La Primera Guerra Mundial: Un Conflicto Total y Global
Al inicio, los países pensaron que la Primera Guerra Mundial sería rápida, pero se alargó durante cuatro años y se globalizó. Comenzó en 1914 con los Imperios Centrales (Alemania y Austria-Hungría) enfrentándose a la Triple Entente (Francia, Rusia y Reino Unido). Aunque la Entente tenía más tropas, Alemania y Austria-Hungría tenían ventajas geográficas. En artillería, Alemania tenía más poder, pero ambos bloques estaban equilibrados. Reino Unido dominaba el mar, por lo que Alemania usó la guerra submarina. Con el tiempo, más países, como Japón y Estados Unidos, se unieron, globalizando el conflicto.
Fue una guerra “total”, con la movilización de todos los recursos humanos, económicos y tecnológicos. Se usaron armas modernas como ametralladoras, submarinos y aviones, y 70 millones de soldados fueron reclutados. Las economías se centraron en producir armas, y la población civil sufrió racionamiento. Las mujeres comenzaron a trabajar en sectores masculinos debido a la falta de mano de obra. Los gobiernos financiaron la guerra con deuda pública y préstamos, y la propaganda fue clave para mantener la moral y el patriotismo.
La Rusia Zarista: Un Imperio en Crisis
En 1900, Rusia era un imperio enorme con más de 140 millones de personas, desde el mar Báltico hasta el Pacífico, y con una gran diversidad de pueblos. Su sistema político era muy autoritario, con el zar teniendo todo el poder, apoyado por la nobleza, los altos funcionarios del gobierno y la Iglesia ortodoxa.
Bajo el reinado de Alejandro II (1855-1881), se intentaron algunas reformas, como la abolición de la servidumbre en 1861. Aunque los campesinos fueron liberados, en la práctica siguieron viviendo en pobreza y con muchas deudas, ya que debían pagar por las tierras que cultivaban. Después del atentado a Alejandro II en 1881, se abandonaron las reformas y los sucesores de Alejandro II, Alejandro III y Nicolás II, regresaron a un sistema de inmovilismo político, reprimiendo cualquier oposición.
A finales del siglo XIX, Rusia comenzó a industrializarse, aunque de forma limitada y solo en algunas zonas. Esto trajo consigo nuevas clases medias y obreras que empezaron a oponerse al régimen. Aunque los partidos políticos estaban prohibidos, comenzaron a organizarse movimientos opositores. Los populistas, por ejemplo, creían que el campesinado sería la clave para la revolución. También se fundó el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), que se dividió entre los mencheviques, que querían una revolución burguesa antes de la socialista, y los bolcheviques, que buscaban derrocar al zar y crear una dictadura provisional del proletariado. En 1905, surgió el Partido Socialista Revolucionario (SR), que continuaba con las ideas de los populistas, y la burguesía liberal fundó el Partido Constitucional Demócrata (cadetes), que quería transformar el régimen zarista en uno constitucional que respetara los derechos individuales.
La Sociedad de Naciones y el Periodo de Entreguerras
La Sociedad de Naciones, creada en 1919 al final de la Primera Guerra Mundial, fue una organización internacional cuyo principal objetivo era mantener la paz, promover la seguridad colectiva, el desarme y fomentar la cooperación entre los países. Tenía su sede en Ginebra y sus órganos principales eran la Asamblea General (con todos los miembros), el Consejo (formado por las cinco potencias vencedoras), la Secretaría y el Tribunal Internacional de Justicia. Sin embargo, la Sociedad no tenía ejército ni poder para hacer cumplir sus decisiones. Además, países como Estados Unidos no participaron, lo que afectó su efectividad. A pesar de sus limitaciones, promovió la diplomacia entre naciones y prohibió los tratados secretos.
