Marco histórico, sociocultural y filosófico de Marx (1818-1883)
Contexto Histórico y Socio-Cultural
Desde el punto de vista histórico, el Siglo XIX se caracteriza fundamentalmente por dos acontecimientos de distinto orden que marcarán la especulación filosófica de este siglo. Por un lado, en el orden económico, la Revolución Industrial; por otro, en el orden social, las transformaciones políticas.
Con la Revolución Industrial se pasa de unas estructuras económicas, basadas principalmente en la agricultura y el comercio, a otras en las que la industria manufacturera ocupa un lugar predominante. El maquinismo sustituye al sistema de producción artesanal; la fábrica al taller artesano. Fue un proceso prolongado en el tiempo. Se inicia en la segunda mitad del S.XVIII y recorre un largo camino en su primera etapa hasta mediados del S.XIX, cuando ya ha superado la fase inicial textil y se ha extendido con gran fuerza al campo siderometalúrgico y al de los transportes; cuando en determinados países es un fenómeno irreversible.
En las múltiples y complejas causas que impulsaron la revolución industrial, se puede señalar como más importantes: la transformación agrícola, la acumulación de capitales en manos de los propietarios, la aparición de nuevos instrumentos de trabajo (la máquina y el vapor como fuerza motriz) y las transformaciones políticas. Estamos ante un siglo verdaderamente agitado: “el siglo de las revoluciones”. Comienza con dos hechos que sacuden el continente: la Revolución Francesa y las conquistas napoleónicas. El Congreso de Viena (1815) supuso el principio de la Restauración (bajo la vigilancia de la Santa Alianza) y la reconstitución del mapa de Europa. Pero las cosas no vuelven a ser como antes: el Antiguo Régimen no se restaura realmente (los monarcas se ven obligados a hacer concesiones liberales), y las fronteras de Europa no vuelven a ser como antes de Napoleón.
La I Revolución Industrial establece uno de los signos del mundo contemporáneo; el pensamiento marxista trata de interpretarlo adecuadamente dentro de una visión general de la Historia y de someterlo a un ideal humanista suprimiendo sus efectos más perniciosos: desarrollo económico desequilibrado en favor de los monopolios, sistema social que degrada a los trabajadores, masificación urbana, destrucción de los valores éticos del humanismo, sometimiento funcional del hombre a la máquina, etc. Esta revolución que puebla Europa de vías de ferrocarril, ingenios mecánicos de todo tipo, grandes explotaciones mineras, barcos de vapor, centros fabriles, telégrafos, electricidad, etc., es regida por el Capitalismo económico y el Liberalismo político burgués. Tiene su máximo escaparate en las Exposiciones Universales (Londres, 1851; París, 1855-67-78-89; Viena, 1873; Chicago, 1893, etc.).
Comienzan una serie de revoluciones (1830, 1848, 1871) que se inician en Francia y se extienden por toda Europa. Los impulsos revolucionarios proceden del liberalismo, los movimientos democráticos, el socialismo y el anarquismo. Los intentos de contención estarán representados por el tradicionalismo, la Iglesia católica y la propia burguesía conservadora.
Además, cabe destacar la importancia histórica de los Imperios coloniales europeos. Se buscan en ellos mercados privilegiados y fuentes baratas de materias primas que sostengan el desarrollo industrial de Europa. Alemania se alza como el gran rival que amenaza la tradicional hegemonía francesa e inglesa. Distintas guerras coloniales y europeas (Crimea, Franco-prusiana, Bóers, Hispano-norteamericana, etc.), así como las Alianzas internacionales que se establecen (“Entente Cordiale” o la “Triple Entente”) expresan adecuadamente esta realidad económica y política internacional, constituyendo un ciclo de enfrentamientos que culminará en la I Guerra Mundial.
