El Directorio Civil
En diciembre de 1925 se constituyó el Directorio Civil. En el nuevo Gobierno colaboraban ahora viejos amigos, como el militar Martinez Anido, y nuevos políticos, como Calvo Sotelo, sin que faltara un representante de la oligarquía tradicional como el conde de Guadalhorce. El Gobierno siguió manteniendo en suspenso los preceptos constitucionales y legislando por decreto. Fueron tiempos en los que el país gozó de una economía en alza porque la de Europa lo estaba. El régimen no aportó modelos económicos ni nuevos esquemas de acción, sino que se limitó a proceder con los tradicionales y, concretamente, a propiciar la industrialización desde un intervencionismo estatal, a mejorar la agricultura participando en la introducción de nuevas técnicas y a incrementar el comercio exterior. La base práctica de estas tres políticas fue un gran desarrollo de las obras y los servicios públicos y, con el apoyo del Partido Socialista-a través de la UGT-, pudo crear una estructura corporativa para pobres relaciones capital-trabajo, e intentó aplicar una importante reforma fiscal que, por primera vez, introducía el impuesto sobre la renta.
La oposición y la caída de la dictadura
La cuestión del catalanismo. Sin embargo, no pudo, o no quiso, solucionar otros problemas. La cuestión de la lengua catalana; 2) la intervención gubernamental en la elección de la Junta del Colegio de Abogados de Cataluña, obligando, además, a publicar su guía oficial en castellano; 3) su intromisión en la esfera eclesiástica-prohibiendo, otra vez, la utilización del catalán en los actos litúrgicos-, lo que conllevó a una reacción de los obispos.
El movimiento obrero
Tampoco supo frenar a un movimiento obrero que, a medida que pasaba el tiempo, iba tomando posiciones. A partir de 1928 el PSOE empezó a pensar que, puesto que no había un auténtico régimen parlamentario, la única salida debería ser la república; y lo mismo propusieron el partido comunista y los anarquistas de la CNT. Con la clausura del Ateneo de Madrid porque, se decía, que estaba inclinándose hacia el republicanismo, y con el Proyecto de Reforma Universitaria, en el que se otorgaba la expedición de títulos con valor universitario a los jesuitas de Deusto y a los agustinos de El Escorial.
El descontento militar
Los militares destinados en la Península se encontraron con un Primo de Rivera favorable a los militares de Marruecos y poco proclive hacia los convencionalismos que protegían la carrera militar de los de la Península. Además, el ataque frontal contra el cerrado cuerpo de artillería fue el que rompió la armonía de la familia militar y precipitó la caída del régimen. Fracasó una importante conspiración prevista para junio de 1926, la famosa ‘Sanjuanada’.