La oposición de los sectores conservadores al reformismo de la Segunda República se tradujo en una acción golpista que aprovechó el clima de confrontación con el Frente Popular para justificarse. Las causas de este golpe son: poner fin a las reformas del Frente Popular, terminar con el desorden público, restablecer los valores católicos, el rechazo a las autonomías y el deseo de que el ejército volviera a tener un papel importante en la política, evitando una revolución proletaria.
El 17 de julio en Melilla, la Legión se alzó en armas contra la República. En dos días, la mayoría de las guarniciones militares de España se unieron al golpe junto a sectores de falangistas y carlistas. El gobierno de la República tardó en reaccionar y, aunque parte del ejército y las fuerzas armadas fueron fieles al gobierno, ya era tarde: el golpe había triunfado en Castilla y León, Galicia y parte de Andalucía, pero fracasó en el resto de España donde la izquierda tenía mayor peso. Los sublevados habían previsto apoderarse del gobierno, decretar el Estado de guerra y sofocar la oposición rápidamente, pero al cabo de una semana se evidenció su fracaso y, por tanto, la división del país en dos bandos que iban a enfrentarse en una guerra civil.
Desde el primer momento, la Guerra Civil española tuvo repercusión internacional, ya que fue vista como una confrontación entre las fuerzas democráticas y los regímenes fascistas en ascenso. Ambos bandos pidieron ayuda al exterior. No obstante, 27 países firmaron un acuerdo de no intervención. Este pacto fue ignorado por varias potencias que prestaron ayuda a la guerra: la Unión Soviética apoyó a la República con armas y personalidades militares destacadas por su ayuda táctica. El bando republicano fue ayudado también por las Brigadas Internacionales y por México. El bando de los sublevados fue más favorecido por la ayuda extranjera: Alemania envió a la Legión Cóndor y probó en la Guerra de España sus armas nuevas, e Italia envió gran cantidad de tropas.
Evolución del Bando Republicano
El bando republicano fue apoyado por obreros, la pequeña burguesía y campesinos sin tierras. Tras el alzamiento, el Estado se desplomó y fue sustituido por milicias, comités y juntas dispuestos a tener el poder y controlar la vida ciudadana. Llevaron a cabo intentos de colectivización y de revolución social. Ante esta situación y el avance de los sublevados, Martínez Barrio dejó paso a José Giral como jefe de gobierno, quien organizó una fuerza militar para frenar la sublevación. Armó a las milicias y creó batallones de voluntarios que aunaban desde militares a milicianos poco entrenados y desobedientes al poder estatal.
En septiembre de 1936, Largo Caballero formó un gobierno de republicanos socialistas, comunistas e incluso después anarcosindicalistas. Su objetivo era recomponer el poder del Estado y dirigir la guerra creando el Ejército Popular. Sin embargo, fue inevitable el enfrentamiento entre las fuerzas republicanas, que defendían ganar la guerra antes que nada, y los anarquistas y comunistas, que defendían la revolución social como método de afianzar al pueblo para luego ganar la guerra, además de negarse a incorporarse al ejército. Estas diferencias provocaron los hechos de mayo del 37 en Barcelona que enfrentaron a militantes de CNT y el POUM con republicanos y socialistas. El gobierno tuvo que enviar fuerzas para controlar el orden público. El conflicto se saldó con la derrota de los anarquistas y una fuerte crisis de gobierno. Esto aumentó la influencia de los comunistas, que ya tenían gran influencia basada en la ayuda de la URSS. Largo Caballero dimitió y Manuel Azaña entregó el gobierno al socialista Juan Negrín, cuya prioridad fue el esfuerzo militar. Para ello, reforzó el poder central y unificó la dirección de la guerra en torno al Ejército Popular.
Ante la dificultad de frenar el avance franquista, Negrín intentó pactar el fin de la guerra con su programa de los Trece Puntos, donde proponía el fin de la lucha y la convocatoria de elecciones. El bando franquista no aceptó y dejó claro que solo aceptaría una “rendición sin condiciones”. A partir de marzo del 38, la vida era sumamente difícil. Negrín decidió basarse en la resistencia militar, esperando que el previsible conflicto que iba a suceder en Europa le ayudara a recobrar fuerzas. Sin embargo, el Pacto de Múnich por el que Gran Bretaña y Francia aceptaban el expansionismo nazi fue un duro golpe. La pérdida de Cataluña a principios del 39 evidenció la derrota republicana: Manuel Azaña dimitió y el gobierno de Franco fue reconocido por los países extranjeros.
