La Restauración Borbónica (1874-1902): De la Estabilidad al Desgaste
Tras el golpe del general Pavía y la disolución de las Cortes en 1874, se estableció un gobierno provisional, en la práctica una dictadura liderada por Serrano. Este gobierno se concentró en frenar la rebelión cantonalista, anulando la oposición republicana y prohibiendo las asociaciones obreras. A finales de año, la posición de Serrano se debilitó, mientras crecía el apoyo a Alfonso. El 1 de diciembre, Alfonso firmó el Manifiesto de Sandhurst, garantizando una monarquía dialogante y constitucional.
Cánovas del Castillo preparaba una vuelta a la monarquía pacífica, pero los generales Martínez Campos y Jovellar se pronunciaron el 29 de diciembre a favor de la Monarquía. El gobierno dimitió y Cánovas formó un gabinete de regencia, comunicando a Alfonso su proclamación como rey. Cánovas nombró nuevos gobernadores y alcaldes monárquicos, y decretó medidas represivas contra la oposición (excepto progresistas y moderados). También garantizó a la Iglesia las aportaciones económicas del Estado.
La campaña final contra los carlistas concluyó con su rendición en marzo de 1876 (Somorrostro). A pesar de esta derrota, el carlismo siguió vivo. El final de la guerra permitió enviar tropas a Cuba y, combinando negociación con una dirección militar efectiva, se consiguió la Paz de Zanjón en 1878, que puso fin a la rebelión a cambio de condiciones que luego se incumplirían.
Los Fundamentos del Sistema Canovista
Los pilares políticos del sistema canovista eran:
- Asentar la monarquía: Recuperando el prestigio perdido y compartiendo la soberanía con las Cortes.
- Marco constitucional inclusivo: Debía acoger todas las tendencias liberales, siempre que aceptaran la monarquía y el turnismo.
- Ejército apolítico: Debía volver a los cuarteles y cumplir su misión constitucional, manteniendo el orden social y un sistema político civil.
Cánovas se inspiró en el parlamentarismo británico, con dos grandes partidos turnándose en el poder. El régimen fue muy conservador, y los políticos defendían el orden social, la propiedad y la monarquía. La visión del Sexenio Democrático era de caos, por lo que el nuevo régimen tuvo un amplio respaldo.
La Constitución de 1876 y el Turnismo
Se convocaron elecciones a Cortes constituyentes por sufragio universal, aunque el proceso electoral fue manipulado. La Constitución de 1876 era un texto flexible, de inspiración doctrinaria y conservadora. Incluía una amplia declaración de derechos y deberes, que podían restringirse mediante leyes ordinarias.
Respecto a los poderes del Estado:
- Soberanía compartida: Entre las Cortes y el Rey.
- Cortes bicamerales:
- Senado: Senadores por derecho propio, designación real y elegidos por contribuyentes y corporaciones.
- Congreso: Diputados elegidos por sufragio directo.
- Poder ejecutivo: Ejercido por la Corona a través de los ministros. El rey elegía al jefe de gobierno.
- Centralismo: Se acentuó y se suprimieron los fueros vascos.
- Cuestión religiosa: Se reconoció la confesionalidad católica y la garantía del sostenimiento de culto y clero, a cambio de una libertad de creencias en privado (siempre de acuerdo a la moral católica).
Los Partidos Dinásticos: Conservador y Liberal
El partido conservador, liderado por Cánovas, se basaba en el orden social, la monarquía y la propiedad. Abolió los fueros vascos y restringió libertades (censura, ataques a la monarquía, no libertad de cátedra). En 1878 se estableció un sufragio muy restringido.
En 1880 se fundó el partido liberal (fusionista), liderado por Sagasta, a partir del viejo partido progresista. En 1881, Cánovas dimitió y Sagasta formó gobierno, tomando medidas para terminar con las restricciones a la libertad de expresión. Se llevaron a cabo tímidas reformas, pero el partido no estaba cohesionado. Comenzaron protestas y Sagasta respondió con represión.
El Pacto de El Pardo y la Regencia de María Cristina
En 1885, el funcionamiento constitucional estaba adulterado: los gobiernos cambiaban cuando un partido se desgastaba, y el nuevo gobierno siempre estaba constituido por el presidente de la oposición. El ministro de Gobernación creaba los resultados electorales mediante la red de caciques. La certeza de que participar en las elecciones era inútil provocó indiferencia hacia la política. Aunque, a partir de la última década del siglo, el sufragio universal facilitó el surgimiento de “partidos ajenos al turno”.
En noviembre de 1885 murió Alfonso XII, dejando como regente a su segunda esposa, María Cristina de Habsburgo. Para garantizar la estabilidad, Sagasta y Cánovas firmaron el Pacto de El Pardo: se comprometieron a apoyar la regencia y facilitar el relevo en el gobierno sin derogar la legislación del partido anterior. Ambos partidos cumplieron el acuerdo, y María Cristina respetó las decisiones de los gobiernos. Sin embargo, el Pacto de El Pardo agudizó la corrupción política.
Entre 1885 y 1890 gobernó el partido liberal (“Parlamento Largo”), con un programa aperturista (libertad de cátedra, expresión, asociación…). La reforma más importante fue el establecimiento, en 1890, del sufragio universal masculino de forma definitiva.
La Crisis de Fin de Siglo y el Reinado de Alfonso XIII
Entre 1890 y 1902 gobernaron los conservadores. Lo más significativo fue la ley de aranceles (1891). Los liberales volvieron al gobierno a finales de 1892. Destacó el proyecto de reforma de la administración y gobierno de Cuba, que fue retirado. Meses después (1895) estalló la insurrección y comenzó la Guerra de Cuba.
La pérdida de Cuba y Filipinas desgastó a ambos partidos, especialmente a Sagasta, que tuvo que afrontar la derrota. Con él terminó la primera generación de dirigentes de la Restauración. En marzo de 1899, Silvela formó un gobierno conservador con políticos regeneracionistas, pero las divisiones internas y la reforma fiscal acabaron con el proyecto. En mayo de 1902, Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad y fue proclamado rey.