir. Esta región se ha identificado con la mítica cultura de Tartessos, a la que las fuentes clásicas se refieren como un país rico y próspero. Aunque esta cultura es anterior a la llegada de los fenicios, se desarrolló extraordinariamente bajo su influencia.

Griegos

La colonización griega fue más tardía, datándose hacia el siglo VII o VI a.C. Su llegada a la península se produjo en Emporion (Ampurias), la principal colonia griega. Aunque también fundaron otras en la costa catalana, como Rhode (Rosas). Ampurias se convirtió en el núcleo de expansión comercial de los griegos en el Levante, distribuyendo cerámica procedente de Atenas y produciendo tejidos de lino, vino y aceite a cambio de sal y esparto. La principal actividad griega en la península fue el comercio, muy intenso con Tartessos.

Cartagineses

Los cartagineses, herederos directos de los fenicios, irrumpieron en las costas hispanas en el siglo VI a.C., cuando Cartago (Túnez, norte de África) se convirtió en potencia hegemónica en el Mediterráneo, surgiendo debido al declive de la cultura tartésica. Se enfrentaron militarmente a los griegos y a las ciudades fenicias, con Gades a la cabeza, que se convirtieron en amigas y aliadas de Cartago. Los cartagineses, también llamados púnicos (de ahí el nombre de Guerras Púnicas que mantuvieron con Roma), fundaron enclaves al sur de la península como Baria (Villaricos, Almería). Sus primeros pasos tuvieron lugar en la isla de Ebussus (Ibiza) y en el resto de las Islas Baleares. En la zona levantina fundaron la ciudad de Qart Hadsth, actual Cartagena, mayormente bautizada por los romanos con el nombre de Cartago Nova. Su actividad comercial fue intensa, siendo los primeros en exportar desde sus factorías peninsulares hacia oriente salazones de pescado y el célebre garum (salsa de pescado macerado con sal), muy apreciado en todo el Mediterráneo, incluyendo Atenas y Roma.

La Romanización de la Península Ibérica

La romanización es un proceso histórico que se inició en la península en el siglo III a.C., mediante el cual los pueblos prerromanos asimilaron los modos de vida romanos: la administración provincial, la religión, obras públicas, derecho, urbanización, latín, las estructuras económicas y sociales. Es, por tanto, un proceso de integración cultural de los indígenas por parte de Roma. Los habitantes peninsulares se convirtieron poco a poco en ciudadanos de Roma en el siglo I a.C. Este proceso se intensificó con la llamada “Pax Romana”, también conocida como Paz Imperial, con Octavio Augusto (sobrino de Julio César). Este proceso no tuvo la misma intensidad en todas partes: fue más acentuado en la zona mediterránea, Islas Baleares y sur y este de Hispania, y más leve en el interior, norte y oeste peninsular, donde se encontraron pueblos muy belicosos.

La Administración Provincial Romana

El concepto de provincia aparece cuando la presencia militar romana empieza a ser permanente. Se distinguen tres etapas, que coinciden con distintos sistemas políticos romanos:

  • La República (197 a.C. hasta el siglo I a.C.): Predominó la administración militar. Hispania se dividió en dos partes:
    • Citerior: al norte, comprendía el valle del Ebro y gran parte de la costa mediterránea levantina, excluyendo la zona norte aún por conquistar.
    • Ulterior: al sur, comprendía la actual Andalucía y la Lusitania (centro y sur de Portugal).
    La capital de la Citerior era Tarraco y la de la Hispania Ulterior era Corduba. En cada zona seguían existiendo pueblos no sometidos: los celtíberos en la Hispania Citerior y los lusitanos en la Ulterior.
  • Alto Imperio (siglo I a.C. al III d.C.): Hispania se divide en tres provincias creadas por el primer emperador romano, Octavio Augusto:
    • Tarraconensis: Hispania Citerior más los territorios de Galicia, Asturias y Cantabria.
    • Lusitania: con capital en Emérita Augusta (actual Mérida).
    • Bética: con capital en Córduba.
    La Tarraconensis era la más estratégica para Roma, ocupando dos tercios del territorio peninsular y los pasos de los Pirineos. El número de tropas y legiones romanas disminuyó, aunque permaneció la Legio VII (que dio nombre a la actual León) para vigilar las zonas bélicas. La Lusitania abarcaba Extremadura y Portugal hasta el río Duero. La Bética incluía la costa andaluza y el valle medio y bajo del Guadalquivir. La Tarraconensis y la Lusitania eran gobernadas por el Emperador a través de legados, mientras que la Bética, más romanizada, era gobernada por el Senado.
  • Bajo Imperio (siglo III d.C. – siglo V d.C.): Comenzó la decadencia del Imperio Romano. Las provincias se dividieron para facilitar su gobierno. La Tarraconensis se dividió en:
    • Tarraconense (reducida).
    • Gallaecia (capital en Brakara Augusta).
    • Cartaginensis (capital en Cartago Nova).
    • Baleares (capital en Palma).
    Aparece una nueva provincia, la Mauretana Tingitana (capital en Tingis). Quedan la Lusitania y la Bética. Destacan los emperadores Diocleciano y Constantino I.

