La Italia Fascista (1922-1939)
Los años de la posguerra mundial fueron para Italia años de crisis económica y fuertes agitaciones sociales que, sumadas a un sentimiento de frustración por los resultados del conflicto, prepararon el ascenso del fascismo.
La Crisis de la Posguerra
El fin de la Gran Guerra dejó en Italia graves secuelas económicas. El movimiento huelguístico alcanzó gran virulencia y, a menudo, presentó objetivos revolucionarios. En el campo, sobre todo en el centro del país, se desarrolló un movimiento de ocupación de tierras de los grandes propietarios. Todos estos movimientos fueron reprimidos. En el ámbito político, la monarquía constitucional atravesaba una situación de fuerte inestabilidad y ningún partido conseguía obtener mayorías estables que permitiesen la formación de gobiernos duraderos. A todo lo anterior hay que sumar el nacionalismo revanchista derivado de la frustración ante los escasos resultados obtenidos de su colaboración con las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial.
La Subida al Poder de Mussolini
En 1919, Benito Mussolini, un ex militante socialista expulsado del Partido, fundó los llamados Fasci di Combattimento, un movimiento que recogía antiguos combatientes y que presentaba un programa populista y nacionalista. En 1921, Mussolini transformó el Fascio en el Partido Nacional Fascista, que se presentó como un recurso eficaz frente a la amenaza de bolchevización de Italia y, además, tenía como ejes vertebradores la construcción de un Estado fuerte, garante de la propiedad privada. El golpe definitivo para hacerse con el poder llegó con la Marcha sobre Roma (8 de octubre de 1922), cuando miles de “camisas negras” ocuparon los edificios públicos de la capital. La subida al poder de Mussolini no significó el inmediato establecimiento de una dictadura, sino que ésta fue el resultado de un proceso de restricción de las libertades.
La Dictadura Fascista
A partir de 1925, Mussolini inició un proceso encaminado a convertir Italia en un régimen totalitario en el que Estado y Partido Fascista quedasen completamente identificados. Aquel mismo año, una ley nombró a Mussolini jefe del gobierno. Los sindicatos fueron integrados en 22 corporaciones que formaban el Consejo Nacional de Corporaciones. El Parlamento, que pasó a depender del Gran Consejo Fascista, fue sustituido por un órgano consultivo formado por los dirigentes de las corporaciones fascistas. Un segundo elemento de popularidad para el fascismo fue su política exterior, orientada a satisfacer las aspiraciones redentistas y expansionistas de una parte de la población italiana. Así, se inauguró un programa de remilitarización y se inició una gran campaña de recuperación de los territorios irredentos.
Un Fuerte Dirigismo Económico
En el terreno económico, el fascismo instaló un verdadero capitalismo de Estado que se caracterizó por un notable intervencionismo estatal, una fuerte protección a la industria nacional y por la tendencia de una política destinada a la autarquía económica. En 1934, el Estado adoptó políticas proteccionistas y estableció un estricto control de los intercambios, autorizando aquellas importaciones consideradas indispensables.
Un Estricto Control Social
El fascismo pretendió controlar y dirigir toda la sociedad a base de estimular su afiliación al partido o a los sindicatos fascistas.
La Alemania Nazi (1933-1939)
La abdicación, en 1918, del káiser Guillermo II dio lugar a la proclamación de un régimen republicano, la República de Weimar, cuya presidencia quedó en manos del socialista Ebert. La vencida Alemania inició su andadura democrática en unas condiciones políticas y económicas muy adversas. La nueva República tuvo que asumir la derrota militar y aceptar las duras condiciones de paz impuestas por los vencedores. Además, la crisis económica y el desorden político radicalizaron las posturas de buena parte de los alemanes, que se hicieron más receptivos al nacionalsocialismo.