Al mismo tiempo, otro movimiento recorre el continente: el nacionalismo, que hacia fin de siglo deriva en imperialismo colonialista, provocando la desestabilización constante del mapa político conservador diseñado en el Congreso de Viena. Dos son los factores que lo impulsan: la aparición de movimientos nacionalistas potentes (Italia, Grecia, Polonia, Hungría … ) y las periódicas rebeliones de las masas proletarias contra el poder de la burguesía que controla el Estado y pretende apropiarse de las consecuencias de la Revolución francesa. Especialmente notables serán las revoluciones de 1848 y 1870 (Comuna de París).
El siglo XIX supuso el final del absolutismo y muchos Estados europeos lograron constituciones democráticas. El mapa europeo cambió. Alemania se convirtió en una poderosa nación frente a Austria y Francia, y Gran Bretaña se dedicó a su política expansionista a través de las colonias. España, en la guerra con Estados Unidos perdió sus últimas colonias (Cuba y Filipinas) y quedó sumida en una crisis de identidad nacional.
Los cien años que siguieron a la Revolución Francesa (1789) vieron desaparecer a la nobleza como estamento principal del Estado, siendo sustituida por la burguesía, que encontró en el proletariado su principal oposición. También en estos años se produjeron las unificaciones de Italia y de Alemania. Además, en esta época se inició el desarrollo de un colonialismo europeo en busca de mercados privilegiados y fuentes baratas de materias primas para su desarrollo industrial.
La sociedad industrial estaba estructurada en grupos –Marx introducirá el concepto de clase social-. En la cumbre seguía estando la aristocracia, una parte dedicada a explotar sus tierras y otra a los negocios financieros. Luego estaba la burguesía, fruto del desarrollo del comercio y de la división del trabajo en la industria. Su auge se produjo a costa del proletariado, la clase caracterizada por su carencia de casi todo para llevar una vida humana, razón por la cual Marx la consideraba la clase revolucionaria por excelencia.
Como entorno cultural destaquemos la gran movilidad y variedad artística que se produce en el siglo XIX y comienzos del XX (Romanticismo, Naturalismo, Realismo, Impresionismo, Modernismo, Nacionalismos literarios y musicales, etc.). Destacan escritores como Victor Hugo, Baudelaire, Dostoyevski, Zola, Charles Dickens o Galdós; músicos como Mendelssohn, Wagner, Chopin, Bizet o Glinka; pintores como David (el neoclásico pintor de Napoleón), Delacroix o los más cercanos Cézanne o Van Gogh; entre los científicos nos encontramos a Faraday o Mendel; es la época del Laicismo en la que desaparecen los Estados Pontificios y León XIII publica la Encíclica Rerum Novarum (con la que el catolicismo pretende abrirse a la realidad social del proletariado industrial) o la época en que se generaliza el periodismo como instrumento de información, extensión cultural y manipulación de masas.
Contexto Filosófico
Es aceptada entre los historiadores de la Filosofía la opinión de Lenin, según la cual tres son las fuentes del pensamiento marxista:
- La Filosofía clásica alemana. Además del criticismo kantiano, tienen especial influencia en Marx la Lógica y la Dialéctica hegelianas. Participará en los debates de la “Izquierda hegeliana” (de los llamados “Jóvenes hegelianos”: Ludwig Feuerbach, Max Stirner, Bruno Bauer, Arnold Ruge…) aunque se distanciará de sus posiciones soterradamente idealistas.
- La tradición revolucionaria francesa. Entendiendo por tal fuente no sólo las organizaciones subvertidas del orden social burgués, sino el conocimiento detallado que posee Marx de los ensayos de orden social que llevan a cabo positivistas, filántropos y socialistas utópicos, franceses en gran parte (Simon, Fourier, etc.).