Origen y Avance de los Reinos Cristianos

El Reino de Asturias (718-722)

En el norte de la península, regiones apenas controladas por los musulmanes dieron lugar a la aparición de reinos cristianos. El primero fue el de Asturias, liderado por Pelayo, quien derrotó a los musulmanes en la batalla de Covadonga. La capital fue Cangas de Onís y su influencia se extendió por Cantabria, País Vasco y Galicia. Alfonso II trasladó la capital a Oviedo.

El Reino de Pamplona

En la segunda mitad del siglo VIII, Pamplona se rebeló contra el emirato de Córdoba y pasó a depender de los francos. A principios del siglo X, se fortaleció y pasó a llamarse Reino de Navarra. Su primer rey fue Sancho Garcés I.

Los Condados del Pirineo Central

A principios del siglo IX, algunos núcleos fueron controlados por condes francos, como Sobrarbe, Ribagorza y Aragón.

Los Condados Orientales y Catalanes

Los reyes francos se apoderaron de Gerona, Barcelona y Lérida, constituyendo la Marca Hispánica, un territorio fronterizo para contener al Islam. Se unificaron bajo el condado de Barcelona, y Borrell II logró la independencia definitiva de los francos.

El Avance de los Reinos Cristianos (Siglos VIII-XIII)

Este avance fue favorecido por:

  • La desaparición del Califato de Córdoba (siglo XI).
  • El fin del Imperio Almorávide (siglo XII).
  • La desaparición del Califato Almohade (siglo XIII).

A este avance se le denomina Reconquista. Se distinguen tres etapas:

  1. Inferioridad de los reinos cristianos (siglos VIII-XI): Hegemonía de Al-Ándalus. Surgió el Reino Astur-Leonés, con capital en León, extendiéndose hasta el valle del Duero. De este reino se independizó el Condado de Castilla. Sancho Garcés I llevó las fronteras del Reino de Navarra hasta el valle del Ebro.
  2. Avances sobre los valles del Tajo y del Ebro (siglos XI-XII): El avance cristiano se vio favorecido por la desaparición del Califato de Córdoba y la aparición de los Reinos de Taifas, débiles militarmente, que pagaban parias a los cristianos y pidieron ayuda a los almorávides. Apareció el Reino de Castilla-León (Fernando I). Alfonso VI conquistó Toledo. En la zona oriental, el Reino de Aragón conquistó Zaragoza y controló el valle del Ebro. Castilla y Aragón (junto con Portugal) se disputaron el control de la península. Almorávides y almohades detuvieron el avance cristiano hacia el sur.
  3. Hegemonía de los reinos cristianos (siglos XII-XIII): La batalla de las Navas de Tolosa (victoria cristiana sobre los almohades) fue decisiva. Castilla se extendió hacia Extremadura, el Guadalquivir y Murcia (Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio). En Aragón, Jaime I el Conquistador conquistó las Islas Baleares y Valencia. Portugal adquirió sus dimensiones actuales.

El Califato de Córdoba (929-1031)

El emir Abderramán III se proclamó califa en el 929 (hasta 961). Ser califa significaba ser el líder político, militar y religioso en Al-Ándalus y en todo el mundo musulmán. Su objetivo fue restaurar la unidad del Estado Islámico y terminar con las crisis internas. El Califato supuso la hegemonía de Al-Ándalus sobre la península; los reinos cristianos del norte se convirtieron en vasallos y pagaron tributos. El califa promovió un movimiento artístico y cultural (continuado por Al-Hakam II). Córdoba, y en ella la ciudad palacio de Medina Azahara, fue el centro cultural más importante del mundo árabe. Abderramán III manifestó su independencia política frente al Califato Abassí de Bagdad y afirmó su ortodoxia religiosa frente al Estado musulmán creado en el norte de África por los fatimíes (chiitas). Para demostrar su poder, se apoderó de Ceuta, Melilla y Tánger.