Las Dificultades de la Hacienda en la España Imperial
El mantenimiento de una política exterior imperial, que obligaba a un continuo y extraordinario gasto para sostener un ejército poderoso y una administración extensa, supuso un enorme esfuerzo financiero difícilmente soportable. Castilla, que recibía la mayor parte de los beneficios del Imperio de ultramar y mantenía el ejército de la Monarquía, asumió principalmente la carga financiera. Esta se caracterizaba por ser deficitaria en el volumen recaudatorio, poco organizada en su funcionamiento y lenta en la recolección de impuestos.
Los gastos ordinarios de la administración (Casa Real, Consejos, Altos Tribunales, ejércitos) se cubrían con los impuestos ordinarios. Entre ellos destacaban la Alcabala (10% sobre cualquier compra o venta) y los servicios (impuestos votados por las Cortes cada tres años). Otros impuestos menores incluían los ingresos de aduanas (terrestres y marítimas), las minas reales y la Bula de la Cruzada. Este esquema, establecido en tiempos de los Reyes Católicos, fue el que se impuso cuando el emperador Carlos V creó el Consejo de Hacienda en 1523.
La escasez de recursos ordinarios y la lentitud de su recaudación obligaron a Carlos V y a Felipe II a recurrir a otras formas de recaudación en tiempos de guerra: creación de nuevos impuestos, préstamos con grandes banqueros (asientos) y emisión de deuda pública (juros). Se crearon nuevos tributos como el estanco de la sal y se gravó la explotación de la lana. Felipe II estableció un impuesto sobre artículos de primera necesidad (millones) y obtuvo autorización papal para gravar al clero con el Subsidio y el Excusado.
Los asientos, el mecanismo preferido de Carlos V, consistían en el adelanto de capital por parte de grandes banqueros, quienes esperaban ser recompensados con creces, especialmente con los metales preciosos de las Indias. Entre los prestamistas se encontraban castellanos como Simón Ruiz y Rodrigo de Dueñas, alemanes como los Fugger y los Welser, y genoveses como Spinola, Centurio y Balbi.
Los juros, al desviar el ahorro privado de la actividad productiva, tuvieron un efecto negativo en la economía a medio plazo. Debido a la necesidad de mantener la hegemonía española mediante las armas, el Estado fue permanentemente deficitario. En 1556, Carlos V abdicó, en parte, debido a una deuda de más de 6 millones de ducados a los asentistas y una deuda aún mayor en juros. Felipe II declaró la bancarrota del Estado en tres ocasiones (1557, 1575, 1596) y emitió una enorme deuda pública en juros de más de 40 millones de ducados en los últimos veinticinco años de su reinado.
La política exterior condicionaba la solvencia del Estado y debilitaba las posibilidades de crecimiento económico de los países peninsulares de la Monarquía. América representó una esperanza para los gobiernos, ya que el oro y la plata eran el soporte esperado para subvencionar los tercios de soldados españoles en Europa.
Una Sociedad Estamental: Predominio Nobiliario
La sociedad del siglo XVI se caracterizó por la preeminencia de la nobleza y el clero, y la persecución de cualquier disidencia religiosa o ideológica. Esto conformó una sociedad dominada por los grupos más conservadores, donde el mayor valor era ser hidalgo (noble), aunque no se tuviera fortuna.
La nobleza, aproximadamente el 5% de la población, abarcaba desde los Títulos de Castilla y Grandes de España, que acumulaban grandes patrimonios, hasta los caballeros hidalgos con haciendas más precarias. Durante los siglos XVI y XVII, fue habitual la compra de títulos y dignidades, así como el acceso a la nobleza por servicios a la monarquía (nobleza de toga, de espada y cortesana).
El Clero
El clero, que representaba entre el 5% y el 10% de la población, también mostraba notables diferencias. El alto clero (arzobispos, cardenales y abades) mantenía situaciones similares a la nobleza, mientras que el bajo clero (párrocos, capellanes, monjes) vivía de forma parecida a los artesanos o campesinos. El señorío, posesión vinculada a una familia o institución eclesiástica, era la forma más extendida y sólida de su preeminencia social.
Los No Privilegiados
Los no privilegiados, o pecheros, estaban sujetos al pago de tributos y a la justicia ordinaria. Incluían a los campesinos, que constituían el 80% de la población, y a la población urbana. Existían notables diferencias de fortuna entre ellos. La vida de los proletarios agrarios acomodados y maestros de gremio era muy diferente a la de los pequeños campesinos, jornaleros o el proletario urbano. Sin embargo, todos estaban sujetos al dominio nobiliario y cargaban con numerosos impuestos en Castilla.
Grupos Marginados
Existían grupos diferenciados por procedencia étnica o religiosa, como los moriscos y los judíos conversos (marranos). Su origen era causa de marginación o persecución, y muchos intentaban ocultar sus raíces por temor a represalias. La limpieza de sangre era indispensable para el prestigio social, la pertenencia a la nobleza y el desempeño de cargos públicos. Al menos el 15% de la población se componía de mendigos y gente sin oficio.