- La Economía política inglesa. Dedicará a ella muchos años de estudio logrando conocer a fondo los mecanismos de la economía capitalista, comprender adecuadamente los procesos de formación del capital y describir la situación histórica, real, de las clases sociales. Desde su conocimiento y crítica establecerá una alternativa económica, social y política a los movimientos obreros. Con ella intenta quebrar el carácter abstracto del materialismo contemplativo de los jóvenes hegelianos y de la propia Dialéctica de Hegel.
- Además de estas fuentes clásicas del pensamiento de Marx se reconocen en éste (en su materialismo o en su teoría del conocimiento, por ejemplo) influencias evidentes del positivismo filosófico (Comte) y del cienticismo e influencias, también evidentes, del darwinismo (en su teoría de la lucha de clases, por ejemplo).
A partir del primer tercio del S.XIX, como reacción contra la filosofía especulativa del racionalismo e idealismo, cuya culminación es Hegel, y muy en consonancia con el espíritu de la época, espíritu de revoluciones económica, social, política y cultural, fruto de la Revolución Industrial, aparecen una serie de filosofías dispuestas a desmantelar toda metafísica tomando como base los hechos, la ciencia y el progreso social.
Marco histórico, sociocultural y filosófico de Nietzsche (1844-1900)
Contexto Histórico y Socio-Cultural
El panorama histórico de la segunda mitad del siglo XIX está determinado por una serie de revoluciones en las que se plantea el conflicto entre la burguesía y el proletariado, clases sociales surgidas de la Revolución Industrial. Caracteriza también este momento el enfrentamiento entre el liberalismo burgués y el nacionalismo, por una parte, y el anarquismo, el socialismo y el comunismo, por otra.
En Alemania, tras la guerra franco-prusiana, en la que participó Nietzsche, y la unificación de 1871, impulsada por Bismarck, se impuso un modelo de Estado liberal-nacionalista. Otro fenómeno característico de esta época fue el colonialismo, mediante el que Europa impuso sus valores al resto del mundo. Alemania y el resto de naciones se fueron dotando de constituciones democráticas, cosa en la que Nietzsche observaba un síntoma de decadencia, juicio negativo que abarca a los partidos políticos y al sistema de votaciones: el hombre de partido no piensa, sino que obedece los criterios que le presenta el partido y es esclavo de su vanidad y de su afán de poder. En el terreno político, Nietzsche apunta contra la noción misma de Estado, un ente creado por los débiles, que no pueden defenderse por sí mismos y que lo usan para vengarse de los fuertes. Los nacionalismos son interpretados por Nietzsche como fruto de los intereses económicos de algunos. Nietzsche propuso la superación de la idea de Estado y mostró su admiración por quienes habían hecho el bosquejo de una Europa unida: Napoleón, Goethe, Schopenhauer, Wagner.
Además, cabe destacar otros acontecimientos histórico-políticos en esta época:
- La guerra de unificación italiana desde 1859 hasta que Victor Manuel II, rey de Italia (1861-1878) consolida la unificación en 1870.
- Es también el siglo de las colonizaciones en África y el Pacífico. En 1869 se inaugura el Canal de Suez por Lesseps.
- Ese mismo año se celebra el Concilio Vaticano I. Durante el pontificado de León XIII (1878-1903), éste escribe las Encíclicas sociales Rerum Novarum (1891).
- En 1864 se celebra la III Internacional de tanta importancia en el movimiento obrero y de 1887 a 1898 Lenin es desterrado a Siberia.
En la sociedad seguía habiendo nobleza, mezcla de viejos aristócratas y nuevos adinerados, pero ésta no ejercía el poder de una manera directa. Junto a ella se encontraban las clases medias formadas por negociantes, fabricantes, profesionales liberales y funcionarios; estas clases medias fueron un elemento de suma importancia en el ámbito urbano para el mantenimiento de la sociedad liberal. En un nivel más bajo estaban los tenderos, artesanos y pequeños productores que se consideraban como las capas populares de la población y entre los que echó raíces una actitud crítica hacia la industrialización y sus consecuencias sociales. Y, por fin, estaba el proletariado de la gran fábrica que creció mucho en la última parte del siglo, llegando a constituir las dos terceras partes de la población de las grandes ciudades.
