Felipe III y el Duque de Lerma
La Privanza
Felipe III, hijo y sucesor de Felipe II, carecía de vocación política y solo estaba verdaderamente interesado por la caza y el juego. Con él se inició la práctica de la privanza o delegación de las cuestiones de gobierno en manos de un hombre de confianza: el privado, favorito o valido, con el que el rey mantenía una estrecha relación de amistad. El valido carecía de cargo oficial, pero en la práctica actuaba como un auténtico primer ministro.
El valido de Felipe III fue el duque de Lerma, político mediocre y de una ambición desmesurada, que retiró de todos los cargos relevantes a sus anteriores titulares para colocar en ellos a sus parientes y amigos. El traslado de la Corte a Valladolid en 1600, con todos los gastos e inconvenientes que acarreó, probablemente estuvo motivado por el afán del valido de acaparar al rey, acercando la Corte a su villa de Lerma. No obstante, 6 años después la Corte retornó a Madrid, tras el ofrecimiento de una importante cantidad de dinero por parte de su ayuntamiento.
Paz y Prodigalidad
El reinado de Felipe III (1598-1621) presentó también otra novedad: se interrumpió la tendencia belicista del siglo anterior y la monarquía española vivió un periodo de paz. El cese de las guerras posibilitaba la recuperación de la economía española y de la Hacienda Real, pero fue una oportunidad desaprovechada por la prodigalidad del rey y la corrupción de su valido.
Los Moriscos
Expulsión y Consecuencias
La principal medida adoptada en política interior por el Duque de Lerma fue la expulsión de los moriscos (1609 y 1614), a quienes se consideraba falsos conversos, difícilmente adaptables a la sociedad cristiana. Para expulsarlos se argumentó que constituían un peligroso enemigo que, además, cada vez eran más numerosos dada su elevada natalidad. Es bastante probable que esta decisión se tomara en cierta medida para apaciguar a una sociedad descontenta.
Las consecuencias, como en el caso de la expulsión de los judíos, fueron también nefastas:
- Casi 300.000 moriscos abandonaron la Península, lo que supuso una importante pérdida cuantitativa y cualitativa, pues constituían una comunidad laboriosa de campesinos y artesanos.
- Las zonas más afectadas fueron Valencia y Aragón, donde se sufrió una gran crisis de mano de obra en la agricultura. Dicha crisis hay que añadirla a las pérdidas humanas que la peste de 1597-1602 ocasionó en la población.
En el plano étnico y religioso, se continuó con esta medida la política de intolerancia religiosa y persecución de las minorías, iniciada por los Reyes Católicos.
La Tregua de los Doce Años
El reinado de Felipe III (1598-1621) tuvo una política exterior pacifista: se interrumpió la tendencia belicista del siglo anterior y la monarquía española vivió un periodo de paz. Las circunstancias que favorecieron esta situación fueron esencialmente dos, aunque de naturaleza muy distinta:
- La muerte de Isabel I de Inglaterra, que posibilitó la firma de la paz con este país.
- Holanda negó reconocer a Isabel Clara Eugenia.
El agotamiento de los dos bandos, unido a la ruina financiera de la Corona, obligó a firmar con Holanda la Tregua de los Doce Años (1609-1621), ante la incapacidad de costear los gastos militares. Este breve periodo de paz terminó cuando el rey de España decidió enviar desde Flandes un ejército en apoyo de sus parientes, los Habsburgo austriacos, frente a los cuales se había sublevado Bohemia. Era el comienzo de la que después se llamó Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que pondría fin a la pretendida hegemonía española en Europa.
Felipe IV y la Guerra de los Treinta Años
La Paz de los Pirineos
En el reinado de Felipe IV (1621-1665) se desarrolla la Guerra de los Treinta Años, que se extiende por toda Europa. Desde 1618, la paz europea estuvo amenazada por un conflicto, en principio exclusivamente local, entre protestantes y católicos. Pero este conflicto local acabó siendo europeo, y las cuestiones religiosas se convirtieron en un mero pretexto, ya que lo que realmente se planteaba era el mantenimiento o la modificación del orden internacional, hasta entonces basado en la hegemonía en Europa de la Casa de los Habsburgo a través de sus dos líneas emparentadas: la española y la austriaca.
Todos los conflictos militares europeos se fueron integrando en esta guerra general; y entre ellos la renovación de las hostilidades hispano-holandesas a partir de 1621, año en que finalizó la Tregua de los Doce Años.
La Guerra de Sucesión y los Borbones
El Tratado de Utrecht
En 1700 murió sin descendencia Carlos II, último rey de la dinastía de los Habsburgo. Los dos candidatos con más derechos al trono eran el archiduque Carlos de Austria, de la rama austriaca de los Habsburgo, y Felipe de Anjou, de la casa de los Borbones. Carlos II había elegido como heredero a Felipe pensando que los poderosos Borbones podían defender mejor los intereses y la integridad de los territorios españoles. Pero con los Borbones reinando en Francia y España se rompía el equilibrio europeo. Esto provocó la Guerra de Sucesión (1701-1714), que fue al mismo tiempo una contienda europea y una guerra civil española:
- Una guerra europea: Inglaterra, Holanda, Austria y otros países forman la Gran Alianza de La Haya –que apoya al austriaco– y se enfrentan a los Borbones, que quieren la hegemonía de Europa.
- Una guerra civil, al apoyar los reinos de la Corona de Aragón a Carlos de Austria, por temor al centralismo borbónico.
Los Decretos de Nueva Planta
La reorganización político-administrativa del nuevo Estado fue obra de los tres primeros Borbones: Felipe V, Fernando VI y Carlos III, cada uno de los cuales contribuyó de alguna forma al establecimiento de una monarquía centralista y unificada, según el modelo francés.
La modificación más importante fue la unificación jurídica e institucional de la monarquía, sobre todo a través de los Decretos de Nueva Planta, promulgados por Felipe V. Por el apoyo prestado al archiduque Carlos de Austria en la Guerra de Sucesión, suprimió los fueros e instituciones particulares de los territorios de la Corona de Aragón: primero los de Valencia y Aragón y después los de Mallorca y Cataluña. Los de Navarra y País Vasco los respetó por su fidelidad a los Borbones en dicha guerra.
En la administración central, los consejos reducen sus funciones y se fortalecen las secretarías de Estado o Despacho.
El Marqués de la Ensenada
El Marqués de la Ensenada (1702-1781) intervino en altos puestos de la administración y la política en los reinados de Felipe V y de Fernando VI. Se propuso reorganizar la hacienda y aumentar los ingresos. Pensó sustituir la multitud de impuestos existentes por una sola contribución sobre la renta, con lo que se hubieran ahorrado gastos de recaudación y se hubiera llegado a repartir con equidad las cargas de la nación. Para ello se elaboró un censo, conocido como el Catastro de Ensenada, de los recursos y riquezas existentes en Castilla. Este censo era muy detallado para su época; los datos los suministraban los intendentes y terminó de realizarse hacia 1754. La oposición de los privilegiados y la caída en desgracia de Ensenada impidió el desarrollo del catastro.
Tuvo, además, una brillante carrera política en la que desempeñó varios puestos en los que tuvo como objetivo fortalecer los ejércitos y la Armada, recuperar el control económico de las Indias y reformar la Administración y el comercio con una serie de medidas ilustradas. Su presunta implicación en el Motín de Esquilache le motivó el destierro a Medina del Campo, donde falleció.