El Conde-Duque de Olivares, la Crisis del Siglo XVII y el Feudalismo en España

El Valimiento en la España del Siglo XVII: El Conde-Duque de Olivares

En España, durante el siglo XVII, y coincidiendo con la decadencia de la dinastía de los Habsburgo, se frecuentó la figura de los válidos. Estos eran personajes no institucionales que ejercían un poder otorgado por el rey, el cual, en teoría, no debía inmiscuirse directamente en los asuntos de Estado ni de gobierno, aunque en la práctica concentraban gran poder.

El Gobierno del Conde-Duque de Olivares

El Conde-Duque de Olivares dominó la política española durante el reinado de Felipe IV. Gobernó evitando los consejos tradicionales y apoyándose en juntas integradas por personas cercanas a él. Impulsó lo que se conoce como el Gran Memorial de 1624, donde proponía una serie de reformas encaminadas a:

  • Reforzar el autoritarismo real y la unidad territorial.
  • Proclamar a Felipe IV como “Rey de España” (unificando la percepción de sus diversos reinos) y no solo de los reinos pertenecientes a la Corona Hispánica.

Reformas Fiscales y Financieras

En términos fiscales, propuso una distribución más igualitaria de los impuestos entre los distintos reinos, una idea que ya había sido planteada previamente por el Consejo de Castilla. Para liberar a la Corona de la dependencia de los banqueros extranjeros, propuso la creación de una red de erarios. Los erarios actuarían como bancos, entregando préstamos a la Corona. No obstante, para desarrollar esta idea necesitaba un capital inicial, el cual sería aportado obligatoriamente por todos los súbditos cuya fortuna superase los 2.000 ducados. Esta propuesta fue rechazada por las Cortes, ya que suponía el estudio y registro de la fortuna de todos los individuos.

La Unión de Armas

Para favorecer la política exterior y tener garantías de cara a enfrentamientos con otras potencias europeas, desarrolló la Unión de Armas. Este proyecto se basaba en la creación de un ejército permanente de 140.000 soldados, reclutados y mantenidos proporcionalmente por todos los reinos de la Corona. Esto fue una novedad, ya que hasta entonces, el principal esfuerzo militar, aportando soldados y recursos, recaía fundamentalmente sobre Castilla. Para conseguirlo, convocó las Cortes de Aragón, Valencia y Cataluña. Valencia y Aragón aceptaron la aportación que les correspondía, mientras que Cataluña se negó, quedando al margen de la Unión de Armas.

Crisis y Revueltas

En el año 1635, estallaron conflictos entre el pueblo catalán y las tropas reales estacionadas allí para combatir la ofensiva lanzada por Francia en el contexto de la Guerra de los Treinta Años. Como consecuencia, en el llamado Corpus de Sangre, los segadores (campesinos) se hicieron con el control de Barcelona. La Generalitat convocó Cortes y, aunque inicialmente proclamó la República Catalana, ante su inviabilidad, reconoció la soberanía del rey Luis XIII de Francia. Tras doce años de confrontación armada (Guerra dels Segadors), Barcelona se rindió en el año 1652, pero el monarca Felipe IV se comprometió a no modificar sus fueros ni instituciones.

Surgieron también movimientos separatistas en Portugal, como consecuencia de la crisis financiera, la presión fiscal y la incapacidad percibida de la Corona para defender sus intereses (especialmente los ultramarinos), lo que llevó a la restauración de su independencia en 1640. Además, hubo conspiraciones y movimientos similares en Andalucía, Aragón y Navarra, aunque sin éxito.

Oposición y Caída de Olivares

A estas rebeliones frente a las pretensiones centralizadoras y fiscales de Olivares, hay que sumarle la oposición de sectores de la alta nobleza y el clero contra el Conde-Duque, que veían amenazados sus privilegios por las reformas que buscaban reforzar la autoridad del rey. Finalmente, el desgaste de la Guerra de los Treinta Años, que dejó a España en una situación de grave decadencia, con pérdida de territorios y de la hegemonía en Europa, junto con las decisiones políticas impopulares y el ambiente general desfavorable, provocaron que el Conde-Duque de Olivares dejara de ser válido del rey en el año 1643.


Particularidades del Feudalismo en la Península Ibérica

El feudalismo tradicional europeo tuvo menor influencia y características propias en la Península Ibérica debido al prolongado proceso de la Reconquista. Durante los siglos VIII y X, en las zonas repobladas mediante el sistema de presura o aprisio, destacaba la presencia de campesinos libres propietarios de pequeñas parcelas (alodios).

El Régimen Señorial

Posteriormente, sobre todo en Cataluña a partir del siglo XII, muchos campesinos quedaron sujetos a un señor laico o eclesiástico. El caso castellano presenta algunas particularidades: existían los llamados hombres de behetría, campesinos que, aun siendo libres, pagaban un censo a un señor (que a veces podían elegir) a cambio de protección. El ejercicio de la milicia, fundamental en la Reconquista, favorecía el ascenso social, y los caballeros villanos (campesinos con medios para mantener caballo y armas) constituían la capa más baja de la nobleza.

Sin embargo, a partir del siglo XIII, con los avances cristianos hacia el sur, se repartieron grandes extensiones de tierras a nobles, órdenes militares y eclesiásticos que habían participado en la guerra, mediante el sistema de repartimientos, sentando así las bases del régimen señorial pleno. Los señoríos eran territorios concedidos por el rey a instituciones o particulares por los servicios militares o religiosos prestados. En ocasiones, funcionarios de la administración real (como los merinos) se adueñaban de derechos en nombre del rey, convirtiéndose de facto en señores de esas tierras.

Ser titular de un señorío implicaba, en muchos casos (señorío jurisdiccional), el traspaso de competencias públicas por parte del rey, incluidas las fiscales, judiciales y administrativas sobre los habitantes del territorio.

Estructura del Feudo y Sociedad Estamental

El feudalismo no se caracteriza únicamente por la fragmentación del poder, sino por el establecimiento de una red de vinculaciones personales (vasallaje). Dentro del feudo o señorío, la tierra solía dividirse en dos partes:

  • La reserva señorial: Tierras explotadas directamente por el señor, cultivadas a menudo por siervos mediante prestaciones de trabajo obligatorio (sernas).
  • Los mansos: Parcelas de tierra que el señor entregaba a los campesinos para su sustento y explotación a cambio del pago de rentas (en especie o dinero), prestaciones personales y otros servicios.

La sociedad estamental agrupaba a las personas según la función teórica que cumplían:

  • La nobleza (bellatores): Se dedicaba a la defensa militar.
  • El clero (oratores): Se dedicaba a velar y rezar por la salvación de las almas.
  • El pueblo llano o Tercer Estado (laboratores): Se dedicaba al trabajo y al mantenimiento de los otros dos estamentos.

La nobleza poseía la mayoría de los dominios señoriales y contaba con numerosos privilegios (fiscales, jurídicos, sociales), similares a los del alto clero. En el eslabón más bajo de la sociedad rural se encontraban los campesinos que habían perdido la libertad y los derechos sobre sus tierras, convirtiéndose en siervos. En la zona de Cataluña y Aragón, destacó la figura de los campesinos de remensa, adscritos a la tierra que trabajaban y sujetos a los llamados malos usos, una serie de cargas señoriales consideradas abusivas.