Es claro que la segunda mitad del siglo XIX se caracteriza por el enorme crecimiento de la industrialización, una de cuyas características es la compenetración entre la ciencia y la técnica, a lo que se unió el papel de la banca facilitando la financiación de proyectos industriales y favoreciendo los mercados exteriores. Como consecuencias cabe destacar el empleo del petróleo y la electricidad como nuevas fuentes de energía y la socialización de las lámparas eléctricas, del telégrafo, del micrófono, de las fibras artificiales y del desarrollo de la prensa escrita. Entre los inventos técnicos industriales están el teléfono por A. Graham Bell en 1876, el fonógrafo por Th. A. Edison en 1877 y la lámpara eléctrica incandescente en 1878, también por Edison, y en 1879 la locomotora eléctrica por Siemens.
La ciencia experimental se convirtió en el saber más prestigioso, sobre todo en Alemania, debido a sus progresos y aplicaciones técnicas. El siglo XIX es cientificista: está convencido del poder de la ciencia para hacer progresar a la humanidad. Los dos conceptos científicos más importantes son energía (Clausius, Helmholtz) y evolución (Darwin).
La cultura se desarrolló en movimientos artísticos, como el romanticismo, el realismo, el naturalismo, el impresionismo o el modernismo. Es la época de escritores como Balzac, Victor Hugo, Stendhal, Baudelaire, Zola, Dostoievski o Tolstoi; de pintores como Courbet, Manet, Renoir, Gauguin o Van Gogh; o de músicos como Berlioz, Verdi, Bizet, Wagner o Brahms.
Obras culturales significativas, con significación política, son el Manifiesto comunista de Marx y Engels (1847) y el Syllabus errorum de Pío IX en 1864. El Capital (1867) de Marx y Engels y El estado y la anarquía de Bakunin (1873). Desarrollo del capitalismo en Rusia, 1889, de Lenin, Las flores de! mal de Baudelaire (1857), Los miserables de Víctor Hugo, 1864; Carmen de Prosper Mérimée, 1845, Crimen y castigo de Dostoyevski, Guerra y Paz de Tolstoi, La Regenta de Clarín, Los pazos de Ulloa de Pardo Bazán y Fortunata y Jacinta de Pérez Galdós. La obra musical de Wagner Lohengrin, 1848, a Parsifal, 1877-82; Preludios y Sueño de amor de Liszt; escritos científicos como Sobre e! origen de las especies, 1859, de Darwin, Principios de Biología de H. Spencer, Ensayo sobre los hibridos vegetales de Mendel. También la escultura El pensador de Rodin, Monumento a Colón, 82-86, y La Sagrada Familia de Gaudí, en Barcelona.
Contexto Filosófico
La actitud filosófica del siglo XIX da lugar a corrientes filosóficas dialécticas, vitalistas y positivistas, además de las renovaciones neokantianas.
Tras la muerte de Kant, surgió el idealismo absoluto de Hegel, con su sistema filosófico centrado en la razón, que tuvo como seguidores a Fichte y Schelling. A ellos hay que añadir a los jóvenes hegelianos, sobre todo Ludwig Feuerbach (1804-1872) y Max Stirner (1806-1856) con El único y su propiedad, quienes consideraban al ser humano particular y su libertad el valor fundamental y único.
