El Reinado de Isabel II: La Oposición al Liberalismo, Carlismo y Guerra Civil
Durante el reinado de Isabel II se desmanteló el Antiguo Régimen, instaurándose en España el estado liberal. Para lograrlo, los liberales se enfrentaron a los sectores sociales más reaccionarios en las guerras civiles conocidas como Guerras Carlistas.
Fernando VII murió en 1833 y María Cristina asumió la regencia hasta la mayoría de edad de Isabel. Sin embargo, los partidarios de Don Carlos iniciaron una insurrección armada para impedir la consolidación de Isabel en el trono. El enfrentamiento comenzó como un problema dinástico. En España, la Ley Sálica impedía que las mujeres heredaran la corona. Fernando VII derogó la ley en 1830 mediante la Pragmática Sanción. Así, Isabel fue proclamada heredera, quedando Carlos María Isidro en segundo lugar. Este último no aceptó la modificación legal y contó con el apoyo de los defensores del Antiguo Régimen, los carlistas.
El Carlismo: Ideología y Apoyos
Los carlistas tenían una ideología tradicionalista y antiliberal. Defendían:
- La monarquía absoluta.
- La preeminencia social de la Iglesia.
- El mantenimiento del Antiguo Régimen.
- La conservación del sistema foral.
Entre quienes apoyaban el carlismo se encontraban:
- Muchos miembros del clero.
- Parte de la pequeña nobleza agraria.
- Una amplia base social campesina.
- Pequeños propietarios empobrecidos.
- Artesanos arruinados.
- Arrendatarios que desconfiaban de la reforma agraria liberal, temían ser expulsados de sus tierras y desconfiaban de los nuevos impuestos.
El carlismo cobró fuerza en las zonas rurales del País Vasco, Navarra y parte de Cataluña, así como en Aragón y Valencia.
Los Isabelinos: Apoyos y Necesidad de Ampliación
Los isabelinos estaban apoyados por:
- La alta nobleza.
- Funcionarios.
- Un sector de la jerarquía eclesiástica.
Ante la necesidad de aumentar los apoyos, los isabelinos se vieron obligados a buscar la adhesión de los liberales, fundamentalmente la burguesía y las clases populares urbanas.
Desarrollo de la Guerra
Estrategia y Apoyos Internacionales:
Los carlistas se organizaron en guerrillas. Sus partidas más importantes se situaron en Navarra, País Vasco, norte de Castellón, el Bajo Aragón, el Pirineo y algunas comarcas de Cataluña. Internacionalmente, Don Carlos contó con el apoyo de potencias absolutistas como Rusia, Austria y Prusia, mientras que Isabel se apoyó en Portugal, Gran Bretaña y Francia.
Fases de la Guerra:
- Primera Etapa (1833-1835): Estabilización de la guerra en el norte y triunfos carlistas, aunque no llegaron a conquistar ciudades importantes. El general Zumalacárregui murió en el asedio de Bilbao. En la zona del Ebro y el Maestrazgo, las partidas fueron dirigidas por Cabrera.
- Segunda Etapa (1836-1840): Los liberales ganaron a partir de la victoria del general Espartero en Luchana (1836), que finalizó el sitio de Bilbao. Los carlistas iniciaron una nueva estrategia que consistió en realizar expediciones para ganar apoyos. La Expedición Real de 1837 en Madrid fracasó y los replegó al norte.
Divisiones Internas y Fin de la Guerra:
La constatación de la debilidad del carlismo dividió al grupo en transaccionistas (partidarios de alcanzar un acuerdo con los liberales) e intransigentes (querían continuar la guerra). Al final, el general Maroto firmó el Convenio de Vergara (1839) con el general Espartero, que establecía el mantenimiento de los fueros vascos y navarros y la integración de la oficialidad carlista en el ejército real. Las partidas del Maestrazgo subsistieron hasta su derrota en 1840.
La Cuestión Foral
Las reivindicaciones iniciales carlistas fueron la defensa de los fueros en Navarra y País Vasco y la recuperación de Aragón, Valencia y Cataluña. Los fueros otorgaban privilegios, como exenciones fiscales y militares, y el mantenimiento de algunas leyes e instituciones propias. Esta defensa propició apoyos al carlismo.
Los liberales eran contrarios a los fueros porque su pervivencia impedía la existencia de un Estado en el que todos tuvieran las mismas leyes. Sin embargo, tras la guerra, los liberales se comprometieron a mantener aspectos esenciales (privilegios fiscales y mantenimiento de las Juntas Generales provinciales) con el fin de atraer a los carlistas moderados. En 1876, tras el fin de la Tercera Guerra Carlista, las Cortes abolieron los fueros de las provincias vascas, aunque en 1878 se aprobaron conciertos económicos.
