De la Restauración Borbónica a la Segunda República: Transformaciones Políticas y Sociales en España (1874-1931)

La Restauración Borbónica (1874-1902): Estabilidad y Crisis

La Restauración borbónica en España (1874-1902) fue impulsada por Cánovas del Castillo para estabilizar el país tras el Sexenio Revolucionario. Se instauró un sistema político basado en la alternancia entre conservadores y liberales mediante fraude electoral. El régimen se consolidó tras la pacificación del país con el fin de la Tercera Guerra Carlista (1876) y la Guerra de los Diez Años en Cuba (1878).

En 1874, Cánovas presidió un ministerio-regencia hasta la llegada de Alfonso XII en 1875. Se redactó la Constitución de 1876, que estableció una soberanía compartida entre el rey y las Cortes, con un sistema bicameral y el catolicismo como religión oficial.

Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, su viuda María Cristina asumió la regencia. Se garantizó la estabilidad con el Pacto de El Pardo, permitiendo la alternancia en el poder. El gobierno de Sagasta (1885-1890) promovió reformas progresistas como la Ley de Asociaciones (1887) y el sufragio universal masculino (1890).

El régimen sufrió una crisis con el asesinato de Cánovas (1897) y la guerra en Cuba (1898), que llevó al “Desastre del 98“. España perdió sus últimas colonias frente a Estados Unidos, lo que generó un sentimiento de decadencia y crisis nacional.

Movimientos Sociales y Políticos durante la Restauración

El republicanismo quedó debilitado y fragmentado, mientras que el movimiento obrero sufrió represión hasta la legalización de los sindicatos en 1887. El anarquismo, con fuerte presencia en Andalucía y Cataluña, promovió huelgas y atentados, destacando el asesinato de Cánovas en 1897. El socialismo, liderado por Pablo Iglesias, fundó el PSOE en 1879 y la UGT en 1888.

Los nacionalismos periféricos crecieron como respuesta al centralismo. En Cataluña, el catalanismo político se dividió en republicanos y conservadores, destacando la Lliga Regionalista tras el Desastre del 98. En el País Vasco, Sabino Arana fundó el PNV en 1894 con un marcado carácter tradicionalista y católico. En Galicia, el galleguismo político tomó forma con la Asociación Regionalista Galega en 1889.

Pese a las dificultades, el régimen de la Restauración sobrevivió y en 1902 Alfonso XIII asumió el trono, marcando una nueva etapa para España.

El Fin del Imperio Colonial Español y el “Desastre del 98”

El fin del imperio colonial español en 1898 fue resultado de la guerra contra Estados Unidos, desarrollada en Cuba y Filipinas, donde ya existían movimientos independentistas. En Cuba, la negativa española a conceder autonomía provocó la Guerra de los Diez Años (1868-1878), finalizada con la Paz de Zanjón, que prometía reformas pero no satisfizo a todos. En 1895, José Martí lideró un levantamiento independentista con el apoyo de generales como Máximo Gómez y Antonio Maceo. España intentó reprimir la rebelión con el general Weyler, pero su estrategia de mano dura fracasó. Estados Unidos intervino tras la explosión del acorazado Maine en 1898, acusando a España y exigiendo su retirada de Cuba. La negativa española llevó a la guerra, en la que la flota española fue destruida y Estados Unidos ocupó Cuba y Puerto Rico.

En Filipinas, la insurrección comenzó por el descontento con la administración española y el poder de las órdenes religiosas. José Rizal fundó la Liga Filipina en 1892 promoviendo la independencia. En 1896, la rebelión se expandió en Manila y, cuando Estados Unidos declaró la guerra a España, apoyó a los filipinos. La flota estadounidense logró una victoria decisiva cerca de Manila.

La guerra finalizó con la capitulación de España en agosto de 1898 y la firma del Tratado de París en diciembre, en el que España cedió Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Consecuencias del “Desastre del 98”

El “Desastre del 98” sumió a España en una crisis de identidad, con críticas a los gobernantes y al sistema político, aunque este sobrevivió. Se evidenció la desigualdad del servicio militar, ya que los ricos podían evitarlo pagando una cuota. En lo económico, la pérdida de las colonias no afectó gravemente a la industria y la repatriación de capitales benefició a España. En lo ideológico, surgió el regeneracionismo, que criticaba el sistema de la Restauración y reflejaba el malestar de las clases medias. También influyó en los escritores de la Generación del 98, marcados por una visión pesimista de España.

Pese al golpe, la Restauración continuó y en 1902 Alfonso XIII inició su reinado al cumplir 16 años.

Transformaciones Demográficas y Sociales en la España del Siglo XIX

El crecimiento de la población española en el siglo XIX fue lento en comparación con otros países europeos (77% frente al doble en Europa). La natalidad era alta, pero también la mortalidad, con una esperanza de vida inferior a 35 años. España mantenía un régimen demográfico antiguo, aunque Cataluña destacó por su despegue industrial.

