El Franquismo en España: Orígenes, Evolución y Legado

El franquismo en España emergió después de la victoria militar de Francisco Franco sobre la II República en 1939. Su régimen se consolidó a través del control de diversos actores sociales y políticos, como el ejército, la Iglesia, la Falange y el carlismo. Durante la Guerra Civil, Franco se presentó como el líder indiscutido, logrando la unidad bajo su figura, especialmente con hechos propagandísticos como la liberación del Alcázar de Toledo. La victoria fue el fundamento de su legitimidad, y Franco se autoproclamó Caudillo de España, basando su autoridad en la victoria militar y en la concentración de poderes. En los años 60, el régimen franquista fue caracterizado por algunos politólogos como un régimen autoritario, comparándolo con otras dictaduras contemporáneas. Sin embargo, otros autores, como Manuel Tuñón de Lara, lo calificaron de totalitario y fascista. Ejemplos de esta represión fueron la promulgación de leyes como la “Ley de Responsabilidades Políticas” (1939), que retroactivamente castigaba a los “enemigos” del régimen desde 1934, y la “Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo” (1940). En cuanto a la estructura política, el régimen fue cimentado por el cuñado de Franco, Serrano Suñer, quien desempeñó un papel clave en la centralización del poder en torno a Franco y en la integración de los diversos sectores políticos en una estructura unitaria, el partido único FET y de las JONS. Este partido tenía como objetivo la “encuadración” de la sociedad, el control social y la propaganda, canalizando la ideología y la organización de la sociedad española bajo los principios del régimen.

Etapas políticas y económicas del Franquismo

A lo largo de la vida del franquismo, se pueden distinguir diferentes etapas, especialmente desde el punto de vista económico y político. Durante los primeros años de la dictadura, la Secretaría Nacional de FET estuvo bajo el control de los falangistas, pero con el final de la Segunda Guerra Mundial y la derrota de las potencias del Eje, Franco vio la necesidad de abrirse a sectores más moderados, como los católicos. En este contexto, la facción católica, con figuras como Alberto Martín Artajo, comenzó a ganar influencia, buscando una salida del aislamiento internacional y acercándose tanto al Vaticano como a EE.UU. Durante esta etapa de aislamiento, España adoptó una política autárquica que restringió las importaciones y exportaciones, lo que resultó en una situación económica difícil para la población, que sufrió escasez de productos básicos, racionamiento y años de dificultades económicas.

Sin embargo, la Guerra de Corea (1950-1953) y la situación internacional de la Guerra Fría abrieron la puerta a un acercamiento a EE.UU. y a los organismos internacionales. En 1953, España firmó el Concordato con la Santa Sede y los Acuerdos de Madrid con EE.UU., lo que permitió a Franco mejorar su posición internacional. A cambio de permitir que EE.UU. instalara bases militares en España, el régimen recibió asistencia económica y una mayor apertura al comercio exterior. Este cambio también se reflejó en la entrada de España en la ONU en 1955. Además, este periodo marcó el comienzo de un proceso de descolonización de algunos territorios extrapeninsulares, como Marruecos (1956), Guinea Ecuatorial (1968) y Sidi Ifni (1969).

La apertura económica, sin embargo, trajo consigo desequilibrios. La liberalización del comercio exterior expuso la falta de competitividad de los sectores adaptados a la autarquía, lo que perjudicó a la renta agraria y forzó a muchos campesinos a emigrar a las ciudades o al extranjero. Para equilibrar la balanza comercial, Franco dio paso a un gobierno de tecnócratas opusdeístas en 1957, entre los que destacaron figuras como Mariano Navarro Rubio, López Rodó y Ullastres. Estos tecnócratas implementaron el Plan de Estabilización de 1959, que devaluó la peseta, controló el gasto público, subió impuestos y contuvo los salarios. A pesar de las dificultades de este proceso, el Plan de Estabilización logró aumentar las remesas de los emigrantes españoles, lo que contribuyó al desarrollo de la economía interna. Esta fase también se caracterizó por un notable crecimiento económico en las décadas de los 60 y 70, impulsado por el turismo europeo y el auge de la industria en ciudades como Madrid, Barcelona y el País Vasco. El crecimiento de la clase media y la urbanización en las costas españolas fueron algunas de las consecuencias visibles.

En este contexto, emergió una sociedad de consumo que abrazó las nuevas tendencias de la modernidad: el “baby boom”, la popularización de coches como el 600, el auge de los televisores en blanco y negro, y la llegada de la música pop, con grupos como los Beatles.

Oposición y Declive del Régimen Franquista

Sin embargo, estos cambios sociales y económicos también generaron una oposición soterrada al régimen, especialmente en la juventud universitaria, en el movimiento sindical (como las Comisiones Obreras, ilegalizadas y perseguidas) y en el asociacionismo vecinal. Además, la Iglesia Católica, influenciada por el Concilio Vaticano II, comenzó a adoptar una postura más crítica hacia el régimen. En el plano político, surgieron grupos como ETA, que defendían la independencia del País Vasco y llevaron a cabo atentados, como el asesinato de Luis Carrero Blanco en 1973.

En la década de 1970, el régimen se fue debilitando. A la represión política se sumaron escándalos de corrupción como el de MATESA, la entrega del Sahara a Marruecos y la creciente oposición interna y externa. El asesinato de Carrero Blanco, la Revolución de los Claveles en Portugal, la crisis del petróleo de 1973 y el aumento de los conflictos laborales en España indicaban una evidente crisis del régimen. La falta de adaptación a los cambios sociales, económicos y políticos tanto a nivel nacional como internacional presagiaban su fin. Franco murió en 1975 sin un proceso revolucionario o un derrocamiento popular. Juan Carlos I, su sucesor, se encargó de iniciar la transición hacia un sistema democrático, aunque bajo la supervisión de las fuerzas conservadoras y los viejos poderes establecidos que mantenían influencia desde la Guerra Civil y los años 60. Este proceso de apertura política y el tránsito hacia la democracia sería tutelado por el nuevo rey, pero también estuvo marcado por la resistencia de los sectores más tradicionales del franquismo.