En las colonias, la idea de que los pueblos podían decidir su futuro inspiró movimientos nacionalistas, pero las potencias coloniales como Reino Unido y Francia no dieron poder a sus colonias ni aplicaron este principio. En la India, por ejemplo, los británicos no cumplieron las promesas de autogobierno, lo que generó el movimiento antibritánico liderado por Mahatma Gandhi. En el Próximo Oriente, las promesas de los británicos y franceses a los árabes de formar un reino árabe no se cumplieron, y el reparto secreto de territorios turcos, junto con la creación de un hogar judío en Palestina, generó muchos problemas que durarían años.
En Europa, el periodo de 1919 a 1924 fue muy inestable. Tras la guerra, surgieron conflictos por las nuevas naciones que se formaron a partir de los antiguos imperios alemán y austrohúngaro, que no eran homogéneas étnicamente. Además, las reparaciones de guerra que Alemania debía pagar a Francia fueron un gran tema de disputa. En 1921, se fijó una cifra muy alta para las reparaciones alemanas, pero en 1923, debido a su crisis económica, Alemania pidió una moratoria, lo que llevó a Francia a ocupar la cuenca del Ruhr. Sin embargo, la situación mejoró con el Plan Dawes de 1924, que resolvió el problema de las reparaciones. En 1925, el Pacto de Locarno estableció garantías entre los países para respetar las fronteras de Alemania, y en 1926, Alemania fue admitida en la Sociedad de Naciones. Finalmente, en 1928, se firmó el Pacto Briand-Kellogg, en el que varios países condenaron la guerra como forma de resolver los conflictos.
La Era Bismarckiana: Diplomacia y Alianzas en Europa (1870-1890)
La era bismarckiana (1870-1890) se caracteriza por la política exterior de Otto von Bismarck, quien consolidó a Alemania como una potencia central en Europa. Sus principales objetivos fueron aislar a Francia, evitar que se tomara venganza tras su derrota en la batalla de Sedán en 1870, mediar entre Rusia y Austria-Hungría, que competían por el control de los Balcanes, y desarrollar un rearme militar como elemento disuasorio. Para ello, Bismarck se basó en la Realpolitik, priorizando los resultados prácticos sobre principios morales.
Para alcanzar estos objetivos, Bismarck implementó tres sistemas de alianzas entre 1871 y 1893, que ayudaron a mantener la paz y la estabilidad europea mientras consolidaba la posición de Alemania:
Primer Sistema Bismarckiano (1871-1879)
Buscaba gestionar la rivalidad entre Rusia y Austria en los Balcanes. En 1873, Bismarck logró que Alemania, Rusia y Austria firmaran la Entente de los Tres Emperadores, aunque el pacto se vio afectado por las tensiones en los Balcanes y la creación de la Gran Bulgaria en 1878. El Congreso de Berlín de 1878 reestructuró el acuerdo y Austria-Hungría asumió el control de Bosnia-Herzegovina, mientras que Rusia se distanció de la alianza, aunque fue reintegrada en 1881.
Segundo Sistema Bismarckiano (1879-1885)
Marcó el auge de la política bismarckiana. Alemania y Austria-Hungría firmaron la Dúplice Alianza en 1879, que luego se expandió en 1881 con la renovación de la Entente de los Tres Emperadores y en 1882 con la creación de la Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia. Durante esta etapa, se mantuvo una relativa paz en Europa, pero se vivió lo que se conoce como la Paz Armada, ya que las potencias europeas se involucraron en una carrera armamentística.
Tercer Sistema Bismarckiano (1885-1893)
Fue una continuación del anterior, pero con mayor tensión. En 1885, las rivalidades en los Balcanes entre Rusia y Austria hicieron que el sistema bismarckiano comenzara a desmoronarse. A pesar de la firma de nuevos tratados que intentaban garantizar el equilibrio en los Balcanes y seguir aislando a Francia, el sistema de alianzas empezó a caer. Tras la dimisión de Bismarck, Francia logró firmar en 1891 un pacto con Rusia, lo que puso fin a su aislamiento y allanó el camino hacia la creación de dos grandes bloques antagónicos: la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia) y la Triple Entente (Reino Unido, Francia y Rusia), que se enfrentarían en la Primera Guerra Mundial en 1914.