Las crisis de subsistencia se debieron a malas condiciones climáticas, el atraso agrícola y un sistema deficiente de transportes. Las epidemias más graves fueron la fiebre amarilla y el cólera, mientras que enfermedades endémicas como la tuberculosis y la viruela afectaron a gran parte de la población.

Los movimientos migratorios continuaron tendencias históricas: desplazamiento del norte al sur y abandono del interior hacia las costas mediterránea y atlántica. La población del litoral se duplicó entre 1787 y 1900, mientras que el norte y el centro descendieron. A finales del siglo XIX, comenzó la emigración a América, con destinos como Cuba, Argentina y Paraguay.

La urbanización fue limitada debido al lento desarrollo industrial. En 1900, el 91% de la población vivía en zonas rurales. Solo Madrid y Barcelona alcanzaban el medio millón de habitantes, mientras que en Europa más de veinte ciudades superaban esa cifra. En el País Vasco y la costa, el crecimiento urbano llevó al surgimiento de ensanches burgueses planificados y barrios obreros desordenados y sin servicios básicos.

La Sociedad de Clases

La revolución liberal burguesa transformó la sociedad estamental en una sociedad de clases. La alta nobleza conservó sus títulos y se integró en la élite dirigente, mientras que la alta burguesía se enriqueció con la desamortización y las inversiones industriales, formando una oligarquía terrateniente e industrial.

Las clases medias eran minoritarias (5-10% de la población) y estaban formadas por pequeños burgueses, funcionarios y profesionales. Las clases trabajadoras, en su mayoría analfabetas y sin derecho a voto hasta finales del siglo, incluían campesinos y un proletariado urbano en crecimiento, que sufría condiciones precarias y alimentaba la lucha obrera.

Economía Española en el Siglo XIX: Liberalización, Industrialización y Proteccionismo

A partir de 1836, España adoptó medidas fundamentales para liberalizar el mercado de la tierra, como la supresión de los mayorazgos (1836), la abolición del régimen señorial (1837) y, sobre todo, las desamortizaciones, que consistían en la expropiación de tierras eclesiásticas y municipales para su venta en subasta pública. La primera desamortización, la de Godoy, afectó a las instituciones de beneficencia, y otras se produjeron durante la Guerra de Independencia y el Trienio Liberal.

Entre 1837 y 1849, se implementó la desamortización eclesiástica de Mendizábal, que consistió en la venta de tierras expropiadas a la Iglesia con el objetivo de reformar el régimen de propiedad agraria, financiar los gastos del Estado y atraer a compradores liberales. La desamortización general de Madoz (1855-67) amplió la venta de tierras, incluyendo tierras municipales y de la Iglesia aún no vendidas, utilizando pagos monetarios. Aunque se esperaba reducir la deuda pública y modernizar la economía, el resultado fue consolidar la estructura latifundista y no lograr una agricultura capitalista.

A pesar del intento de industrialización en España, este proceso fue muy lento debido a factores como el limitado desarrollo agrícola, la escasa capacidad productiva de las manufacturas tradicionales y la falta de un mercado nacional. La industria se concentró en Cataluña y el País Vasco, con una explotación minera que no alcanzó su auge hasta el último cuarto del siglo XIX, gracias a cambios legislativos y la inversión extranjera.

En cuanto a los transportes, el ferrocarril comenzó a mejorar la situación desde 1840. La Ley General de Ferrocarriles de 1855 promovió el desarrollo ferroviario, pero las concesiones a compañías extranjeras y la falta de capital privado español para invertir en industrias provocaron problemas económicos y quiebras.

La política arancelaria española alternó entre proteccionismo y librecambismo a lo largo del siglo, con un enfoque proteccionista hacia algunas industrias nacionales, como la textil catalana y la siderurgia vasca. Sin embargo, también hubo momentos de apertura, como el Arancel Figuerola (1869), que rebajó aranceles para facilitar las importaciones. Durante la Restauración, se volvió al proteccionismo con la Ley arancelaria de 1875.

El Reinado de Alfonso XIII (1902-1931): Crisis del Sistema Canovista y Auge de la Oposición

El reinado de Alfonso XIII (1902-1931) comenzó con el intento de mantener el sistema canovista. Durante esta etapa, se impulsó el revisionismo:

  • Revisionismo conservador de Maura: Buscó integrar a las clases medias con reformas como la Ley Electoral (1907) y medidas sociales limitadas como el Instituto Nacional de Previsión (1908). Su política exterior llevó a la guerra en Marruecos, pero la “Semana Trágica” de 1909 forzó su dimisión.
  • Revisionismo liberal de Canalejas (1910-1912): Impulsó reformas sociales y políticas como la Ley de Reclutamiento (1912) y la supresión del impuesto de consumos. Su asesinato en 1912 dejó un vacío que agravó la crisis bipartidista.

El sistema se debilitó por la inestabilidad política y la intervención del rey en el gobierno, lo que culminó en su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera.

