El Fin del Imperio Español: Causas y Consecuencias de la Guerra de 1898

Crisis de 1898: Liquidación del Imperio Colonial

1. La Guerra en Cuba y Filipinas

A. Política Española en Cuba

Entre la Paz de Zanjón y el inicio de la última guerra cubana, los gobiernos españoles tuvieron 17 años para introducir en la colonia alguna de las reformas defendidas por los autonomistas isleños. Sin embargo, la falta de un verdadero proceso descentralizador y la política fuertemente proteccionista estrangularon la economía cubana, favoreciendo el proceso hacia la independencia.

Mientras en España estaba el “Gobierno Largo” de los liberales, el Partido Autonomista Cubano se mostraba decidido a apoyar un programa reformista que restase fuerza al independentismo. Pero la única medida que se acabó aprobando fue la abolición definitiva de la esclavitud y que los cubanos tuvieran representación propia en las Cortes, ya que las propuestas de dotar a Cuba de autonomía y de un proyecto de reforma del estatuto colonial fueron rechazadas.

La oposición cubana, debido a los fuertes aranceles proteccionistas que España imponía, dificultó el comercio con EE.UU. La condición de Cuba como espacio reservado para los productos españoles se reforzó con el arancel de 1891, lo que provocó un gran malestar tanto en la isla como en EE.UU., que adquiría casi el 90% de las exportaciones cubanas.

B. Guerra de Cuba y Filipinas

En 1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano. Ante la gravedad de la situación, Cánovas envió un ejército a Cuba, pero la dificultad de proveer de alimentos y de facilitar asistencia médica, tanto al ejército como a los campesinos, trajo consigo una elevada mortalidad entre la población civil y los soldados, además de arrasar plantaciones y numerosas vías férreas. La economía cubana se resintió notablemente.

Tras el asesinato de Cánovas, el nuevo gobierno de Sagasta concedió a Cuba y Puerto Rico gobiernos autonómicos, pero los independentistas, que contaban con el apoyo estadounidense, se negaron a aceptar el fin de las hostilidades.

La insurrección se produjo también en Filipinas: el levantamiento filipino fue duramente reprimido y su principal dirigente, José Rizal, acabó siendo ejecutado. Mientras, los insurrectos, que habían fundado un movimiento independentista llamado Katipunan, terminaron negociando el fin de la insurrección con el gobierno de Sagasta.

C. La Intervención de Estados Unidos

En 1898, Estados Unidos se decidió a declarar la guerra a España. El pretexto fue el hundimiento del Maine, anclado en el puerto de La Habana.

El 25 de abril, los americanos declaran la guerra a España, desarrollando una rápida campaña que terminó con la derrota de la escuadra española en Cavite (Filipinas) y Santiago (Cuba). En diciembre de ese mismo año se firmó la Paz de París, por la que España cedió Filipinas y Puerto Rico a los EE.UU. y reconoció la independencia de Cuba.

2. Consecuencias del Desastre de 1898

La derrota de 1898 sumió a la sociedad y a la clase política española en un estado de desencanto y frustración. Significó la destrucción del mito del imperio español, en un momento en que las potencias europeas estaban construyendo vastos imperios coloniales en Asia y África, y la relegación de España a un papel secundario en el contexto internacional. Además, la prensa extranjera presentó a España como una nación moribunda, con un ejército ineficaz, un sistema político corrupto e incompetente.

Las repercusiones inmediatas fueron menores de lo que se esperaba; no hubo una gran crisis política ni tampoco económica. Fue, fundamentalmente, una crisis moral e ideológica.

Los movimientos regionalistas/nacionalistas conocieron una notable expansión, sobre todo en el País Vasco y en Cataluña, donde parte de la burguesía industrial comenzó a tomar conciencia de la incapacidad de los partidos dinásticos y se inclinaron hacia el nacionalismo, que reivindicaba la autonomía y prometía una política nueva.

  • El Regeneracionismo

    Surgieron movimientos que, desde una óptica cultural o política, criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron la necesidad de una regeneración y modernización de la política española. Contaron con cierto respaldo de las clases medias y sus ideales quedaron ejemplificados en el pensamiento de Joaquín Costa, que propugnaba la necesidad de dejar atrás los mitos de un pasado glorioso, modernizar la economía y alfabetizar a la población (“escuela y despensa”).

    También denunciaba que España se había convertido en un régimen oligárquico donde una minoría, a través del caciquismo, se había hecho dueña del poder en beneficio propio. Además, el “desastre” dio cohesión a un grupo de intelectuales, conocido como la Generación del 98 (Unamuno, Valle Inclán, Pío Baroja, Azorín…), que se caracterizaron por su profundo pesimismo y plantearon una profunda reflexión sobre el sentido de España y su papel en la Historia.

La derrota militar supuso también un importante cambio en la mentalidad de los militares, que se inclinaron hacia posturas más autoritarias e intransigentes. El ejército volvía a intervenir en la vida política española, convencido de que la derrota había sido culpa de la ineficacia y corrupción de los políticos y del parlamentarismo.

Hubo también un regeneracionismo que partió del mismo sistema con Francisco Silvela, que tuvo que enfrentarse a los problemas económicos mediante nuevos impuestos y se encontró con una fuerte resistencia entre la burguesía catalana. Se mantuvo en el poder hasta 1901, pero las promesas de “regeneración” habían quedado en retórica, sin que tuviesen una auténtica incidencia en la vida política del país.