El Sexenio Democrático (1868-1874): Reinado de Amadeo I y la Primera República

El Reinado de Amadeo I y la Primera República

Amadeo I llegó a Madrid el 2 de enero de 1871. Tras jurar la Constitución, dio comienzo la primera experiencia de una monarquía democrática en España. Sin embargo, pronto se enfrentó al menosprecio o la indiferencia de las élites militares y la aristocracia. El nuevo rey tuvo que encargar la formación de gobierno a Serrano, a pesar de sus diferencias irreconciliables.

Uno de los principales problemas políticos fue la división interna de los partidos que apoyaban a Amadeo. Esta división reflejaba el personalismo y el bipartidismo que comenzaba a perfilar la vida política española. Dentro del progresismo surgieron dos tendencias:

  • Una facción conservadora, los constitucionalistas.
  • Una facción reformista, los radicales, a la que se unieron los cimbrios.

El enfrentamiento entre ambas facciones provocó la crisis de julio de 1871. Amadeo I encargó el gobierno a Ruiz Zorrilla, quien en octubre fue sustituido por un militar cercano a Sagasta. Paralelamente, existía una gran agitación sociopolítica derivada de los efectos de la Comuna de París y la difusión de los principios de la Primera Internacional en España.

El desprestigio del gobierno obligó a Amadeo I a sustituir a Sagasta por Serrano, pero este duró pocos días. Ruiz Zorrilla presidió el último gobierno de la monarquía amadeísta. A esta inestabilidad política y social contribuyó la importante oposición de los republicanos federales, cada vez más radicalizados.

A estos problemas se sumó el estallido de otra rebelión carlista y la guerra de Cuba, iniciada en 1868. En Cuba, el gobierno se enfrentó tanto a los independentistas liderados por Carlos Manuel de Céspedes como al «partido español». El malestar en el ejército se acrecentó por el nombramiento del general Hidalgo como capitán general de las Vascongadas. El gobierno y las Cortes, decididos a reafirmar el poder civil sobre el ejército, aceptaron la renuncia de los oficiales. Amadeo I, inicialmente reticente, firmó el decreto de reorganización del arma de artillería tras el apoyo del Congreso. El 10 de febrero de 1873, Amadeo I renunció a la corona. El 11 de febrero, el Congreso y el Senado proclamaron la república.

El Carlismo

El carlismo resurgió con fuerza durante el Sexenio, dando lugar a la segunda guerra carlista (1872-1876). El partido carlista experimentó un rearme militar e ideológico. La tercera guerra carlista se inició en abril de 1872. El fracaso de la sublevación en el País Vasco puso fin a la primera fase de la guerra. Tras la derrota carlista en Oroquieta, se firmó el Convenio de Amorebieta. El episodio más importante del conflicto fue el sitio de Bilbao, ganado por las tropas liberales. La guerra y las peculiaridades del territorio permitieron la creación de un Estado alternativo en el norte del país.

Tres razones explican la persistencia del conflicto carlista:

  • La resistencia del mundo campesino a la penetración del capitalismo moderno.
  • La resistencia de los territorios forales al centralismo liberal.
  • La resistencia al proceso de secularización.

El fin de la guerra supuso el fin del sistema foral vasco y abrió el camino para la transformación durante la Restauración.

La Primera República

La pugna entre federales y unitarios marcó la historia de la primera experiencia republicana en España, que duró menos de un año. En este breve periodo se sucedieron numerosos acontecimientos: cuatro presidentes, seis gobiernos, una intensa agitación social, dos guerras y la revolución cantonal.

El primer presidente del poder ejecutivo fue Figueras. Su gobierno, formado por radicales y figuras simbólicas del republicanismo, mantuvo la Constitución de 1869, suprimiendo solo los artículos referidos a la monarquía. Las elecciones constituyentes de mayo de 1873 dieron la mayoría a los republicanos federales, que proclamaron la república democrática federal. Figueras fue sustituido por Pi i Margall, quien se enfrentó a problemas casi insuperables: la negociación con carlistas y republicanos impacientes, y la insurrección cantonalista.

El cantonalismo surgió como reacción a la posible derechización de la república y como medio para acelerar la implantación del federalismo. Se basaba en la democracia directa, la autonomía municipal, la supresión de impuestos, el reparto de la tierra, el anticlericalismo y la defensa de las clases medias. El movimiento cantonal dividió a los republicanos entre transigentes y partidarios de la represión. El movimiento se inició en Cartagena el 12 de julio de 1873.

Pi i Margall presentó a las Cortes un proyecto de constitución federal, la Constitución non nata de 1873, que definía una España compuesta por siete estados. Salmerón sustituyó a Pi i Margall, pero dimitió al negarse a firmar dos sentencias de muerte. Le sucedió Emilio Castelar, quien firmó las penas de muerte y permitió el regreso de líderes radicales y constitucionalistas, como el general Serrano.

El general Pavía, capitán general de Madrid, dio un golpe de Estado el 3 de enero de 1874, con el conocimiento de Castelar. El Congreso fue asaltado y los diputados expulsados, poniendo fin a la experiencia republicana.

El Gobierno de Serrano y la Restauración Borbónica

Tras el golpe de Pavía, se instauró una república unitaria, conocida como la dictadura del general Serrano (enero-diciembre de 1874). Este régimen híbrido carecía de constitución. El manifiesto del 8 de enero de 1874 reconocía la Constitución de 1869 y otorgaba un papel primordial al ejército.

Los gobiernos de 1874 actuaron con la idea de volver a la normalidad constitucional. Esta provisionalidad facilitó el retorno de Alfonso XII. El 29 de diciembre, el general Martínez Campos proclamó a Alfonso XII rey de España en Sagunto. Serrano se exilió en Francia y Cánovas del Castillo constituyó el «ministerio-regencia», que inauguraba la Restauración borbónica.

El Movimiento Obrero

Durante el Sexenio se inició el movimiento obrero en España. Influido por el anarquismo y el socialismo, se alejó del republicanismo. La Federación Regional Española de la AIT fue una de las manifestaciones de este incipiente movimiento obrero.