El Sexenio Democrático (1868-1874): Crisis y Transformación en la España del Siglo XIX

El Sexenio Democrático (1868-1874)

Introducción

El malestar político, económico y social derivado del sistema político isabelino, articulado en torno a moderados y unionistas, condujo a una coalición de progresistas, demócratas y unionistas descontentos a firmar en 1866 el Pacto de Ostende, cuyo objetivo era derrocar a Isabel II y establecer el sufragio universal y un régimen democrático en España (de acuerdo con el ideario demócrata). El pronunciamiento del almirante Topete en Cádiz el 19 de septiembre de 1868, fue el desencadenante de un movimiento revolucionario conocido como la Gloriosa, resultado de una alianza entre progresistas y unionistas con el apoyo de los demócratas. Aunque intervinieron militares de prestigio (Prim, Serrano…) hubo una presencia destacada de civiles de las clases burguesas.

Pese al carácter popular que se le intentó dar, en realidad se trató de un movimiento organizado desde los más altos cargos de poder, cuyos objetivos eran suprimir el bloqueo parlamentario del régimen isabelino que impedía a los progresistas gobernar y hacer frente a la pésima situación económica, que perjudicaba los intereses de la burguesía vinculada al poder político e impedía la transición de la economía española hacia un sistema capitalista eficaz.

La revolución se extendió rápidamente al resto de España. Tras la victoria de los sublevados en la batalla del Puente de Alcolea la reina se exilió a Francia. El 29 de septiembre el poder pasó a manos de una Junta Revolucionaria que sofocó las demandas más radicales y el 3 de octubre encargó al general Serrano la formación de un gobierno provisional.

Dicho gobierno, integrado por progresistas y unionistas, tuvo que controlar la revolución. Para ello, ordenó la disolución de las juntas. Algunas, especialmente las encabezadas por demócratas, se resistieron a disolverse. Controlada la situación, atendió algunas de las peticiones populares de la revolución: supresión del impuesto de consumo, emancipación de los esclavos, libertad de enseñanza y libertad de imprenta.

El 25 de octubre el gobierno publicó un manifiesto a la nación en el que recogía su programa de reformas (sufragio universal, amplias libertades civiles, creación de la peseta, ley de minas y arancel librecambista) y definía un orden social conservador de carácter burgués, desoyendo las demandas populares y democráticas. Este hecho llevó a la radicalización del sector republicano demócrata, que se decantó por un modelo republicano federal, y al estallido de numerosas revueltas y conflictos que constituirían el germen de los movimientos obreros del Sexenio.

El 15 de enero de 1869 tuvieron lugar elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino de los mayores de 25 años. En ellas obtuvieron mayoría progresistas y unionistas aunque el número de diputados republicanos fue notable (85).

La Regencia de Serrano

Las Cortes Constituyentes iniciaron sus sesiones el 11 de febrero de 1869, promulgando el 6 de junio la Constitución de 1869, en la que establecía la soberanía popular, la monarquía democrática, el sufragio universal, la división de poderes y una amplia declaración de derechos.

La adopción de la monarquía como forma de gobierno provocó la dura oposición de los republicanos y obligó a nombrar a Serrano regente, mientras Prim ocupó la jefatura del gobierno. El ejecutivo tuvo que hacer frente a numerosos problemas: la guerra colonial en Cuba, la oposición activa de carlistas (anticipo de la Tercera Guerra Carlista) y alfonsinos. Además tuvieron que enfrentarse al descontento de las clases populares y de los republicanos, que firmaron en mayo de 1869 el Pacto Federal de Tortosa, en el que defendían una república democrática federal. También tuvieron que hacer frente al bandolerismo en muchas zonas de Andalucía.

Sin embargo, el principal problema al que tuvo que hacer frente el gobierno fue la búsqueda de un nuevo rey que aceptara la Constitución de 1869 y que no fuera Borbón. Los candidatos eran el duque de Montpensier, Fernando de Sajonia, Leopoldo de Hohenzollern y Amadeo de Saboya, quien finalmente resultó elegido en un contexto político muy complejo presente tanto en Europa como España. La actuación de Prim fue decisiva para que la candidatura de Amadeo triunfara. El 16 de noviembre se votó en Cortes la elección del nuevo monarca con 191 votos para Amadeo, 27 para Montpensier, 8 para Espartero y 63 a favor de la república.