La Oposición Política al Régimen

  • Republicanos: Crecieron con apoyo de la pequeña burguesía y trabajadores. Destacaron el Partido Reformista (moderado) y el Partido Radical (anticlerical).
  • PSOE: Aumentó su influencia con mejoras para los trabajadores y alianzas con republicanos. Pablo Iglesias fue elegido diputado en 1910. En 1921, el PCE surgió como una escisión comunista.
  • Nacionalismos:
    • El catalán se fortaleció con Solidaridad Catalana (1907) y la creación de Estat Catalá (1922).
    • El vasco (PNV) adoptó posturas más moderadas.
    • El gallego surgió como movimiento político en 1918 con las Irmandades da Fala.
  • Movimiento Obrero:
    • Anarcosindicalismo: Creció con Solidaridad Obrera (1908) y la CNT (1910), con fuerza en Cataluña.
    • UGT: Ligado al PSOE, creció lentamente y organizó huelgas nacionales (Madrid, Vizcaya)

La Crisis de 1917 y la Guerra de Marruecos

Aunque España permaneció neutral durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), las consecuencias fueron profundas en lo político, económico y social. La opinión pública se dividió entre los aliadófilos y los germanófilos. La economía española se reactivó en 1915 por el abastecimiento a ambos bloques, aunque los beneficios no se distribuyeron de manera equitativa, y la inflación perjudicó a las clases más bajas. A la par, hubo un retorno de emigrantes a España. El desastre de 1898, que terminó con el imperio colonial español, impulsó a España a participar en el reparto de África, específicamente en Marruecos, al unirse a Francia en la ocupación del Rif.

A pesar de la creación del Protectorado en 1912, la ocupación de Marruecos resultó difícil debido a la resistencia rifeña liderada por Abd-el-Krim, y las malas condiciones del ejército español. En 1921, el Desastre de Annual, donde murieron 12,000 soldados, generó un gran escándalo y críticas a los responsables, incluyendo al rey. Esto condujo a la creación del Informe Picasso, que denunció negligencias militares. En 1923, Primo de Rivera dio un golpe de Estado, poniendo fin a la guerra en Marruecos.

La crisis de 1917, que afectó al sistema político español, se derivó de las consecuencias de la I Guerra Mundial. La inflación y la pobreza generaron protestas militares, políticas y sociales, como las Juntas de Defensa y la huelga general de 1917, que fue brutalmente reprimida. Entre 1917 y 1923, el sistema político sufrió una grave inestabilidad por la descomposición de los partidos dinásticos, la resistencia del rey a la apertura democrática y el creciente apoyo de la oposición.

La conflictividad social aumentó debido al desempleo y la inflación, lo que llevó a un gran crecimiento de los sindicatos UGT y CNT. En Andalucía, los jornaleros, influenciados por la Revolución rusa, protagonizaron el “trienio bolchevique” (1918-1920), con huelgas, ocupación de tierras y toma de ayuntamientos. La represión estatal, apoyada por los empresarios, acabó con estos movimientos, mientras que en Cataluña también se vivió un clima de enfrentamientos entre obreros y patronos, exacerbado por el anarcosindicalismo.

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y el Fin de la Monarquía

El 13 de septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, dio un golpe de Estado con el apoyo del rey Alfonso XIII, quien le confió la formación de un nuevo gobierno. Primo de Rivera se proclamó dictador militar y suspendió la Constitución y las Cortes, estableciendo un régimen autoritario. Entre las causas de esta dictadura se destacan el descontento del ejército por el Desastre de Annual, la radicalización social, los problemas con el sistema parlamentario y el auge de los nacionalismos, además de la influencia del fascismo europeo, como el de Mussolini.

Durante la primera etapa de su régimen (1923-1925), conocida como el Directorio Militar, se suspendieron las libertades, se intensificó la represión, se creó el Partido Único, la Unión Patriótica, y se tomaron medidas contra anarquistas, comunistas y el catalanismo. Uno de sus mayores logros fue la finalización de la guerra de Marruecos tras el “Desembarco de Alhucemas” en 1925, con ayuda de Francia.

A partir de 1925, en la segunda etapa (Directorio Civil), Primo de Rivera intentó institucionalizar su régimen, imitando el modelo fascista y convocando una Asamblea Nacional Consultiva para aprobar una nueva Constitución. También implementó un plan de inversiones en infraestructuras y adoptó una política económica intervencionista. Sin embargo, la oposición aumentó, especialmente en sectores del ejército, intelectuales, universidades y el movimiento obrero, lo que llevó a intentos de pronunciamientos militares en 1924 y 1929.

Cada vez más aislado, Primo de Rivera consultó a los capitanes generales, quienes le mostraron su falta de apoyo. Ante la situación, dimitió el 28 de enero de 1930. El rey Alfonso XIII trató de restaurar el sistema parlamentario mediante gobiernos de concentración, pero estos fracasaron. Mientras tanto, la oposición republicana firmó el Pacto de San Sebastián en 1930, buscando instaurar la República.

El 12 de abril de 1931, las elecciones municipales demostraron el rechazo popular hacia la monarquía, con la victoria de los republicanos y socialistas en las ciudades. Esto obligó al rey a abandonar España, proclamándose la Segunda República el 14 de abril de 1931.