Próximos a la corriente vitalista destacan Soren Kierkegaard (muere en 1855), precursor del existencialismo del siglo XX, y Arturo Schopenhauer (1788-1860), que identificó la “cosa en sí” kantiana con la voluntad de vivir, un impulso irracional y ciego que provoca en la naturaleza una continua lucha por la existencia y un profundo sufrimiento; de este dolor solo puede escapar el ser humano mediante el cultivo del arte, de la música y la renuncia ascética a la vida. Schopenhauer influyó profundamente en el músico Richard Wagner, cuyas óperas pretendían, mediante la música y el mensaje de renuncia de sus argumentos, liberar al espectador del dolor que impone al mundo la irracionalidad de la voluntad de vivir. De él tomará Nietzsche la libertad que expresaba en su música y a través de la cual se dejaba entrever un concepto de hombre trágico, apasionado, lúcido, heroico e impetuoso frente a los clásicos valores cristianos.
Como filosofía paralela al vitalismo evolucionista está la dialéctica materialista de Carlos Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), sobre todo por su comprensión de la Historia y la transformación de la sociedad mediante la acción revolucionaria y la instauración de una sociedad sin clases; o las filosofías sociales de Proudhon y de Bakunin.
Junto a ellos, destaca el positivismo de Comte y el utilitarismo de Stuart Mill, quienes proponían sustituir la religión y la metafísica por la ciencia para fomentar el progreso humano, presente en estudios científicos y filosóficos como los de Charles Darwin y los del filósofo de la evolución por excelencia Herbert Spencer (1809-1882). Un libro de especial significación es la Historia del materialismo de Lange.
Pero en esta época también quedan restos fuertes de actitudes metafísicas, como las de Bolzano, Brentano y la neoescolástica
Marco histórico, sociocultural y filosófico de Ortega (1883-1955)
Contexto Histórico y Socio-Cultural
Durante la vida de José Ortega y Gasset (1883-1955) se sucedieron en España las más diversas formas políticas. En 1898 España pierde la guerra de Cuba y con ella, además de recursos materiales y humanos importantes, se pierden también los delirios de grandeza adheridos a los ideales de un imperio colonial. La monarquía de Alfonso XIII (1902-1931), en la que se alternaron los gobiernos democráticos hasta la dictadura del general Primo de Rivera (1923), fue sustituida por la Segunda República (1931), que, a su vez, vio interrumpida su existencia por la Guerra Civil (1936-1939), de la que surgió la dictadura del general Franco.
En el terreno internacional, a partir de 1900 empiezan a salir a la luz los cambios que se estaban incubando en el período anterior. La “Paz Armada” pactada entre los Estados más fuertes albergaba grandes dosis de tensión al intentar cada uno de esos Estados ampliar sus posesiones coloniales. La conflictividad desemboca en la primera guerra mundial. Los Estados Unidos se consolidan como gran potencia. La Revolución Rusa (1917) y la toma del poder por el fascismo italiano y el nazismo alemán, son otros acontecimientos importantes que acabaron con la derrota de ambos países en la Segunda Guerra Mundial, y la posterior “guerra fría».
Después de la primera guerra mundial se pierde la confianza en los sistemas democráticos que no han tardado más en entrar en la guerra que los autocráticos; se desconfía de que se consiga constituir algún régimen que pueda dar solución a los problemas sociales: los movimientos fascistas se presentan precisamente como la nueva alternativa política que promete dar la solución requerida.
La primera guerra mundial (en la que España no interviene) también trae consecuencias a nuestro país. Desde el punto de vista económico la guerra nos produce grandes beneficios. En efecto los Estados beligerantes aumentan sensiblemente la demanda de mercancías españolas que no pueden producir (o no pueden hacerlo en la medida necesaria) precisamente por su situación de guerra. Como consecuencia se produce un auge importante de nuestra industria y nuestro comercio y se toma conciencia de las posibilidades del progreso científico. El liberalismo va tomando cuerpo en sectores de la burguesía industrial, profesional y comerciante así como en el ambiente de las grandes ciudades. Por otra parte las fuerzas sindicales hacen oír cada vez más la voz de las masas populares. Ortega y Gasset analizará estos hechos históricos en su España invertebrada añadiendo otros síntomas como el inicio del separatismo.
