Para comprender la naturaleza del régimen que se instaló en España después de 1939 hay que partir del hecho nuevo y distintivo que representó la instauración del sistema republicano como experiencia democrática, así como su derrota por el ejército de Franco. Sin Guerra Civil es imposible entender el franquismo, pues este régimen no fue sino un fenómeno de reacción frente a la República, sin ninguna ideología inicial. Del mismo modo, hay que entender la figura del propio Franco porque el franquismo no es comprensible si no se tiene en cuenta dos aspectos de su personalidad: era un militar archiconservador y un profundo católico. Sólo así es posible explicar la dinámica interna de su régimen y sus objetivos inmediatos de creación de un Estado tradicional, fuerte y confesional frente al laicismo y al progresismo liberal, raíces de todos los males de España según los ideólogos del régimen.
En principio, el franquismo nunca estuvo delimitado por ninguna ideología en particular sino que supuso la aglomeración de muchas otras existentes antes de la guerra. Por ello, es imprecisa, cambiante y compleja aunque tiene ciertos pilares ideológicos como la concentración de todo el poder en Franco y, por tanto, el antiparlamentarismo; el anticomunismo; el tradicionalismo (defensa de la religión, la familia, el orden y la propiedad); y el nacional-catolicismo (los valores absolutos son el catolicismo y la unidad de la patria frente a las autonomías regionales y el laicismo).
Fue un fenómeno de masas con bases sociales amplias (lo que explica su duración) y con distintos grupos de poder (o familias). Entre ellos encontramos:
– Las oligarquías agrarias, industriales y financieras que recuperarán su hegemonía social y política, y que serán los máximos beneficiarios de la política económica intervencionista.
– El ejército, principal baluarte, porque ante todo Franco era militar y sus compañeros de armas le identificaban con la defensa de los intereses de la patria. Siempre le fue fiel.
– La Iglesia. Reprimida en la zona republicana, le dio todo su apoyo y cumplió un papel legitimador. A cambio obtuvo privilegios en la vida social, la enseñanza… A partir del Concilio Vaticano II se fue separando del régimen.
– La Falange. Tras el Decreto de Unificación (abril de 1937), la F.E.T. y de las J.ON.S. se convirtió en el partido único que con el tiempo se denominó Movimiento Nacional. Se orientó inicialmente como cantera de mandos del régimen. Con la creación de la Sección Femenina, la Organización Sindical española, el Frente de Juventudes, el SEU y el Auxilio Social intentó controlar toda la vida social y económica del país. Cuando comienza el ocaso del Eje en la Segunda Guerra Mundial (1943), empieza a perder importancia en la dictadura.
– Los monárquicos, que podían dividirse en carlistas (tradicionalistas que defienden una monarquía católica, tradicional y autoritaria con régimen foral) y en juanistas (partidarios de don Juan, heredero de Alfonso XIII, y que apoyaron a Franco a pesar de que éste se negó a devolverle el poder, evitando incluso que don Juan se sumara al levantamiento).
– Sectores amplios de las capas medias urbanas, pero fundamentalmente el pequeño campesinado de Castilla y del norte peninsular, profundamente católicos, que aspiraban al respeto del orden y de los valores tradicionales.
De todas formas, el gran éxito franquista fue la despolitización de casi toda la sociedad lo que condujo a una desmovilización que influyó en la pervivencia del régimen.
Gracias a su carencia doctrinal, Franco construirá el nuevo Estado adaptando a su régimen distintas posturas ideológicas a tenor de las coyunturas nacionales e internacionales. De esta forma, hasta 1959, el franquismo atravesará por diferentes fases en su proceso de institucionalización.
Desde 1937, el régimen franquista adoptó una postura cercana a la de las potencias fascistas que tanta ayuda le procuraban. En 1938 se promulgó el Fuero del Trabajo que seguía el modelo económico fascista italiano, es decir, el capitalista pero sin los defectos del sistema liberal (sin libertades sindicales). La Ley de Unidad Sindical (1940) y la creación del Instituto Nacional de Industria (I.N.I.), en 1941, siguieron esta línea. Por tanto, en esta época la Falange jugaba un papel fundamental en el régimen, encargándose de crear una sociedad puramente fascista a través de los sindicatos verticales, el SEU, el Frente de Juventudes y la Sección Femenina, y controlaba gran parte de los medios de comunicación. Esta primera etapa del franquismo se denomina época azul por las camisas falangistas y el hombre fuerte será el cuñado fascista de Franco, Ramón Serrano Súñer. Nombrado Ministro de Asuntos Exteriores, fue el precursor de las relaciones con la Alemania de Hitler (entrevista de Hendaya, envío de la División Azul). Es la época también de la no beligerancia.
