El Carlismo y la Consolidación del Estado Liberal en España: Reinado de Isabel II

La Construcción y Consolidación del Estado Liberal

El Reinado de Isabel II

El rey Fernando VII muere en 1833 dejando como sucesora a su hija Isabel tras la publicación de la Pragmática Sanción que ratificaba el Auto Acordado que eliminaba la Ley Sálica, impuesta por Felipe V.

El hermano del rey, Carlos, no acepta esta Pragmática Sanción y declara la guerra a su sobrina Isabel y a su cuñada, la reina regente María Cristina de Austria, en defensa de sus legítimos derechos a la sucesión. Comienza así la Primera Guerra Carlista que enfrenta a los carlistas contra los liberales, llamados isabelinos.

El Carlismo

El carlismo es una resistencia al intento de transformar la sociedad estamental en una sociedad de clases. Su lema era “Dios, Patria, Fueros y Rey”. El infante Carlos, en su Manifiesto de Abrantes (1 de octubre de 1830), establece que lucha por la religión católica, el cumplimiento de la ley de Sucesión y los derechos de sus hijos.

Los carlistas son foralistas porque los fueros del País Vasco y de Navarra implican cuatro privilegios fundamentales:

  • Gobierno autonómico: el poder se ejerce entre los representantes de la Corona y las autoridades locales: Juntas Generales y Diputaciones forales, y conlleva el juramento del rey y el pase foral.
  • Justicia privativa: se administra en el territorio.
  • Exención fiscal: tiene su propio sistema fiscal diferente al del resto de España.
  • Exención militar: no participan en las levas del ejército real y sólo intervienen en la defensa de su propio territorio en caso de amenaza.

El carlismo elabora un ideario político con tres elementos claves:

  • La defensa del absolutismo monárquico.
  • La idealización del medio rural y el rechazo de la sociedad urbana e industrial.
  • La restauración del poder de la Iglesia y de un catolicismo excluyente de cualquier otra creencia.

El carlismo cuenta con el apoyo del bajo clero, de la masa campesina, artesanos y algunos nobles. A nivel internacional, la Santa Alianza le favorece no reconociendo a Isabel II como reina de España en 1833.

El Bando Liberal

El bando liberal pretende modernizar el país y respetar la decisión de Fernando VII. Elabora el Manifiesto de la Reina Gobernadora (4 de octubre de 1833) como respuesta al del carlismo, presentándose como defensor de la religión y de la soberanía real para conseguir el apoyo de los sectores más conservadores de la sociedad. En el bando liberal se integran la burguesía, los antiguos afrancesados y los reformadores.

Las Guerras Carlistas

El conflicto comienza en 1833 y se mantiene a lo largo del siglo XIX con tres conflictos.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Fue la más violenta y dramática. Carlos se proclama rey con el nombre de Carlos V con la ayuda de las zonas rurales de País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña y Levante, donde sus tropas se van a hacer fuertes. Se trata de un conflicto civil con proyección internacional porque las potencias absolutistas (Austria, Prusia y Rusia) y el Papa apoyaban al bando carlista; mientras que Gran Bretaña, Francia y Portugal secundan a Isabel II, lo que dio lugar al Tratado de la Cuádruple Alianza.

Ambos bandos contaban con generales de gran talla como los carlistas Zumalacárregui y Cabrera, o el liberal Espartero, lo que prolongó el conflicto y dificultó la solución.

En esta primera guerra hay tres fases:

  1. 1833-1835: El ejército carlista, mandado por el General Zumalacárregui, consigue algunas victorias a pesar de que su inferioridad numérica y armamentística fue evidente desde el principio. Zumalacárregui muere en el sitio de Bilbao en 1835 y esto cambia el signo de la guerra.
  2. 1835-1837: El General Cabrera asume el mando del ejército carlista y, junto con el pretendiente, el infante Carlos, llega a las puertas de Madrid con la Expedición Real de 1837, pero no hay victorias decisivas ni derrotas graves del bando liberal.
  3. 1837-1840: Las victorias del bando isabelino son claras por la mejor organización del ejército y por las divisiones de los carlistas en dos grupos: los intransigentes (partidarios de continuar la guerra) y los moderados (que quieren un acuerdo de paz honroso). Se imponen éstos y el 31 de agosto de 1839 se firma el Convenio de Vergara entre el liberal Espartero y el carlista Maroto, que pone fin a la guerra carlista. En este convenio se establece lo siguiente:
  • Mantenimiento de los fueros vascos.
  • Reconocimiento de los empleos y grados del ejército carlista.

El general Cabrera mantiene su resistencia en la zona levantina hasta 1840.

Consecuencias de la Primera Guerra Carlista

  • 200.000 muertos.
  • La monarquía apoya el liberalismo.
  • Protagonismo político de los militares. Son los espadones que dirigen los partidos políticos y actúan como árbitros de la vida política.
  • Enormes gastos que implican apuros fiscales y tomar medidas como la desamortización eclesiástica de Mendizábal.

Segunda y Tercera Guerra Carlista

El Convenio de Vergara no es el final del carlismo, que protagoniza una Segunda Guerra Carlista (1846-1849) en Cataluña a favor de Carlos VI (hijo del infante Carlos) que trató de casarse con su prima Isabel II sin conseguirlo. Fueron derrotados en Barcelona, pero mantuvieron focos de resistencia hasta 1860 en núcleos aislados rurales de Navarra, País Vasco y Cataluña.

Habrá una Tercera Guerra Carlista en 1872-1876, que estalla en el norte, convocada por Carlos VII.

La Cuestión Foral

Es la colección de leyes o privilegios. Las provincias vascongadas y Navarra se enfrentaron para conservarlos al reformismo de la monarquía absolutista y, más tarde, al uniformismo centralista del Estado Liberal.

  • Fuero es el conjunto de normas jurídicas y libertades que regulan la vida local y las cargas y derechos de los moderadores, recogiendo en una redacción o texto único que es dado o recibe la confirmación del rey o señor.
  • La abolición de los fueros de Navarra y País Vasco se hizo en 1876, al terminar la Tercera Guerra Carlista.
  • Las consecuencias fueron que Alonso Martínez no pudo promover la aprobación definitiva del primer Código Civil Español hasta 1889.