La capa más alta de la sociedad la constituía la aristocracia, a la que se asociaban burgueses y políticos, que intentaba imponer sus valores en los estratos altos de la sociedad y que ya en 1920 se encontraba bastante aislada. El estilo aristocrático se reproducía en los pueblos en la figura del cacique. Estaban luego los grandes financieros y empresarios, que tuvieron mucha influencia social y económica en las grandes ciudades. La clase media, de donde procedía buena parte de los intelectuales, carecía de peso específico en la sociedad y estaba muy dividida, tanto cultural como ideológicamente. La clase obrera, por fin, tenía, en general, largas jornadas laborales, con bajos salarios y unas condiciones laborales no muy buenas. La formaban un gran número de campesinos, artesanos y asalariados, con una fuerte capacidad asociativa en sindicatos denominados «sociedades de resistencia».
Hasta mediados del siglo XIX, la Iglesia católica había influido notoriamente en el pensamiento de todas las clases sociales españolas. En el último cuarto de siglo, los obreros y campesinos fueron adoptando formas de pensamiento en unos casos idealistas y en otros materialistas. La clase media estaba, hacia 1875, dividida en múltiples tendencias, pero la Iglesia logró rehacer su influencia sobre ellas hasta 1931, si bien ideológicamente las posturas eran diversas: desde una postura elitista -racionalista o integrista- hasta un populismo democratizador y otro anarquista.
En el ámbito cultural podemos recordar los siguientes aspectos:
- Se dan importantes descubrimientos: cero absoluto (Lord Kelvin), rayos X (W. Roentgen), Tabla periódica de los elementos (Dimitri Mendeleieff). Tales descubrimientos avalan la impresión de que el desarrollo de la ciencia conduce a un progreso seguro. De especial relevancia en este campo es la teoría de la evolución de Darwin porque, al constituirse en una alternativa al fijismo para el que las especies son invariables, se priorizan los aspectos dinámicos de la realidad y las filosofías de la vida (recordar a Nietzsche y Bergson).
- Animados por los progresos en las ciencias de la naturaleza, los pensadores buscan extender tales éxitos a las llamadas ciencias humanas. Nacen así la psicología (W. Wundt) y la sociología (E. Durkheim). Además adquiere especial auge la historia. A ello contribuye de forma especial el propio evolucionismo que, al aplicar a la especie humana la doctrina del cambio continuo, conlleva que se la explique a través de la historia. Será el filósofo Wilhem Dilthey (1833-1911) el que defienda un historicismo que busque los fundamentos de la historia a la manera como Kant la había hecho con la física.
En el ámbito artístico a finales del siglo XIX triunfa el impresionismo y empieza el florecimiento de los primeros movimientos de vanguardia que tendrán un rápido desarrollo desde los primeros años del siglo XX. Incluso se puede afirmar que el desarrollo de la ciencia en España era muy exiguo, el potencial industrial escaso y la situación política poco asentada. El pacto de los partidos liberal y conservador basado en el turno político alimentaba el caciquismo y dejaba fuera del juego político a fuerzas sociales importantes. Por lo mismo el descontento no cesaba.
En el terreno científico la Teoría de la relatividad de Einstein socababa las bases de la física newtoniana y La interpretación de los sueños de Freud ponía en cuestión el racionalismo cartesiano. Pero todos estos cambios no se dejan sentir de manera importante hasta los años siguientes, sobre todo en el caso de España.
El estallido de la primera guerra mundial refuerza la crisis de la ciencia provocada por la Teoría de la relatividad. En efecto la guerra había puesto en funcionamiento todos los avances científico-tecnológicos. Pues bien la humanidad se empieza a hacer consciente de que la ciencia por sí misma no produce progreso sino que puede ser usada para la destrucción y el dolor de los seres humanos.