Sin embargo, a partir de 1942, con la entrada de EEUU en la guerra, Franco vio clara la derrota de las potencias del Eje e inicia un proceso de desvinculación del fascismo, expulsando a Serrano Súñer del poder (incidentes de Begoña) y con él a la Falange de la administración. Se trata de “maquillar” el régimen de cara a la los aliados y de presentarlo como un sistema más o menos democrático: se promulgan la Ley Constitutiva de Cortes -1942- (“democracia orgánica” en oposición a los totalitarismos), el Fuero de los Españoles -1945- (concesión de derechos y deberes fundamentales que no podían atacar a los principios fundamentales del Estado ni a su unidad y, por tanto, son muy limitados) y la Ley de Referéndum Nacional -1945- (que permitía la participación política de los ciudadanos). Con todo ello se buscaba la instauración de un Estado de derecho y se insistía en el carácter católico del régimen, base de la nueva ideología o nacional-catolicismo. Después del Manifiesto de Lausana (1945) se elaborará la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947) por la que se concedía a Franco la prerrogativa de nombrar su sucesor y se afirmaba que España era un reino incluyéndose la vaga promesa de una restauración monárquica.
A pesar de todo, Franco no pudo evitar ser visto por las potencias aliadas como un fascista. Así, terminada la II Guerra Mundial nuestro país fue vetado para ingresar en la O.N.U. y sufrió un fuerte bloqueo internacional. La aparición de la Guerra Fría cambió esta situación y Franco se presentó ante occidente como un aliado anticomunista. Poco a poco fue aflojándose el cerco diplomático y en 1948 Francia abre sus fronteras y junto a Gran Bretaña firman tratados comerciales. La Guerra de Corea precipitó los acontecimientos y la O.N.U. levantó el bloqueo, comenzando nuestra integración en organismos internacionales (O.M.S., U.N.E.S.C.O., O.I.T.). En este proceso de apertura será 1953 clave para el reconocimiento internacional del régimen franquista cuando se firmen el Concordato con la Santa Sede y el Tratado de Madrid con EE.UU. (a cambio de unas bases estratégicas España recibía una ayuda económica norteamericana). En 1955 se concluirá la plena integración de nuestro país en la política internacional con la admisión en la O.N.U. Poco después, en 1958, se promulgará la Ley de Principios del Movimiento Nacional en la que se definirá definitivamente al régimen como una “monarquía tradicional, católica, social y representativa”.
Una de las consecuencias de la Guerra Civil española fue el exilio de medio millón de españoles, la mayoría de ellos a Francia donde fueron acogidos en campamentos de refugiados improvisados. Con la invasión del suelo francés por los nazis, su situación cambió: algunos fueron entregados a las autoridades franquistas (Lluìs Companys), otros fueron internados en campos de concentración (Francisco Largo Caballero) y muchos se alistaron en el ejército de liberación (II División del general Leclerc). Unos 20.000 republicanos marcharon a México, en especial intelectuales y políticos (Max Aub, José Giral…), gracias al apoyo de su presidente Lázaro Cárdenas. El panorama intelectual mexicano se enriqueció notablemente a costa del nuestro. Otro destino importante fue la Unión Soviética en donde, además de los dirigentes comunistas españoles (la Pasionaria, Santiago Carrillo…), se refugiaron más de 3.000 “niños de la guerra” desde 1937.
Muchos de los exiliados regresaron a España porque el régimen franquista prometió no actuar contra quienes no hubiesen cometido ningún delito. Esta promesa se incumplió cuando se aplicaron la Ley de Responsabilidades Políticas (1939), la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940) y la Ley de Seguridad del Estado (1941). Por ellas, muchos españoles fueron ejecutados, encarcelados o depurados de sus cargos.
En el exilio se fraguó buena parte de la oposición al régimen de Franco. Por lo pronto, se mantuvieron las instituciones republicanas: en 1943 se formó un Gobierno republicano con Martínez Barrio como presidente de la República y José Giral como jefe del Gobierno; en 1945 se celebraron las primeras Cortes republicanas en el exilio con la elección de un nuevo gobierno; hubo también gobiernos catalán y vasco…
A pesar de sufrir una dura represión, la oposición al franquismo, tanto en el exterior como en el interior, va a tener múltiples variantes. En los años 40 podemos diferenciar entre una “pacífica” o monárquica (don Juan de Borbón lanza el Manifiesto de Lausana en 1945 por el que reclama la vuelta a una monarquía constitucional) y una “violenta” (coincidiendo con el aislamiento internacional del régimen, 1945-1948, aparecen los “maquis” o guerrilleros, que tratan de reavivar la llama de la guerra para que se produjera una intervención exterior, y estallan huelgas en Bilbao y Barcelona).
Al principio de los años 50 se producirán “boicots” populares (dentro del sistema) como el de los tranvías de Barcelona (1951). Desde 1956 hasta 1958 serán frecuentes las huelgas en el País Vasco, Barcelona y Madrid contra la inflación que obligarán a publicar la Ley de Convenios Colectivos de 1958. A finales de esta década en la Universidad se darán conflictos entre el SEU y los opositores franquistas que se liquidarán con purgas en el Ministerio de Educación (Ruiz Giménez) o en el rectorado de Madrid (Laín Entralgo) y de Salamanca (A. Tovar).