Isabel II (1833-1843): Las Regencias
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
El testamento de Fernando VII establecía la creación de un Consejo de Gobierno para asesorar a la regente, presidido por Cea Bermúdez y compuesto mayormente por absolutistas moderados que querían pactar con los carlistas. Dividieron el país en provincias (Javier de Burgos), intentando acabar con la administración local del Antiguo Régimen, sin uniformidad y con solapamiento de poderes. El inmovilismo de Cea Bermúdez llevó a su destitución y al nombramiento de Martínez de la Rosa para conseguir la adhesión de los liberales. Este último promulgó el Estatuto Real, conjunto de reglas para convocar a las Cortes. Estas reformas eran insuficientes para el liberalismo, dividido en moderados y progresistas.
Los progresistas tenían su fuerza en el movimiento popular, la Milicia Nacional y las Juntas revolucionarias. En 1835 se iniciaron motines y la mayoría de las Juntas reclamaban la reunión de las Cortes, libertad de prensa, nueva ley electoral, extinción del clero regular, reorganización de la Milicia Nacional y hombres para combatir en la guerra carlista. Ante esto, la reina encargó la formación de gobierno al progresista Mendizábal, que reformó el Estatuto Real y decretó la desamortización de los bienes del clero.
El levantamiento de los sargentos de La Granja llevó a la regente a restaurar la Constitución de 1812 y a entregar el poder al progresista Calatrava. Entre agosto de 1836 y finales de 1837, desmantelaron el Antiguo Régimen aboliendo el régimen señorial y transformando la propiedad de la tierra, junto a una serie de medidas encaminadas al libre funcionamiento del mercado (abolición de privilegios de la Mesta, libertad de arrendamientos agrarios y de precios y almacenamiento, abolición de privilegios gremiales, reconocimiento de la libertad de industria y comercio, eliminación de aduanas interiores y diezmos eclesiásticos) que implantaron el liberalismo económico en España.
El gobierno progresista convocó unas Cortes extraordinarias para adaptar la Constitución de 1812. La Constitución de 1837 proclamaba algunos de los principios básicos del progresismo, como la soberanía nacional, una amplia declaración de derechos ciudadanos, la división de poderes y la aconfesionalidad del Estado. También recogía elementos moderados como el establecimiento de dos cámaras legislativas (Congreso y Senado; este último elegido por el rey), la concesión de amplios poderes a la Corona (derecho de veto, disolución de las Cortes, nombramiento y destitución de ministros) y el compromiso de financiación del culto católico. También se aprobó la Ley de Imprenta, que eliminó la censura, y la Ley Electoral de 1837, que fijó un sufragio censitario restringido.
Una vez aprobada la Constitución, se convocaron nuevas elecciones que ganaron los moderados. Intentaron, sin saltar la Constitución, desvirtuar los elementos más progresistas de la Constitución de 1837. En 1840 prepararon una ley electoral más restrictiva, limitaron la libertad de imprenta y aprobaron una Ley de Ayuntamientos que daba permiso a la Corona para nombrar a los alcaldes de las capitales de provincia. Esta ley los enfrentó con los progresistas, puesto que estos defendían la elección directa de los alcaldes. Se formaron Juntas revolucionarias al mostrar Cristina su apoyo a los carlistas. Ella dimitió para no apoyar a los progresistas y fue nombrado regente Espartero por haber dirigido el ejército que venció a los carlistas.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero disolvió las Juntas revolucionarias y convocó nuevas elecciones, que dieron la mayoría parlamentaria a los progresistas. Actuó durante su regencia con autoritarismo y con la ayuda de un grupo de militares (ayacuchos). En 1842 aprobó un arancel que abrió el mercado español a los tejidos de algodón ingleses. La industria textil catalana se rebeló y se produjo un levantamiento en Barcelona, en el que se involucraron la burguesía y las clases populares, que vieron peligrar sus puestos de trabajo. Espartero bombardeó la ciudad. Los moderados, aprovechando la división progresista, realizaron conspiraciones encabezadas por Narváez y O’Donnell. En 1843 Espartero dimitió y las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, que se proclamó reina a los 13 años.
Isabel II (1843-1868): El Reinado Efectivo
La mayoría de edad de Isabel se votó para evitar una nueva regencia. En 1846 se casó con Francisco de Asís. Las agrupaciones políticas eran agrupaciones de personalidades alrededor de un notable, civil o militar.
Los Moderados
Eran personas de orden, querían que se mantuviera el orden político, social y económico. Antirrevolucionarios, terratenientes, comerciantes e intelectuales conservadores, restos de la antigua nobleza, el alto clero y los mandos militares. Defendían el derecho a la propiedad y anteponían el orden social y la autoridad a la libertad individual. Desconfiaban de las masas, por lo que defendían el sufragio restringido. Defendían la soberanía compartida y eran partidarios de limitar los derechos individuales. Otorgaban gran influencia social a la Iglesia (vehículo de transmisión). Partidarios de la confesionalidad del Estado.
