La Guerra Civil Española: Causas, Desarrollo y Consecuencias (1936-1939)
La Sublevación Militar y la Internacionalización del Conflicto
La conspiración contra la República fue plural: la derecha monárquica (había conseguido apoyo financiero de Mussolini en 1934); algunos diputados de la CEDA, como Serrano Suñer (Gil Robles prestó apoyo económico con fondos del partido); falangistas y carlistas; y algunos sectores militares, que tendrían la dirección de la sublevación. El jefe era el general Sanjurjo (en Portugal, murió el 20 de julio), pero el director era el general Mola (en Pamplona); otros generales: Franco, Cabanellas o Queipo de Llano. El pronunciamiento se planeó un mes antes de las elecciones de febrero de 1936; el fracaso electoral de la derecha aceleró la organización de la trama conspiratoria.
Los sublevados hablaron de Glorioso Alzamiento Nacional, justificando la Guerra Civil como una necesidad histórica, la lucha por una causa sagrada, España; los fieles a la República fueron calificados de rojos, la antiEspaña. Esa justificación ideológica se basó en tres argumentos:
- Restablecimiento del orden público.
- La conspiración marxista: la sublevación se hizo para detener una revolución comunista.
- Defensa de la tradición española frente a ideas extrañas al espíritu nacional; la Iglesia calificó la guerra como una Cruzada religiosa.
La sublevación comenzó en Melilla el 17 de julio de 1936. Franco voló desde Canarias a Marruecos para ponerse al frente del ejército de África (el empresario Juan March financió la operación), lo mejor del ejército español: Legión y Regulares (en total, unos 50.000 hombres). Varios generales favorables a la República fueron fusilados en las primeras horas para eliminar la resistencia al golpe. El día 18 se sumó a la sublevación el general Queipo de Llano -Sevilla- y esa noche el general Mola y otros jefes militares declararon el estado de guerra en toda España. El Alzamiento no tuvo en todas partes éxito; este dependía, en Castilla la Nueva y Cataluña, de las capitales, Madrid y Barcelona: en Madrid, los sublevados (general Fanjul) quedaron cercados en sus cuarteles (asalto al Cuartel de la Montaña) por las fuerzas leales a la República y milicias populares; en Barcelona, la resistencia obrera, animada por la CNT, hizo fracasar la sublevación.
El día 20 el país quedó dividido; la rebelión militar había triunfado en la España rural: Castilla la Vieja, Aragón, Galicia, Navarra, Álava, parte de Extremadura; también Mallorca y Canarias. La Armada, mayoritariamente fiel al gobierno, bloqueaba el paso de las tropas de África a la Península; la ayuda de Alemania e Italia resolverá esto. En la zona insurrecta (“nacionales”), los generales sustituyeron, con violencia extrema, a alcaldes, gobernadores o jefes militares que representaban la legalidad vigente antes del golpe militar; la represión fue brutal. La financiación de la guerra por parte de los sublevados fue con préstamos concedidos por las naciones amigas, merced a contrapartidas en materias primas -Alemania-, o de un endeudamiento con Italia (también se hizo una suscripción nacional y se retuvo una parte de los sueldos de los funcionarios).
La ventaja de la República era clara en la flota y en aviación; contaba con las capitales más importantes, Madrid y Barcelona, la industria pesada -en el norte- y las reservas de oro del Banco de España. Zonas leales a la República: la costa cantábrica, parte de Aragón, la costa mediterránea, Castilla la Nueva -incluyendo Madrid- y Andalucía. La respuesta a la insurrección militar dejó a España dividida en dos zonas, cada una con un ideario diferente. Se inició así una larga Guerra Civil de casi tres años. La población quedó forzosamente situada en un lado u otro, sufriendo las consecuencias de la represión por su adscripción política o ideológica.
La guerra de España fue un suceso de alcance internacional; dividió a la opinión pública mundial y alarmó a los gobiernos ante la perspectiva de una posible extensión a otros escenarios. Los sectores más progresistas apoyaron al Gobierno republicano, cuya defensa se identificó con la lucha contra el fascismo y a favor de la democracia. Muchos católicos (como algunos irlandeses) se decantaron por los “nacionales”.
Franco disfrutó de mayores ayudas y muy pronto (en julio de 1936): Italia apoyó a Franco (a crédito), con armamento y tropas; para Hitler (armas y aviación, para el paso del Estrecho, y la Legión Cóndor), lo más importante era conseguir un aliado y obtener materias primas, más que el triunfo de un régimen homologado con el suyo. También Portugal (dictador Salazar) ayudó a Franco. Los sublevados recibieron ayuda de empresas privadas norteamericanas: Texas Oil Company (petróleo) o Ford (camiones).
La República sólo recibió la ayuda (armas, material y asesores militares) de la URSS, que se pagó con el oro del Banco de España. La KOMINTERN (Internacional Comunista) organizó las Brigadas Internacionales, unos 60.000 voluntarios de todo el mundo, gran parte de ellos comunistas y casi la mitad intelectuales y artistas. También el gobierno mexicano ayudó modestamente a la República.
