El Fraude Electoral y el Caciquismo en la Restauración Española

El partido contaba con una amplia red de relaciones clientelares o amigos políticos que les apoyaba a cambio de favores (concesiones, privilegios, favores fiscales y reparto de cargos).

La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto que no dudaba en falsificar el censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas), manipular las actas electorales, cambiar las urnas, ejercer la compra de votos y amenazar al electorado con coacciones de todo tipo (impedir la propaganda de la oposición, intimidar a sus simpatizantes…). Todo un conjunto de trampas electorales que se conoce como el pucherazo, es decir, la sistemática adulteración de los resultados electorales.

El caciquismo era más evidente en las zonas rurales, donde una buena parte de la población estaba supeditada a sus intereses. Gracias al control que ejercían sobre los ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, controlaban el sorteo de las quintas, proponían el reparto de las contribuciones, podían resolver o complicar los trámites administrativos y proporcionaban puestos de trabajo… Todas estas prácticas fraudulentas se apoyaban en la abstención de una buena parte de la población, cuya apatía electoral se explica tanto por no sentirse representada como por el desencanto de la oposición en participar en el proceso electoral.

La existencia de un movimiento independentista en Cuba y Filipinas, junto a la intervención de EEUU, provocó el desastre del 98 y la pérdida de los últimos territorios americanos. A esto hay que añadir los problemas derivados de la industrialización del país, el auge del movimiento obrero y la aparición de los nacionalismos de Cataluña y País Vasco.

La Restauración hizo posible un sistema político estable y liberal, pero no democrático. El régimen político que se implantó fue cerrado y autoritario y basado en el fraude electoral, desarrollado gracias a una amplia red caciquil. Careció de un espíritu reformista y fue incapaz de integrar las aspiraciones del movimiento obrero y los nacionalismos periféricos. La crisis de la Restauración radicó en que no supo evolucionar hacia un sistema constitucional y parlamentario verdaderamente democrático.

Será en 1890 cuando se apruebe el sufragio universal masculino.

La Constitución proclamaba la confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba otras creencias siempre que no se hiciese manifestación pública de ellas. Se restableció el presupuesto del culto y clero. Se mantuvo la declaración de derechos de la Constitución del 69, aunque se regularán posteriormente.

El Ejército quedó subordinado al poder civil. Se quería alejar a los militares de la escena política y evitar los pronunciamientos.

Funcionamiento del Sistema: Bipartidismo, Turnismo y Caciquismo

El sistema político de la Restauración se basaba en la existencia de dos grandes partidos, el Conservador y el Liberal, que defendían la monarquía, la Constitución de 1876, la propiedad privada y el Estado unitario y centralista. El Conservador defiende el sufragio censitario, la Iglesia y el orden social, mientras el Liberal defiende el sufragio universal masculino y reformas sociales. No eran partidos de masas, en ellos sólo participaba una pequeña parte de la población. Fuera del sistema quedaron los carlistas, los nacionalistas (catalanes y vascos), los partidos obreros y republicanos.

Cada partido debía respetar la gestión de gobierno del otro. Cuando la oposición consideraba que se habían incumplido las reglas, el rey podía llamar al otro partido, disolver el parlamento y convocar elecciones, que eran ganadas por el partido que estaba en la oposición. El objetivo era asegurar la estabilidad institucional.

Este sistema se denominó turnismo.

En este proceso el Ministerio de la Gobernación “fabricaba” los resultados electorales mediante el encasillado, es decir, elaboraban las listas de las personalidades que debían salir elegidas. A través de los gobernadores civiles en las provincias y de personalidades locales (caciques) cada grupo se aseguraba la manipulación de las elecciones para alcanzar la victoria. Ninguno de los dos partidos denunciaba las irregularidades del adversario, pues el sistema les beneficiaba.

Cada partido se comprometía a esperar su turno para alcanzar el poder. El fraude era posible porque cada partido contaba con una amplia red de relaciones clientelares o amigos políticos que les apoyaba a cambio de favores (concesiones, privilegios, favores fiscales y reparto de cargos).

La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto que no dudaba en falsificar el censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas), manipular las actas electorales, cambiar las urnas, ejercer la compra de votos y amenazar al electorado con coacciones de todo tipo (impedir la propaganda de la oposición, intimidar a sus simpatizantes…). Todo un conjunto de trampas electorales que se conoce como el pucherazo, es decir, la sistemática adulteración de los resultados electorales.

El caciquismo era más evidente en las zonas rurales, donde una buena parte de la población estaba supeditada a sus intereses. Gracias al control que ejercían sobre los ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, controlaban el sorteo de las quintas, proponían el reparto de las contribuciones, podían resolver o complicar los trámites administrativos y proporcionaban puestos de trabajo… Todas estas prácticas fraudulentas se apoyaban en la abstención de una buena parte de la población, cuya apatía electoral se explica tanto por no sentirse representada como por el desencanto de la oposición en participar en el proceso electoral.

La existencia de un movimiento independentista en Cuba y Filipinas, junto a la intervención de EEUU, provocó el desastre del 98 y la pérdida de los últimos territorios americanos. A esto hay que añadir los problemas derivados de la industrialización del país, el auge del movimiento obrero y la aparición de los nacionalismos de Cataluña y País Vasco.

La Restauración hizo posible un sistema político estable y liberal, pero no democrático. El régimen político que se implantó fue cerrado y autoritario y basado en el fraude electoral, desarrollado gracias a una amplia red caciquil. Careció de un espíritu reformista y fue incapaz de integrar las aspiraciones del movimiento obrero y los nacionalismos periféricos. La crisis de la Restauración radicó en que no supo evolucionar hacia un sistema constitucional y parlamentario verdaderamente democrático.

El partido contaba con una amplia red de relaciones clientelares o amigos políticos que les apoyaba a cambio de favores (concesiones, privilegios, favores fiscales y reparto de cargos).

La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto que no dudaba en falsificar el censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas), manipular las actas electorales, cambiar las urnas, ejercer la compra de votos y amenazar al electorado con coacciones de todo tipo (impedir la propaganda de la oposición, intimidar a sus simpatizantes…). Todo un conjunto de trampas electorales que se conoce como el pucherazo, es decir, la sistemática adulteración de los resultados electorales.

El caciquismo era más evidente en las zonas rurales, donde una buena parte de la población estaba supeditada a sus intereses. Gracias al control que ejercían sobre los ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, controlaban el sorteo de las quintas, proponían el reparto de las contribuciones, podían resolver o complicar los trámites administrativos y proporcionaban puestos de trabajo… Todas estas prácticas fraudulentas se apoyaban en la abstención de una buena parte de la población, cuya apatía electoral se explica tanto por no sentirse representada como por el desencanto de la oposición en participar en el proceso electoral.

La existencia de un movimiento independentista en Cuba y Filipinas, junto a la intervención de EEUU, provocó el desastre del 98 y la pérdida de los últimos territorios americanos. A esto hay que añadir los problemas derivados de la industrialización del país, el auge del movimiento obrero y la aparición de los nacionalismos de Cataluña y País Vasco.

La Restauración hizo posible un sistema político estable y liberal, pero no democrático. El régimen político que se implantó fue cerrado y autoritario y basado en el fraude electoral, desarrollado gracias a una amplia red caciquil. Careció de un espíritu reformista y fue incapaz de integrar las aspiraciones del movimiento obrero y los nacionalismos periféricos. La crisis de la Restauración radicó en que no supo evolucionar hacia un sistema constitucional y parlamentario verdaderamente democrático.