En cuanto a la represión, fue importante en los primeros meses de la guerra cuando hubo una respuesta popular contra todo lo que pudiera tener relación con los sublevados (Iglesia, burguesía, propietarios…). Se cometieron matanzas enormes, la más importante la de Paracuellos del Jarama.
Evolución del Bando Nacional
Los grupos políticos y sociales que apoyaron el alzamiento militar no tenían un proyecto común. El ejército nacional se convirtió en el dirigente del nuevo régimen y del nuevo Estado. Desde un principio existió unidad en él, a diferencia del bando republicano, lo que fue una de las causas de su victoria. Al estallar el conflicto, el bando nacional quedó controlado por la Junta de Defensa Nacional de Burgos, formada por militares. El general Francisco Franco fue ganando importancia por sus hazañas militares y sus relaciones con los regímenes fascistas, hasta convertirse en octubre del 36 en jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos. Inspirándose en los fascismos, Franco hizo el decreto de unificación por el que se creaba el partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que integraría todas las fuerzas nacionales. La institucionalización del Estado franquista culminó en 1938 cuando en Franco se concentraba la jefatura del Estado y la presidencia del gobierno. El Estado abolió la legislación republicana y las libertades y aprobó en marzo del 38 su primera ley, el Fuero del Trabajo, sindicato único que reunía empresarios y patronos. Otro de los mayores apoyos a los sublevados fue la Iglesia Católica que desde julio de 1937 hizo público su apoyo debido a las manifestaciones anticlericales del bando republicano.
Operaciones Militares
Tras sublevarse en julio de 1936, las tropas africanas cruzaron el estrecho con el objetivo esencial de tomar la capital, símbolo del poder republicano. Franco decidió desviarse para tomar Toledo y poner fin al cerco del Alcázar. A finales de octubre, los sublevados estaban a las puertas de Madrid. La República ordenó la movilización general para salvar la capital (“No pasarán”). Ante estos ataques, el gobierno republicano se trasladó a Valencia y Madrid quedó controlada por una Junta de Defensa y por Rojo. Fracasado el intento de tomar la capital, intentaron cortar sus comunicaciones con Valencia (batallas del Jarama y de Guadalajara). Franco decidió abandonar el ataque a la capital y centrarse en el norte con importancia minera e industrial, ya que esa parte republicana estaba aislada del resto. Guernica fue arrasada por la aviación nazi. Bilbao y Vizcaya cayeron. Ante esto, la República desencadenó un ataque en Brunete y Belchite, pero no evitó que cayeran Santander y Asturias. Así, la República perdió su parte norte. El ejército nacional avanzó hacia el Mediterráneo, pero coincidió con la ofensiva republicana iniciada por el general Rojo para tomar Teruel. Esto hizo que Franco iniciara la “campaña de Aragón” por la que recuperó Teruel y llegó hasta el Mediterráneo por Vinaroz. El territorio republicano quedó dividido. La llegada de armamento soviético impulsó a los republicanos a lanzar su última ofensiva cruzando el Ebro y avanzando hacia el interior (25 de julio de 1938). Franco detuvo la ofensiva y ocupó Tarragona. El ejército republicano había sido vencido. Los nacionales tomaron Barcelona sin resistencia y llegaron a la frontera francesa mientras miles de personas huían hacia Francia. A la República solo le quedaba Madrid, la Mancha y el Levante. La sublevación de Casado contra el gobierno en Madrid fue el fin de la república y se hizo con la ciudad. Negrín intentó negociar una “paz honrosa” con Franco, pero este solo aceptó la rendición incondicional. En marzo, las tropas de Franco entraron en Madrid sin resistencia y poco después se ocupó también la zona Mediterránea. El 1 de abril, Franco firmó en Burgos el último parte de guerra.
Consecuencias de la Guerra
La guerra fue un duro golpe para el país en diversos campos. La población disminuyó notablemente, ya que hubo medio millón de muertos y 400.000 exiliados. Esto provocó la disminución de la población activa, que junto a los elevados gastos militares en la guerra y a la destrucción masiva de infraestructuras, provocó una enorme crisis económica. Esta trajo consigo los racionamientos de comida, la hambruna y la miseria, haciendo que la natalidad descendiese brutalmente. Por otra parte, el régimen autoritario realizó una tarea de represión enorme contra todos los que hubieran apoyado la república o simplemente no les hubieran apoyado a ellos, a través de la Ley de Responsabilidades Políticas, provocando así el exilio de muchas personas, entre ellos intelectuales y políticos republicanos, dejando así una España estéril culturalmente.