Francia, aunque tenía un gobierno de Frente Popular, siguió las consignas de Gran Bretaña de no-intervención; en agosto de 1936 se creó un Comité de No-Intervención, que no pudo evitar que ambos bandos recibieran ayudas (en él estaban Alemania, Italia o la URSS). Aunque alguna ayuda sí llegó desde Francia hacia la República, su actuación, y más la de Gran Bretaña, fue desastrosa para la República, y cobarde ante el avance del fascismo.
Etapas y Desarrollo de la Guerra
Se pueden distinguir cuatro etapas:
a) El Avance hacia Madrid (julio-noviembre de 1936)
Fue la llamada “guerra de columnas”. Las tropas de África pasaron el Estrecho gracias a los aviones alemanes y avanzaron hacia el norte, ocupando Badajoz (matanza de la población civil), dirigiéndose hacia Madrid. En septiembre Franco ocupó Toledo y liberó el Alcázar. En noviembre se produjo el asedio de Madrid, defendido por milicias (columnas anarquistas, con Durruti -murió el 20 de noviembre-, llegaron desde Barcelona), brigadistas internacionales y toda la población. La defensa fue dirigida por el general Miaja y el general Rojo. También desde el norte habían avanzado las tropas de Mola, que fueron detenidas en Guadarrama. El Gobierno republicano se trasladó a Valencia.
b) Batallas en torno a Madrid y Ocupación del Norte (diciembre 1936-octubre 1937)
Los ejércitos se regularizan. Los sublevados intentaron dos maniobras para aislar Madrid: batalla del Jarama (febrero 1937) y batalla de Guadalajara (marzo 1937), donde tropas italianas fueron derrotadas por el Ejército Popular de la República. Franco decidió entonces ocupar la franja norte: Guipúzcoa, Vizcaya, Cantabria y Asturias. El 26 de abril de 1937 se produjo el bombardeo de Guernica, sobre población civil, por la Legión Cóndor alemana; Bilbao fue ocupada en junio. Mientras, los republicanos trataron de evitar la concentración de tropas en el norte, desencadenando dos ofensivas: en julio en Brunete, cerca de Madrid, y en agosto, en Belchite (Aragón). Pero Cantabria y Asturias (octubre 1937) terminarían sucumbiendo. La caída del norte fue fundamental para la suerte de la guerra, por la aportación demográfica e industrial que suponía.
c) Ofensiva hacia el Mediterráneo (noviembre 1937-junio 1938)
Un ejército republicano reorganizado y con mandos muy capaces (general Rojo, u otros procedentes de las milicias populares: Líster, Modesto, El Campesino) intentó pasar a la ofensiva: batalla de Teruel (invierno 1937-1938), ciudad que fue ocupada hasta febrero de 1938. Pero Franco contraatacó y en la campaña de Aragón consiguió llegar al Mediterráneo (abril 1938), rompiendo el territorio republicano en dos, aislando Cataluña.
d) Batalla del Ebro y Fin de la Guerra (julio 1938-1 de abril 1939)
Comenzó en julio de 1938, con un avance republicano, pasando el Ebro en la provincia de Tarragona. La concentración de fuerzas, junto con la aviación alemana e italiana, detuvieron el avance, ocupando Franco toda Tarragona y quedando el ejército republicano muy maltrecho. Franco prosiguió la conquista de Cataluña, entrando en Barcelona a fines de enero de 1939; el gobierno republicano abandonó el país. En febrero toda Cataluña era territorio “nacional”; sólo resistía la zona centro y Levante. Francia y Gran Bretaña reconocieron al gobierno de Franco. Azaña dimitió en Francia como presidente de la República; pero el jefe del gobierno, Negrín, trataba de reorganizar la resistencia, apoyado por los comunistas; su esperanza era aguantar hasta el estallido de la guerra contra el fascismo, considerada inminente, con lo que la República estaría al lado de los aliados contra Hitler. Sin embargo, a principios de marzo, la sublevación en Madrid contra Negrín (una “guerra civil dentro de la guerra civil”), dirigida por el coronel Casado, con el apoyo del socialista Besteiro y el anarquista Mera, trajo la formación de un Consejo Nacional de Defensa, para negociar una paz “honrosa” con Franco; pero este no admitía más que una “rendición sin condiciones”. A fines de marzo, todo el territorio republicano cayó en sus manos. El 1 de abril finalizó la guerra.
La Evolución Política de las Dos Zonas
Evolución de la España Republicana
En el verano de 1936 se produjo la destrucción del poder del Estado. El Presidente de la República siguió siendo Manuel Azaña. La guerra se financió con el oro del Banco de España, enviado a la URSS. Hubo una toma del poder por “comités locales”, como respuesta popular al Alzamiento (“revolución espontánea”); los comités estaban sostenidos por las milicias de los distintos partidos. Los presidentes del gobierno se sucedieron con gran rapidez: Casares Quiroga, Martínez Barrio y Giral; este, con un gobierno puramente republicano, que se mantuvo hasta septiembre de 1936, entregó armas a los partidos proletarios para oponerse a los rebeldes. La represión se produjo sobre todo en los primeros momentos de la guerra, pero los gobiernos republicanos trataron de controlarla con la creación de Tribunales Populares. Se destaca como víctimas de esa violencia la sufrida por miembros del clero -unos 7.000 asesinatos-.