El Reinado de Amadeo I de Saboya

El mismo día que Amadeo llegó a España el general Prim fue asesinado en Madrid, por lo que Amadeo empezó su reinado con la pérdida de su principal apoyo. El 2 de enero de 1871 juró la Constitución. Pronto se hizo patente el menosprecio o la indiferencia que le profesaban los altos mandos militares y la aristocracia.

Uno de los principales problemas a los que tuvo que hacer frente Amadeo fue la división interna en los partidos que lo apoyaban: unionistas y progresistas, dentro de estos últimos se formaron dos tendencias: una conservadora encabezada por Sagasta al que apoyaban los unionistas de Serrano y otra más reformista encabezada por Ruiz Zorrilla. El enfrentamiento entre estas dos facciones hacía inviable la acción de gobierno. A todo esto hay que sumarle la agitación sociopolítica derivada de la expansión de los movimientos obreros y el acoso constante de los republicanos federales.

El otro gran problema al que tuvo que hacer frente Amadeo I durante su reinado fue el estallido de la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de Cuba. La Tercera Guerra Carlista supuso un nuevo sitio de Bilbao y la creación de un estado alternativo en el norte del país. En esta época el carlismo experimentó una reorganización militar e ideológica. Militarmente se distinguen dos corrientes: una más abierta identificada con el general Cabrera y otra más ortodoxa a cuyo frente se encontraban Carlos VII y Cándido Nocedal. Ideológicamente el carlismo se caracterizó en esta etapa por la resistencia del mundo campesino a las formas productivas del capitalismo moderno, la resistencia de los territorios forales al centralismo y la resistencia al proceso de secularización iniciado con la Gloriosa.

Ante esa situación en la que era imposible gobernar (en 2 años se sucedieron 6 gabinetes y 3 elecciones generales) y tras una serie de sucesos con los mandos militares vascos y las Cortes que colmaron la paciencia del rey, Amadeo renunció a la corona el 10 de febrero de 1873.

El fracaso de la monarquía democrática de Amadeo de Saboya fue aprovechado por Cánovas del Castillo para favorecer la causa del futuro Alfonso XII y formar el Partido Alfonsino.

Al día siguiente de la renuncia, las Cortes, reunidas en sesión conjunta, se constituyeron en Asamblea Nacional y proclamaron la república por 258 votos a favor y 32 en contra.

La I República Española

El nuevo régimen se vio marcado por la pugna entre federales y unitarios (o radicales). El intento por construir un nuevo modelo de estado chocó con múltiples problemas, siendo los dos más destacados su legitimidad, al haberse proclamado en Asamblea Constituyente (cosa que no permitía la Constitución de 1869) y la diversidad de corrientes políticas y proyectos, que hicieron que la república careciera de estabilidad. A esto hay que sumarle las guerras Carlista y de Cuba y la insurrección cantonal.

El primer presidente del ejecutivo fue Estanislao Figueras, con un gobierno de mayoría radical. Se mantuvo la Constitución de 1869 suprimiendo los artículos referidos a la monarquía. Se convocaron elecciones a Cortes para mayo de 1873 pero ante la escalada federalista los radicales, temerosos de perder el poder, prepararon un golpe de estado que resultó fallido y supuso el exilio de Serrano y la ruptura entre radicales y federalistas.

Las elecciones se celebraron el 10 de mayo obteniendo la victoria los republicanos federales. Las nuevas Cortes iniciaron sus sesiones el 1 de junio, proclamando en su primera votación la República democrática federal. A Figueras le sustituyó Francesc Pi i Margall, quien intentó conciliar las corrientes republicanas pese a los numerosos problemas a los que tenía que hacer frente.