En España la cultura fue menos dogmática, más abierta y más favorecedora de la creación científica y cultural. Así, en la generación anterior a Ortega, la de 1898, encontramos nombres tan eminentes como Ramón y Cajal (1852-1934), Torres Quevedo (1852-1936) o Menéndez Pelayo (1856-1912). A Ortega se le suele integrar en la llamada generación de 1913, junto con figuras de la talla de los historiadores Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984), América Castro (1885-1972) y Salvador de Madariaga (1886-1978); los poetas Juan Ramón Jiménez (1881-1958), Luis Cernuda (1902-1963), Rafael Alberti (1902-1999), Federico García Larca (1898-1936) y Jorge Guillén (1893-1984); los novelistas Rosa Chacel (1898-1994), Francisco Ayala (1906-2009) y Max Aub (1903-1972); los científicos Severo Ochoa (1905-1993) y Julio Rey Pastor (1888-1962) y, por fin, el músico Pau Casals (1876-1973).
Esta generación había recibido la herencia del pesimismo surgido en España tras la pérdida de las colonias y que en política había dado lugar al regeneracionismo. Los intelectuales reaccionaron frente a ese pesimismo proponiendo la búsqueda de nuevas metas y objetivos para el país, tanto en el terreno económico como en el social. En 1913, Ortega, junto con Manuel Azaña (1880-1940) y Fernando de los Ríos (1879-1949), lanzó un manifiesto convocando una Liga de Educación Política con el ánimo de crear una mentalidad científica y moderna, en consonancia con las ideas elitistas de la Institución Libre de Enseñanza. Este grupo de intelectuales logró impulsar el nivel cultural del país, superando el ambiente localista y casticista en el que se había movido la generación del 98, y creando una élite intelectual de relevancia. Se estimuló a la burguesía para que saliera de su aislamiento y se propició la actividad científica e intelectual. Esta actitud perduró hasta el advenimiento de la II República.
De 1913 a 1931 entraron en escena las masas populares y, con ello, dos posturas políticas contrarias. Mientras Ortega era partidario de mantener una élite intelectual que dirigiera las masas y creara un optimismo burgués y una concepción vitalista de la cultura, Azaña defendía una mayor participación de éstas en el proceso político. El asunto es tratado por Ortega, por ejemplo, en La rebelión de las masas.
En torno a 1925, se va incrementando en la sociedad española la presencia de la luz eléctrica y la del motor de explosión, lo cual incide en el desarrollo económico. A pesar de ello, la mayor parte de la población era en estas fechas agraria y el país estaba estructuralmente atrasado. Se estima que en 1930 había unos doce mil terratenientes, mientras que la población agraria era de cuatro millones de personas. Gran parte de la población infantil estaba sin escolarizar y más del 30% de los adultos era analfabeto.
Se incrementaba, de todas formas, la presencia de nuevos medios de comunicación. El cine y los deportes se fueron convirtiendo en espectáculos de masas. El hecho de que las películas se proyectaran a la vez en muchos lugares del país contribuyó a la aparición de pautas culturales comunes. Los deportes que más espectadores concitaban eran el boxeo y, sobre todo, el fútbol.
La caída de la II República y la Guerra civil dieron paso a la dictadura del general Franco. La sociedad se sumió en una situación dura, de escaseces y de cultura dirigida, de la que tardaría aún muchos años en salir.
Contexto Filosófico
La filosofía europea de mediados del siglo XIX estaba dominada por el positivismo de Augusto Comte (1798-1857), que defendía la necesidad de atenerse rigurosamente a los hechos y del que ya hemos hablado con anterioridad. Uno de los riesgos del positivismo era el de reducir el pensamiento a ciencia y considerar la filosofía, a lo sumo, como una mera teoría del conocimiento. Por este motivo, resurgieron en Europa corrientes de pensamiento que volvían a reconsiderar filosofías pasadas, como las de Kant (con la escuela de Baden y de Magdeburgo con figuras como Natorp, Cohen y Cassirer), Hegel (Croce y Collingwood) y la Escolástica. Junto a ellas, descollaban las figuras de Nietzsche y Dilthey.
