La Guerra de Cuba (1868-1878)
El llamado Sexenio Revolucionario en España (1868-1874) coincidió con la cuestión antillana, especialmente la Guerra Larga de Cuba (1868-1878). Cuba, con fuertes lazos económicos con Estados Unidos, admiraba el desarrollo y la democracia estadounidense. En un lapso de apenas 21 días, estallaron tres rebeliones: La Gloriosa en España (19 de septiembre), la de Puerto Rico (23 de septiembre) y la de Cuba (10 de octubre). Esta última, liderada por Carlos Manuel de Céspedes, comenzó con el Grito de Yara, dando inicio a una guerra que se extendería por una década. Los problemas internos del gobierno español durante el Sexenio permitieron a los independentistas cubanos organizarse. Inicialmente, buscaron la anexión a Estados Unidos, contando con figuras como Máximo Gómez, Modesto Díaz y los hermanos Marcano. La fase más dura del conflicto se desarrolló durante la Restauración, culminando con la firma de la Paz de Zanjón en 1878. Un factor clave en el conflicto fue la cuestión social de la abolición de la esclavitud. Aunque en Puerto Rico se logró abolir, la economía cubana dependía en gran medida de la mano de obra esclava. La presión internacional de Francia, Reino Unido y Estados Unidos llevó al gobierno provisional español a aprobar la Ley Moret, que liberaba a los hijos de madres esclavas, pero la esclavitud persistió en la isla hasta 1886.
El Desastre de 1898
La política colonial y su fracaso
Los problemas coloniales se originaron en el Sexenio. La política de los gobiernos españoles ante las demandas cubanas fue insuficiente y fracasó. La campaña de Melilla marcó el inicio de un período de incertidumbre en la política exterior española, que se reflejó en la crisis del Caribe. Puerto Rico, con una economía saneada y la esclavitud abolida, no presentaba mayores problemas. El autonomismo se dividió en dos corrientes: una más conservadora y otra más radical. En Cuba, las reformas propuestas por Maura, que incluían una amplia reforma administrativa y una ampliación del censo, fueron rechazadas. Los sectores españolistas se opusieron, mientras que en el extremo opuesto se encontraba el movimiento independentista, liderado por el Partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí. Surgieron tres corrientes principales: españolistas, autonomistas e independentistas. El Partido Liberal Autonomista representó las ideas autonomistas en Cuba. Filipinas, a diferencia de las Antillas, tenía una escasa presencia española. España enfrentó diversas disidencias de base campesina y eclesiástica. Mestizos y nativos criticaron la falta de reformas, y un grupo de mestizos, liderado por José Rizal, fundó la Liga Filipina.
La pérdida de las colonias
La insurrección nacionalista cubana dio lugar a la última guerra cubana (1895-1898), que se desarrolló en cuatro fases: la primera, con el inicio de la sublevación en febrero de 1895 y la muerte de José Martí; la segunda (1895-1896), con el mayor avance de las tropas independentistas; la tercera, con la creciente interferencia de Estados Unidos; y la cuarta (1897-1898), con el general Blanco al mando y en un ambiente hostil de la prensa.
La Guerra Hispano-Estadounidense (1898)
Estados Unidos intervino en el conflicto por diversas razones, coincidiendo con su máxima expansión imperialista. La ayuda a los insurrectos cubanos fue constante a través de la Junta Cubana. Las reformas introducidas por el gobierno de Sagasta no satisficieron las exigencias del nuevo presidente estadounidense. En febrero de 1898, la explosión del acorazado USS Maine en el puerto de La Habana sirvió como pretexto para la declaración de guerra. En marzo, el embajador estadounidense presentó un plan de compra de la isla. La presión de la prensa y la diplomacia estadounidense, que acusaban a España del hundimiento del Maine, llevaron a Estados Unidos a declarar la guerra a España en abril de 1898. A la guerra se opusieron carlistas, republicanos y anarquistas. La flota española fue derrotada en Cavite y Santiago de Cuba. Las negociaciones de paz culminaron con el Tratado de París (1898), por el cual España reconoció la independencia de Cuba y cedió Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos, liquidando así su imperio.
Las consecuencias del Desastre: crisis de conciencia y regeneracionismo
La derrota no provocó un cambio de gobierno inmediato, pero generó un nuevo espíritu: el regeneracionismo. Este movimiento, impulsado por intelectuales, supuso un examen de conciencia y un balance de la situación del país. Un gobierno presidido por Francisco Silvela y con el general Polavieja como ministro de Guerra intentó regenerar el país sin modificar el sistema de la Restauración. Paralelamente, surgió un movimiento regeneracionista intelectual, liderado por Macías Picavea, Lucas Mallada y Joaquín Costa. Destacó la Generación del 98. Joaquín Costa intentó poner en práctica sus ideas a través de la Liga Nacional de Productores, promoviendo reformas agrarias. El regeneracionismo fue finalmente asimilado por el sistema de la Restauración, y sus lemas fueron adoptados por conservadores, republicanos y Alfonso XIII. Se creó el Instituto de Reformas Sociales, que respondía a las demandas del nuevo liberalismo.