1. El Sexenio Democrático
La Revolución de 1868 (La Gloriosa) y el Gobierno Provisional (1868-1870)
La dirección de la conspiración revolucionaria estaba en manos del General Prim. El golpe tuvo también colaboradores en el interior, como el General Serrano y A. Topete. La Revolución debía comenzar con un pronunciamiento naval en Cádiz, seguida de la declaración de los generales. Y así fue: Topete dio el primer grito y, desde este momento, los acontecimientos se sucedieron con rapidez. Prim nombró una Junta Revolucionaria que pasó a controlar la ciudad de Cádiz. Juntas similares surgieron en Sevilla, Málaga, Cartagena y por todo el país.
Las escasas fuerzas leales a Isabel II intentaron resistir, pero fueron derrotadas en Alcolea. Como consecuencia, el gobierno dimitió y la Reina se exilió en Francia. A primeros de octubre, se formó un Gobierno Provisional en Madrid presidido por el General Serrano, con Prim en el Ministerio de Guerra. No era una situación fácil de dirigir: la primera tarea fue eliminar la dualidad de poderes provocada por la existencia de las mencionadas Juntas revolucionarias locales. Con el pretexto de su reorganización, Prim consiguió que fueran disueltas las milicias populares llamadas Voluntarios de la Libertad. La represión fue dura y escindió el movimiento revolucionario entre los que estaban a favor del nuevo gobierno y aquellos que se consideraban traicionados por él.
La labor económica del Gobierno Provisional
Laureano Figuerola, ministro de Hacienda, intensificó las medidas liberalizadoras del Bienio Progresista: estableció la peseta como única moneda nacional, instrumento indispensable para la creación de un mercado interior unificado; aplicó los principios del liberalismo al intercambio comercial exterior, rebajando los aranceles aduaneros; e inició, también, con la promulgación de la Ley de Minas (1868), la llamada Desamortización del subsuelo, la venta de las minas para su explotación.
La labor política
Disueltas las Juntas, el Gobierno quedaba con las manos libres para abordar la segunda tarea: el programa de reformas y la convocatoria de unas Cortes Constituyentes que diesen forma legal al sistema salido de la Revolución. Las primeras elecciones en España con sufragio universal se celebraron en febrero de 1869. Las fuerzas políticas que ocuparon las nuevas Cortes fueron: en la Derecha, minoritarios, carlistas y alfonsinos; en el Centro, la coalición gubernamental de Prim: unionistas, progresistas y demócratas; en la Izquierda, el Partido Republicano, división del Partido Demócrata que se negaba a aceptar la monarquía.
La obra de dichas Cortes quedó plasmada en la Constitución de 1869, promulgada en junio con 12 Títulos y 112 Artículos. Contenido:
- Proclamaba la Soberanía Nacional.
- Establecía una nítida separación de poderes:
- Legislativo: Cortes Bicamerales (Congreso y Senado, electivos).
- Ejecutivo: Rey, aunque en realidad lo ejercía el Gobierno.
- Judicial: Tribunales.
- Sistema parlamentario: el Ejecutivo debe contar con el apoyo de las Cortes.
- Reconocía la declaración de derechos.
- Forma de gobierno: Monarquía.
- Decretaba la libertad de culto, aunque el Estado sostenía a la Iglesia Católica.
2. La Monarquía Constitucional
Aprobada la Constitución de 1869, en la que se recogía el principio monárquico, el paso siguiente era la búsqueda de un rey. Pero si la opción monárquica había dividido a los demócratas, apareciendo la facción republicana por un lado y la cimbria por otro, la cuestión de la búsqueda de un nuevo rey dividió a la coalición gobernante, pues cada grupo (demócratas, progresistas y unionistas) tenía su propio candidato. Es sabido el fracaso de una de las opciones de Prim: Leopoldo de Hohenzollern (apoyado por el canciller alemán Bismarck) debido a la rotunda oposición de Francia, temerosa de encontrarse entre dos potencias (Alemania y España) aliadas entre sí. También fue descartado el cuñado de Isabel II, el duque de Montpensier. Igualmente resultaba difícil pensar en hacer rey al hijo de Isabel II, Alfonso, con tan solo doce años de edad. Pese a ello, Cánovas comenzó a formar un partido alfonsino para asegurar la defensa de los derechos del futuro Alfonso XII.
A finales de octubre de 1870 se solucionó la cuestión: gracias a las gestiones de Prim, Amadeo de Saboya, duque de Aosta, de la familia reinante en Italia, aceptó la candidatura y, tras la votación en las Cortes, fue proclamado rey (pero no por unanimidad; de hecho, también obtuvieron votos los candidatos alternativos y la opción republicana, con 60 votos, quedó en segundo lugar). Sin embargo, el asesinato del General Prim, tiroteado en Madrid el 27 de diciembre y fallecido tres días después, justo en el momento en que Amadeo de Saboya llegaba a Cartagena, dejó al nuevo monarca sin su principal valedor.
En estas circunstancias, Amadeo I ocupó el trono desde enero de 1871 hasta febrero de 1873. La brevedad de su reinado puede atribuirse a causas diversas, pero fue, sin duda, la desunión de las fuerzas políticas, incapaces de ofrecer al país una mínima estabilidad, la que precipitó su fracaso. Prueba de ello son las repetidas elecciones generales y los siete gobiernos diferentes que se sucedieron en tan breve espacio de tiempo.
Amadeo I se encontró, por tanto, una fuerte oposición interna: los carlistas iniciaron varias revueltas a partir de 1872, convirtiéndose en un factor de inestabilidad (Tercera Guerra Carlista); los alfonsinos, liderados por Cánovas del Castillo, comenzaron a acercarse a los elementos más centristas del panorama político que, además, contaba con el apoyo de la Iglesia y de la alta burguesía, ya que se presentaba como una opción de orden y estabilidad; por supuesto, también tuvo en contra a los sectores republicanos, quienes protagonizaron diversas insurrecciones en Cataluña y Andalucía, con influencia de las ideas revolucionarias de tipo anarquista e internacionalista, muy nuevas en la época. En el reinado de Amadeo tampoco faltaron los problemas originados por la insurrección cubana (Guerra de los Diez Años, iniciada en 1868) o el problema de la abolición de la esclavitud en las colonias, asuntos que generaban grandes debates y polémicas. Pero, con todo, la causa principal que desencadenó la caída de Amadeo fue la desintegración de la coalición gubernamental, que condujo a constantes crisis de gobierno que terminaron dejando sin apoyos al monarca. El Partido Progresista, el más cercano a las ideas de Prim, se escindió en dos vertientes enfrentadas: los más centristas, el llamado Partido Constitucionalista, y los más próximos a los demócratas, el llamado Partido Radical.
El enfrentamiento entre partidos, los constantes cambios de gobierno y, por fin, el conflicto entre una parte del ejército y el Gobierno (Cuestión de los Artilleros), dejó al rey en la disyuntiva irresoluble de tener que elegir entre unos u otros. Incapaz de reinar con todos (Cortes, ejército y gobierno), el 11 de febrero de 1873, Amadeo de Saboya presentó su renuncia.
Ese mismo día, las Cortes se pronunciaron a favor de un régimen republicano, a pesar de ser esta una fuerza minoritaria. Las razones de esta deriva política nunca han estado claras, pero, de forma general, podemos hablar de un ambiente social enrarecido, varias guerras en curso, la sensación de fracaso de la monarquía “democrática”, que se había mostrado inestable, y también el oportunismo político de los radicales que, sin ser republicanos, apoyaron la república quizá con el objetivo de permanecer en el poder.