Ya en el siglo XX surgió uno de los movimientos más importantes de la filosofía, de la mano de Edmund Husserl (1859-1938): la fenomenología. De sus fuentes beberán grandes figuras de la filosofía del siglo, como son Henri Bergson (1859-1941), Max Scheler (1874-1928), Karl Jaspers (1883-1969), Martin Heidegger (1889-1976), J. Paul Sartre (1905-1980) y el mismo Ortega. Junto a esta corriente fenomenológica, se situaban otras de indudable interés, como la filosofía analítica, que se preocupará fundamentalmente de los problemas del lenguaje, el neopositivismo, surgido a partir del Círculo de Viena, y el marxismo.
Por lo que respecta a España, en la II República había surgido un grupo de pensadores e intelectuales de importancia, entre los que cabe citar a Manuel García Morente (1888-1942), Xavier Zubiri (1898-1983) y José Gaos (1900-1969). Los tres, junto con algunos de sus discípulos, como Julián Marías (1914-2005) o María Zambrano (1904-1991), formaron la llamada Escuela de Madrid. Durante la Guerra civil o después de ella, tuvieron que exiliarse del país.
Durante los años del régimen del general Franco que coincidieron con la vida de Ortega, el panorama filosófico español bajó mucho del nivel alcanzado, sin que surgiera ninguna figura de renombre.
Sin duda las influencias que recibe Ortega son distintas según la etapa en la que se encuentra su trayectoria intelectual. Pero su preocupación por “el problema de España” y las distintas circunstancias por las que va pasando iluminan muchos de los elementos de esa misma trayectoria intelectual. Con estos presupuestos podemos recordar los autores que condicionan los principales elementos del pensamiento de Ortega:
- Se ha comprobado que los amigos novecentistas de Ortega le indujeron a la lectura de Nietzsche en sus años de juventud. Pues bien las reservas ante el idealismo y la primacía de la vida van a ser un sustrato permanente en la obra de Ortega. En todo caso parece la influencia más importante en Ortega antes de su partida a Alemania.
- Pero Ortega va a ampliar estudios en Alemania precisamente con los destacados filósofos neokantianos Cohen y Natorp. Dos son los principales aspectos que recoge Ortega de ellos y que caracterizan su obra de esta etapa:
- Por una parte su preocupación, como en Kant, por los fundamentos del conocimiento. Para ellos, el modelo de conocimiento seguirá siendo la ciencia físico-matemática. La necesidad del rigor científico es la parte del mensaje neokantiano que Ortega trae a España. Por cierto que este aspecto dará lugar a una agria polémica con Unamuno.
- Por otra parte los neokantianos no podían aceptar la dualidad kantiana entre el pensamiento (la razón) y la experiencia. Cohen engloba la experiencia en el ámbito del pensamiento; esta posición puede calificarse de idealista pero pretende no ser subjetivista porque los objetos adquieren su calidad de tales no por razones subjetivas sino porque tengan o no un lugar en el sistema ideal construido según el modelo riguroso de la ciencia. Así pues en este contexto hay que ubicar el llamado objetivismo de la primera etapa de Ortega.
- Después de 1910 conoce Ortega la obra de Max Scheler y la de Edmund Husserl. De la primera parece extraer de forma más directa la idea de “circunstancias” y de Husserl la de las posibilidades de superación del idealismo sin renunciar a sus logros.
- Ortega no deja de recoger influencias en distintos momentos de su vida. Ortega reconoce que la lectura de Dilthey le ofreció grandes posibilidades para asimilar aspectos importantes del historicismo. Sin duda la obra de Heidegger también le influyó bastante. Por fin tenemos que recordar que Ortega extrae también ideas de fuentes no estrictamente filosóficas, entre las que podemos citar las de Einstein o Goethe como más significativas.