El reinado de Felipe III y Felipe IV: crisis y conflictos en la Monarquía Hispánica

1. El reinado de Felipe III

Con Felipe III se inició la costumbre del valimiento

El monarca concedió las riendas del gobierno a un noble de su entorno, el Duque de Lerma. La apatía del rey por los asuntos de gobierno le permitió acumular altas cotas de poder. Aprovechando su privilegiada situación en la corte, atesoró una enorme fortuna. Su enorme poder quedó demostrado al conseguir el traslado de la capital a Valladolid, aunque solo durante un corto periodo de tiempo.

Política interior: La expulsión de los moriscos

Un hecho destacado del reinado de Felipe III fue la expulsión de los moriscos del reino, en 1609. El problema de los conversos musulmanes se arrastraba desde la toma de Granada en 1492, y las sucesivas revueltas habían demostrado el fracaso de la integración de una población que seguía conservando buena parte de su cultura de origen musulmán. La dispersión llevada a cabo tras la sublevación de las Alpujarras no tuvo éxito y el recelo ante los que se consideraban posibles colaboradores de los turcos no dejó de crecer. Finalmente, se decretó su expulsión definitiva y alrededor de 300.000 moriscos fueron obligados a abandonar España. Este éxodo forzado tuvo importantes repercusiones en los territorios aragoneses y sobre todo en los valencianos, donde representaban más del veinte por ciento de la población.

Política exterior: La Pax Hispánica

El reinado de Felipe III coincidió con un periodo de paz relativa en el que se firmaron diversos acuerdos con los enemigos del Imperio Hispánico. La muerte de Enrique IV permitió iniciar un periodo de paz entre las dos potencias rivales. Otra muerte, la de Isabel I de Inglaterra, supuso la firma del Tratado de Londres, que ponía fin a la ya prolongada guerra marítima angloespañola. La lucha en los Países Bajos continuó pese a la abdicación de Felipe II en su hija Clara Eugenia, que no fue reconocida por los holandeses como soberana. España mantenía la hegemonía terrestre y los holandeses el dominio del mar, pero ninguno era capaz de imponerse al otro. En 1609, la extenuación obligó a ambos contendientes a firmar la Tregua de los Doce Años, una paz provisional que no impidió que persistiera una lucha latente.

2. La política exterior de Felipe IV

La llegada al trono de Felipe IV, en 1621, coincidió con el final del periodo de paz vivido en Europa durante algunos lustros

El Conde-Duque de Olivares trató de preservar la reputación de la monarquía hispánica como poder hegemónico en Europa, conservar su patrimonio, mantener el monopolio comercial americano y proteger la religión católica.

La reanudación del conflicto con las Provincias Unidas

El fin de la Tregua de los Doce Años supuso nuevas hostilidades con las Provincias Unidas. En un principio, los enfrentamientos fueron favorables a la monarquía hispana, ya que los tercios de Ambrosio de Spínola consiguieron tomar la ciudad holandesa de Breda, en 1626 y, al mismo tiempo, se rechazaba un fuerte ataque holandés al Brasil portugués. Los holandeses se recuperaron y en 1628 sus corsarios capturaron gran parte de la Flota de Indias. También consiguieron importantes éxitos a costa de los portugueses en Brasil, África y Asia, lo que acentuó el malestar en Portugal hacia una monarquía hispánica que era incapaz de defender sus posesiones. El último intento de desafiar el poderío holandés en el mar terminó con la derrota de la Armada Española en la batalla naval de las Dunas en 1639.

La Guerra de los Treinta Años

En 1618, la nobleza de Bohemia se rebeló ante la elección del católico Fernando II como emperador. La primera fase de la guerra resultó favorable para los Habsburgo. Los imperiales, con el apoyo de los tercios de Spínola, lograron importantes victorias sobre los protestantes alemanes. En 1648, los países beligerantes firmaron la Paz de Westfalia, que supuso el fin de la hegemonía de los Habsburgo en Europa:

  • El Sacro Imperio Turco tuvo que asumir la independencia de las Provincias Unidas, al igual que la propia España.
  • Reconoció la independencia de los cantones suizos y las anexiones realizadas por Francia en Alsacia y Lorena, esto último suponía cortar las comunicaciones del denominado Camino Español.
  • Se reconocía la libertad religiosa de los príncipes del Imperio, lo que implicaba el fin del proyecto de los Habsburgo de unificación religiosa del Sacro Imperio.