Los Progresistas
Eran la pequeña y mediana burguesía, la oficialidad media del Estado y las clases populares urbanas. Defendían la soberanía nacional, el predominio de las Cortes en la política y rechazaban la intervención de la Corona. Querían fortalecer los poderes locales y otorgar amplios derechos individuales y colectivos. Pretendían ampliar el cuerpo electoral, defendían la reforma agraria y la limitación de la influencia social de la Iglesia.
Los Demócratas
Escisión de los progresistas en 1849. Defendían la soberanía popular y el sufragio universal masculino. Querían una única cámara electiva, la ampliación de las libertades (imprenta, elección de ayuntamientos y diputaciones) y la implantación de la administración de la enseñanza y la asistencia social. Exigían libertad de cultos.
Etapas del Reinado
Década Moderada (1843-1854)
Con Narváez, las actuaciones políticas fueron:
- Creación de la Guardia Civil (1844), que mantenía el orden público, defendía las propiedades y reprimía las revueltas sociales.
- Aprobación de la nueva Ley de Ayuntamientos, por la que los alcaldes eran elegidos por el Gobierno (esto permitía la manipulación de las elecciones).
- Reforma fiscal (Mon-Santillán), por la que los impuestos se clasificaron en indirectos (tarifas aduaneras, impuestos sobre transmisión de bienes y “consumos”) y directos (contribución por actividades comerciales e industriales, contribuciones sobre propiedades inmobiliarias e impuestos sobre rendimientos de fincas).
- Elaboración y aprobación de la Constitución de 1845 (moderada); se afirmaba la confesionalidad del Estado, el robustecimiento de la autoridad monárquica y la introducción de modificaciones en el Senado, cuyos miembros se elegían por la reina. Restricción del derecho a voto. Disolución de la Milicia Nacional (progresista).
- Establecimiento de la enseñanza pública, primaria, gratuita y obligatoria de 6 a 9 años (Claudio Moyano); su financiación quedaba en manos de los municipios.
- Firma del Concordato con la Santa Sede (1851) en el que se establecía la suspensión de la venta de bienes eclesiásticos desamortizados y el retorno de los no vendidos, el Estado sostenía a la Iglesia y le concedía competencias en la educación.
Bienio Progresista (1854-1856)
A principios de 1854, la tensión política y el descontento social aumentaron por el alza de los precios, el desempleo y los escándalos de corrupción. Un pronunciamiento, junto a una revuelta popular en Vicálvaro protagonizada por O’Donnell, llevaron a la reina a dar el poder a Espartero. El pronunciamiento tuvo escaso apoyo hasta que los sublevados promulgaron el Manifiesto de Manzanares, en el que se recogían las demandas progresistas. Durante esta etapa se promulgó la Ley de Desamortización de Madoz, pero las dificultades del Gobierno se continuaron con la subida de precios, los tumultos callejeros y las ocupaciones de fincas.
Gobierno de la Unión Liberal (1856-1863)
O’Donnell presidió el Consejo de Ministros frente al nuevo grupo político. Se creó con el objeto de ocupar el centro ideológico y recoger lo mejor de los moderados y progresistas. Potenció la expansión del ferrocarril, el desarrollo industrial y la entrada de capital y empresas extranjeros. Abandonó la inclinación al aislamiento en política exterior y emprendió campañas militares para expandir las colonias de España. El Gobierno intervino en Conchinchina, México, Santo Domingo y Marruecos. Esta última fue la más importante, y se hizo famoso el general Prim. Las campañas ampliaron el perímetro de Ceuta y ocuparon un pequeño enclave pesquero.
Crisis del Moderantismo (1863-1868)
La crisis económica de 1863 llevó a los gobiernos a una actitud más intransigente y la Unión Liberal se dividió. O’Donnell dimitió y ascendió Narváez. La crisis se palpó en 1864 con el parón de la actividad económica por el encarecimiento del algodón por la Guerra de Secesión y el desplome de beneficios de las empresas ferroviarias, además del crack de la Bolsa en 1866. En 1864, la Matanza de San Daniel en las universidades llevó a la reina a reclamar a O’Donnell. En 1866, Prim se sublevó en Villarejo de Salvanes y, aunque fracasó, huyó a París, donde siguió conspirando. Los sargentos del cuartel de San Gil se sublevaron y este fue asaltado. De nuevo Narváez en el Gobierno, las Cortes se suspendieron, se cerraron los periódicos y se persiguió a la oposición. A finales de 1866, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende, en el que se destronaba a la reina y se convocaban Cortes por sufragio universal. Se sumó al pacto la Unión Liberal al morir O’Donnell en 1867.