Pi quería negociar con carlistas y republicanos impacientes pero una huelga general en Alcoy en julio de 1873, que fue duramente reprimida, hizo surgir el movimiento cantonalista que se extendió rápidamente por toda España, desbaratando sus planes.

Pi i Margall presentó a las Cortes un proyecto de Constitución federal, elaborada por el centralista Emilio Castelar, sin embargo el escaso interés de las Cortes y los problemas con los cantones hicieron que no fuera debatida y que no llegara a aprobarse.

El cantonalismo surgió por dos causas: como reacción ante la posible derechización de la república y como medio de presión para acelerar la implantación de la república federal. Su objetivo era establecer el federalismo hasta sus últimas consecuencias, declarándose los cantones independientes para después reorganizar la estructura territorial como mejor les pareciera. El movimiento cantonal surgió en Cartagena y se extendió rápidamente por el resto de España. El cantonalismo dividió a los republicanos entre los transigentes (Pi) y los partidarios de la represión (Salmerón). Ante la resistencia de Pi a reprimir las sublevaciones cantonales, fue sustituido en el gobierno por Nicolás Salmerón, que inició la represión el 20 de junio, siendo Cartagena el último cantón en caer en enero de 1874.

Salmerón dimitió el 6 de septiembre por discrepancias con el ejército con respecto a la aplicación de la pena de muerte. Le sustituyó Emilio Castelar, que movilizó al ejército para acabar con los últimos rescoldos del cantonalismo y continuar con la guerra carlista y cubana. Hizo volver al general Serrano del exilio. En la reanudación de las Cortes el 2 de enero de 1874 Castelar presentó la necesidad de separar la Iglesia del Estado y un proyecto para abolir la esclavitud en Cuba, aunque nada se dijo del proyecto constitucional federal.

El general Pavía, capitán general de Madrid, había preparado un golpe de estado para apoyar a Castelar, con su conocimiento y aprobación. No obstante, al negarle la Cámara la confianza a Castelar este dimitió. La madrugada del 3 de enero Pavía rodeó el Congreso y ordenó desalojar el hemiciclo, finalizando así la primera experiencia republicana en la historia de España.

Conclusión

Tras el golpe de estado de Pavía, dirigido contra quienes pretendían el restablecimiento de una república federal, un grupo de generales y políticos acordaron el establecimiento de una república con Serrano como presidente. Se instauró así un régimen conocido como la República Unitaria o la Dictadura de Serrano, ya que el general ostentaba la presidencia del gobierno y la del ejecutivo en un sistema sin constitución donde se concedía al ejército un papel primordial.

Los gobiernos de esta etapa actuaron con la idea de provisionalidad y de volver a la normalidad institucional, dejando la Constitución de 1869 en suspenso mientras se normalizaba la situación del país.

Durante la etapa del Sexenio Democrático surgieron dos cuestiones de especial trascendencia. Una de ellas fue el auge del movimiento obrero que, influido por el anarquismo y el socialismo, tuvo su materialización en la creación en 1870 de la Federación Regional Española de la AIT. Otro de los grandes problemas del Sexenio fue la Guerra de Cuba que se prolongó por 10 años. La isla pretendía el acercamiento a la economía estadounidense y la abolición de la esclavitud, cosa que no era posible debido a las características del sistema productivo cubano. Todo esto llevó a que en 1868 se iniciara una rebelión liderada por Carlos Manuel de Céspedes con el llamado Grito de Yara, que dio pie a una guerra que duró hasta 1878, con la firma de la Paz de Zanjón.

La provisionalidad de los gobiernos durante la Dictadura de Serrano favoreció los preparativos para la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII. El general Martínez Campos preparó un pronunciamiento para proclamarlo rey, cosa con la que Cánovas del Castillo, principal dirigente del sector alfonsino, no estaba de acuerdo, ya que él optaba por una restauración civil. Martínez Campos proclamó a Alfonso XII rey de España el 29 de diciembre en Sagunto. El triunfo del pronunciamiento obligó a Serrano a exiliarse mientras que Cánovas constituía una regencia que inauguraba una nueva etapa en la historia de España conocida como la Restauración.