El comienzo de la hegemonía francesa

La Paz de Westfalia no puso fin al conflicto entre Francia y España, que se prolongó 10 años más. En 1659, Felipe IV y Luis XIV firmaron la Paz de los Pirineos, por la que España cedía el liderazgo europeo a la Francia de Luis XIV. Además, quedó concertado el matrimonio de la infanta María Teresa, hija de Felipe IV, con el rey francés, que recibió como dote diversas plazas en Flandes y los territorios catalanes del Rosellón y la Cerdeña.

3. La crisis de 1640

En 1640, una quiebra de la hacienda de la monarquía hispánica estuvo a punto de acabar con su existencia como Estado

Las reformas internas de Olivares, especialmente la Unión de Armas, habían provocado un importante malestar en los diversos territorios de la monarquía. A esto se añadió la creciente presión fiscal por las guerras exteriores, que agotaban la hacienda real.

La sublevación de Cataluña

Las relaciones de Felipe IV y de Olivares con las instituciones catalanas habían sido difíciles, debido a las crecientes exigencias de dinero y soldados. La entrada de Francia en la Guerra de los Treinta Años convirtió los Pirineos en un frente de guerra. El Conde-Duque aprovechó la situación para involucrar a Cataluña en sus planes para mantener la hegemonía de la monarquía hispánica. La presión francesa obligó al envío de tropas desde otros territorios. Los desmanes de los soldados, además de la estancia, el pago y reclutamiento de tropas en Cataluña, desencadenaron los incidentes del Corpus de Sangre y la denominada Guerra de los Segadores. El asesinato del virrey, el Conde de Santa Coloma, cortó cualquier posibilidad de reconciliación y la Generalidad de Cataluña, regida por el canónigo Pau Claris, proclamó la República Catalana. Un ejército real acudió para restablecer el orden, mientras la sublevación de los payeses adquirían un fuerte contenido social. Las autoridades catalanas pactaron con Richelieu y se pusieron bajo la protección de Luis XIII. Los ejércitos francocatalanes rechazaron a las tropas de Felipe IV. Cataluña se convirtió en el campo de batalla de la guerra francoespañola. Las autoridades francesas o profrancesas ocuparon los principales cargos, mientras que la población era obligada a sostener y avituallar al ejército francés desplazado a los territorios catalanes. En 1651, aprovechando el creciente descontento catalán y la debilidad momentánea de Francia, el ejército de Don Juan José de Austria consiguió rendir Barcelona en 1652. Aunque derrotados, los catalanes conservaron sus fueros y privilegios gracias a la política conciliadora de Felipe IV.

La sucesión de Portugal

La unión dinástica entre España y Portugal respetó las instituciones del país luso. No obstante, crecía un sentimiento de descontento ante la incapacidad de la monarquía hispánica para repeler los ataques holandeses a sus colonias. Además, el aumento de la presión fiscal y las tendencias centralizadoras de Olivares fueron un excelente caldo de cultivo para las conspiraciones independentistas. El detonante de la crisis fue la orden de reclutar tropas portuguesas para intervenir en Cataluña. En diciembre de 1640 fue depuesta la virreina y el Duque de Braganza fue proclamado monarca con el nombre Juan IV.

Otras rev

UELTAS Y REBELIONES. EN 1647, EN NÁPOLES Y SICILIA SE SUCEDIERON AUTÉNTICAS REVUELTAS CONTRA EL PODER ESPAÑOL Q DERIVARON EN ENFRENTAMIENTOS ABIERTOS. TAMBIÉN EN ARAGÓN, NAVARRA Y ANDALUCÍA ALGUNOS NOBLES CONSPIRARON PARA PROCLAMARSE SOBERANOS COMO HABÍA HECHO EL DUQUE DE BRAGANZA EN PORTUGAL.