Análisis del Manifiesto de Manzanares (1854)
Contexto y Significado del Manifiesto
Se trata de una fuente primaria de naturaleza político-circunstancial, ya que es un manifiesto destinado a recabar apoyo popular para un pronunciamiento militar.
Tras las Guerras Carlistas, el liberalismo había triunfado formalmente en España, aunque no siempre contó con un amplio apoyo popular. Este pronunciamiento, conocido como la Vicalvarada, buscaba derrocar al gobierno moderado, protegido por la reina Isabel II, y acabar con la influencia de la llamada «camarilla» palaciega (figuras como Sor Patrocinio o el Padre Claret). El general Leopoldo O’Donnell fue uno de sus principales impulsores, buscando un cambio de gobierno.
El manifiesto fue redactado por Antonio Cánovas del Castillo, quien en sus inicios políticos se acercó al ideario progresista, aunque posteriormente evolucionaría hacia posiciones conservadoras, siendo el artífice del sistema de la Restauración y líder del Partido Conservador.
El manifiesto es una llamada a los españoles en la cual, si bien se pide la continuidad del trono de Isabel II («conservación del trono, pero sin camarilla que lo deshonre»), se incluyen reivindicaciones propias del ideario progresista, como:
- Mejorar la ley electoral.
- Reformar la ley de imprenta.
- Rebajar los impuestos.
- Restablecer la Milicia Nacional.
El Manifiesto de Manzanares, fechado el 7 de julio de 1854, exigía reformas políticas y la convocatoria de Cortes Constituyentes para posibilitar una auténtica regeneración liberal. Se criticaba la corrupción del sistema electoral, una práctica que posteriormente se consolidaría bajo el nombre de caciquismo.
Corrientes del Liberalismo Español en el Siglo XIX
El liberalismo español del siglo XIX se manifestó principalmente en dos corrientes:
- Liberalismo doctrinario o moderado.
- Liberalismo progresista.
Liberalismo Moderado
El liberalismo moderado agrupaba a sectores de la oligarquía (antigua nobleza y burguesía terrateniente) que apoyaban reformas liberales limitadas, garantizando la conservación de sus propiedades.
Principios Políticos del Moderantismo:
- Defensa de la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes (negación de la soberanía nacional).
- Partidarios de Cortes bicamerales (Congreso y Senado).
- Sufragio censitario muy restringido, limitando el poder político a las clases propietarias.
- Fuerte centralismo administrativo, con control gubernamental sobre ayuntamientos y diputaciones.
- Legislación orientada a proteger sus intereses económicos (a menudo proteccionista) y a garantizar el orden público y la estabilidad.
- Existencia de diversas tendencias internas: ultraconservadores, centristas y puritanos (más aperturistas).
Liberalismo Progresista
El liberalismo progresista, consolidado a partir de 1836 y liderado en distintas etapas por figuras como el General Espartero, encontraba su base social en la burguesía financiera e industrial (partidaria del librecambismo), las clases medias urbanas (pequeños propietarios, comerciantes, manufactureros, profesionales liberales, intelectuales) y sectores del ejército. Excluidos frecuentemente del poder por la Corona, recurrieron a menudo al pronunciamiento militar como vía de acceso al gobierno.
Principios Políticos del Progresismo:
- Defensa de la soberanía nacional, residiendo el poder en la Nación representada en las Cortes.
- Ampliación de los derechos individuales y libertades públicas (imprenta, asociación, reunión).
- Programa reformista profundo, aunque no revolucionario en el sentido de alterar las bases socioeconómicas.
- Sufragio censitario más amplio que el moderado.
- Restablecimiento de la Milicia Nacional como garante de las libertades.
- Mayor autonomía municipal con ayuntamientos elegidos por los vecinos.
Etapas Políticas del Reinado de Isabel II (1833-1868)
La Década Moderada (1844-1854)
Durante este periodo se consolida el régimen liberal bajo la hegemonía del Partido Moderado, liderado principalmente por el General Narváez.
Bases del Estado Moderado
Se implementó una política de orden público estricto y control de los elementos progresistas y demócratas, buscando estabilidad tras las convulsiones anteriores.
La Constitución de 1845
Fue la expresión legal del moderantismo. Sus principios clave fueron:
- Monarquía constitucional de carácter conservador.
- Soberanía compartida entre las Cortes y la Corona, abandonando el principio de soberanía nacional de 1812 y 1837. Se fortalecen las prerrogativas del Rey.