En septiembre se formó el gobierno de Largo Caballero con los partidos del Frente Popular, que incluyó, desde noviembre, representantes de la CNT (Federica Montseny); duró hasta mayo de 1937. Se reorganizó el ejército: Ejército Popular de la República. Debido a la ayuda soviética, el PCE llegará a ser el partido más influyente; sujeto a la dirección soviética, disponía de gran poder político y militar: era el suministro bélico de la URSS lo que mantenía en el frente a los ejércitos republicanos.
Se llevaron a cabo colectivizaciones, sobre todo donde predominaba el anarquismo, tanto de campos como de fábricas, para realizar la revolución tanto tiempo aplazada; es decir que, si una de las justificaciones de los sublevados había sido evitar una revolución, fue precisamente el pronunciamiento militar lo que desencadenó un proceso revolucionario. Esto provocó una tensión guerra-revolución: los comunistas y los republicanos compartían la preocupación por desmontar las conquistas revolucionarias, para restaurar el control del gobierno, y por militarizar las milicias (convertirlas en un ejército regular).
Ante el dilema guerra o revolución, hubo enfrentamientos entre comunistas y anarquistas (con el POUM), que estallaron en mayo del 37, en Barcelona, y trajeron consigo el fin del gobierno de Largo Caballero. El presidente de la República, Azaña, encargó formar gobierno al socialista Negrín, quien se apoyó en los comunistas; su lema era “resistir es vencer”, confiando en que el inicio de la guerra europea obligaría a las potencias democráticas a ayudar a la República. Se ha dicho que Negrín, con su insistencia en la centralización y en la primacía de la guerra sobre la revolución, destruyó el ímpetu revolucionario que sostenía la causa republicana. Pero, ¿era posible la revolución?, ¿habría continuado la ayuda soviética? No fue que Negrín se hubiera convertido en instrumento en manos de los comunistas; sencillamente, no podía prescindir de su apoyo, ni tampoco de la ayuda de la URSS, ante la negativa de Francia y las democracias occidentales de armar a la República.
El Nacimiento del Estado Franquista
Tras la muerte de Sanjurjo, los militares trataron de concentrar en un organismo directivo todos los poderes: una Junta Militar, sin participación civil, presidida por el general Cabanellas, aunque Mola (el “director”) tenía influencia decisiva. Pero el 1 de octubre de 1936 (en septiembre había liberado el Alcázar de Toledo, con gran efecto propagandístico), Franco fue nombrado Jefe del Gobierno del Estado español y Generalísimo de los Ejércitos (Caudillo, “sólo responsable ante Dios y ante la historia”). Se instauró una Dictadura militar fascista (Caudillo por la Gracia de Dios) y se abolió la legislación republicana, con una durísima represión sobre los opositores, durante y al final de la guerra. El régimen contó con el apoyo de la Iglesia, a la que se daba un papel decisivo en educación, desde el inicio de la Guerra o Cruzada.
En abril de 1937, Franco promulgó el Decreto de Unificación, uniendo falangistas con carlistas, creando el partido único de su dictadura: FET de las JONS o Movimiento Nacional, grupo fascista, controlado por Franco. El Consejo Nacional del Movimiento, creado en octubre de 1937, tenía una composición plural: falangistas, carlistas, militares y monárquicos. Serrano Suñer tendrá un papel crucial en la creación del nuevo Estado fascista.
En 1938 se promulgó el Fuero del Trabajo, primera de las Leyes Fundamentales del franquismo, que regulaba las relaciones laborales según la ideología fascista y la doctrina social de la Iglesia; se definía el Estado como “nacional” y “sindicalista” (el corporativismo, según el modelo italiano), comenzando la futura organización sindical: creación de las Magistraturas de Trabajo y, como un instrumento para el encuadramiento de las masas, las Centrales Obreras Nacional Sindicalistas (sindicato “vertical”). La visión de la organización social era contraria al modelo liberal y capitalista y de esa concepción derivó la política económica del régimen, basada en una especie de “autarquía cuartelera”, con una política intervencionista: creación del Servicio Nacional del Trigo.
A comienzos de 1938 hay un nuevo gobierno, un gabinete plural en el que figuraban, en proporciones relativamente semejantes, personas procedentes del Ejército, del régimen de Primo de Rivera, de Renovación Española (monárquicos), de Falange y del Tradicionalismo (carlistas). Serrano Suñer ocupaba el Ministerio de la Gobernación, aunque el orden público quedaba en manos del general Martínez Anido. Gómez Jordana ocupaba la Vicepresidencia y el Ministerio de Asuntos Exteriores. La Ley de Prensa de 1938, vigente hasta 1966, establecía que el Estado tendría el control y vigilancia de la Prensa; la censura estaba a cargo del ministro de la Gobernación.