Las Debilidades de la República de Weimar
La nueva República, basada en una Constitución ampliamente democrática, fue incapaz de crear un sistema político estable y, al final, fue desbordada por el ascenso del nazismo. En sus primeros años, la República tuvo que hacer frente a los intentos insurreccionales tanto de la derecha como de la izquierda que deseaban acabar con el régimen. En 1919 se produjo el levantamiento de la Liga Espartaquista (comunistas), que pretendía proclamar un gobierno de consejos obreros según el modelo soviético, pero fue duramente reprimido. En 1920, el auge de grupos nacionalistas radicales. En 1923, Adolf Hitler protagonizó un fracasado putsch nacionalista y antidemocrático en Munich con el apoyo del general Ludendorff. La situación económica atravesaba también un momento muy difícil. Las deudas de guerra y las fuertes reparaciones impuestas por el Tratado de Versalles provocaron una enorme inflación acompañada de la depreciación del marco, provocando el desempleo. La crisis llegó a su cenit en 1923, cuando los alemanes no pudieron pagar las deudas de guerra contraídas con Francia y las tropas galas ocuparon el rico territorio minero del Ruhr como garantía de cobro. Los partidos gubernamentales de la llamada Coalición de Weimar fueron perdiendo el apoyo de los asalariados y de la pequeña burguesía empobrecida. La inestabilidad ministerial era una prueba fehaciente de la fragilidad del sistema parlamentario.
La Llegada al Poder del Nazismo
Adolf Hitler inició su carrera política a los 30 años en un pequeño grupo extremista, antisemita, agresivo y racial, con eslóganes anticapitalistas. Fundó el NSDAP (Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes) y creó las SA (Secciones de Asalto). Reconocido como führer (Jefe) del Partido, protagonizó, en 1923, el putsch de Munich contra la República de Weimar. Por ello fue detenido y condenado a cinco años de prisión, que quedaron reducidos a seis meses. Durante su estancia en la cárcel escribió Mein Kampf (Mi Lucha), obra en la que exponía su desprecio por la democracia parlamentaria y su odio al bolchevismo, y apostaba por un liderazgo único y fuerte para dirigir al pueblo alemán. Asimismo, defendía el antisemitismo, la superioridad de la raza aria y la necesidad de forjar un Gran Reich con todos los territorios de población germánica, a la vez que postulaba un programa de expansión territorial. Tras salir de prisión, reorganizó el partido y creó las SS (Escuadras de Protección). En enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller en un gobierno de coalición.
La Dictadura Nazi
El 27 de febrero se produjo el incendio del parlamento, del que fueron falsamente inculpados los comunistas. El atentado sirvió de excusa para suspender las libertades individuales, suprimir el control judicial sobre las detenciones y restablecer la pena de muerte. En junio de 1934, en la llamada “Noche de los cuchillos largos”, Hitler eliminó a sus adversarios políticos dentro del partido nazi y a otros opositores. Creó la Gestapo, la policía política del régimen.
La Pureza Racial
El nazismo aspiraba a la identificación de toda la sociedad con el Estado y por ello impulsó la nazificación de todos los aspectos de la vida institucional y cotidiana. En primer lugar, pretendía asegurar la pureza racial del pueblo alemán y el concepto de “arianización” se convirtió en símbolo de la sociedad nazi. Se afirmaba que la raza aria, cuyos individuos se identificaban no sólo por unas características físicas sino también ideológicas, debía ser protegida mediante la exclusión de quienes presentaban cualquier discapacidad física, de las minorías étnicas, de los disidentes, etc. Sin embargo, la cuestión racial que alcanzó mayor magnitud fue la persecución de los judíos. Las causas del antisemitismo alemán hay que buscarlas en el deseo de ofrecer a la nación alemana una explicación fácil de sus infortunios, una cabeza de turco a la que atribuir todas las responsabilidades. Además, algunos judíos poseían grandes fortunas, hecho que provocaba el resentimiento de una parte de la población. La política antijudía pasó por diferentes fases: en 1933 se promulgó el boicot a los negocios de los judíos. En 1935, las Leyes de Núremberg privaron a los judíos de la ciudadanía alemana. La persecución culminó con la “Noche de los cristales rotos” (1938), en la que se destruyeron sinagogas y comercios judíos.
La Cohesión Social e Ideológica
Para el Estado nazi, la sociedad alemana debía tener una total cohesión racial y también presentar una absoluta unidad ideológica. Para garantizar la normalización de la cultura en un sentido racista y nacionalista, y fomentar su difusión, se creó el Ministerio de Cultura y Propaganda, que fue confiado a Goebbels. Se depuró la Universidad y el sistema educativo, por lo que muchos intelectuales huyeron de Alemania.
La Expansión Territorial
Las exigencias nazis de revisión del Tratado de Versalles no pretendían un retorno a las fronteras anteriores, sino a la conquista del “espacio vital” identificado con los países habitados por pueblos eslavos, considerados inferiores. Eso iba a conllevar al dominio de Europa al servicio de una raza superior. Todo ello había de culminar con la desaparición de la URSS.