- El poder legislativo residía conjuntamente en las Cortes con el Rey.
- Cortes bicamerales: Congreso de los Diputados (elegido por sufragio censitario muy restringido) y Senado (designado por la Reina con carácter vitalicio entre las élites económicas, militares y eclesiásticas).
- Centralización administrativa: Se impulsaron reformas para crear un Estado centralizado y uniforme (reforma fiscal de Mon-Santillán, Código Penal de 1848, creación de la Guardia Civil en 1844, Concordato con la Santa Sede en 1851).
El Bienio Progresista (1854-1856)
Fue un breve periodo de gobierno progresista, resultado de:
- La Revolución de 1854 (Vicalvarada): Iniciada por el pronunciamiento de O’Donnell (moderado puritano) en Vicálvaro, al que se sumaron los progresistas tras el Manifiesto de Manzanares.
- La acción popular: Formación de juntas revolucionarias en las ciudades, con participación de progresistas, demócratas y republicanos, que forzaron a Isabel II a entregar el poder a Espartero.
Se formó un gobierno de coalición presidido por Espartero (progresista) con O’Donnell (Unión Liberal en ciernes) como Ministro de Guerra. Se intentó redactar una nueva constitución (la *non nata* de 1856) y se impulsaron medidas económicas importantes como la Desamortización de Madoz.
Gobiernos de la Unión Liberal y Crisis Final (1856-1868)
Tras la caída de Espartero en 1856, se alternaron en el poder los moderados (Narváez) y la Unión Liberal (O’Donnell), un partido de centro que intentaba aglutinar a los sectores más moderados de los progresistas y los más abiertos de los moderados. El periodo de gobierno largo de la Unión Liberal (1858-1863) se caracterizó por una relativa estabilidad y una activa política exterior.
La crisis final del reinado (1863-1868) se debió a una combinación de factores:
- Desgaste de los partidos dinásticos (moderados y unionistas) y el autoritarismo creciente de los últimos gobiernos moderados.
- Crisis económica (financiera, industrial y de subsistencias) a partir de 1866.
- Exclusión de los progresistas y demócratas del sistema, que optaron por la vía conspirativa (Pacto de Ostende, 1866).
- Impopularidad de la reina Isabel II y su camarilla.
- Todo ello culminó en la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868, que destronó a la reina y abrió el periodo del Sexenio Democrático.
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Se inicia al morir Fernando VII por el conflicto sucesorio entre los partidarios de su hermano, Carlos María Isidro (carlistas, defensores del absolutismo y los fueros), y los de su hija, Isabel II (isabelinos o cristinos, apoyados por los liberales).
Al principio, la guerra fue favorable a los carlistas, que lograron controlar amplias zonas rurales del País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña y el Maestrazgo, derrotando en varias ocasiones a las tropas gubernamentales.
En Cataluña y el Maestrazgo destacó la táctica de guerrillas, liderada por figuras como Ramón Cabrera, el Tigre del Maestrazgo.
En la zona vasco-navarra, el general carlista Tomás de Zumalacárregui organizó un ejército regular eficaz. Su muerte durante el Sitio de Bilbao (1835) fue un duro golpe para la causa carlista.
Otro hito fue la Expedición Real (1837), un intento fallido de los carlistas por tomar Madrid.
A partir de 1837, la balanza comenzó a inclinarse hacia el bando isabelino, que contaba con el control de las ciudades, un ejército mejor equipado y el apoyo internacional (Cuádruple Alianza: Reino Unido, Francia, Portugal).
La victoria liberal en la Batalla del Puente de Luchana (diciembre de 1836), que levantó el segundo sitio de Bilbao gracias a la intervención de Espartero, fue decisiva.
El final de la guerra en el frente norte llegó con el Convenio de Vergara (agosto de 1839), pactado entre el general liberal Baldomero Espartero y el general carlista Rafael Maroto. El acuerdo incluía:
- El mantenimiento de los fueros vascos y navarros (aunque serían modificados posteriormente por el gobierno liberal).
- La integración de los oficiales carlistas en el ejército isabelino con reconocimiento de sus grados, previo juramento de lealtad a Isabel II.
Cabrera resistió en el Maestrazgo hasta mayo de 1840.
La guerra fue extremadamente cruenta, con miles de muertos militares y civiles y episodios de gran violencia por ambos bandos.
La derrota carlista no supuso la desaparición del carlismo como movimiento político e ideológico, que protagonizaría nuevas guerras civiles en el futuro.